Paseo por el tesoro bibliográfico de la Universidad de Sevilla
Eduardo Peñalver, responsable del Fondo Antiguo y del Archivo Histórico, muestra las joyas librescas de la Universidad y aprovecha su inminente jubilación para hacer balance del enorme patrimonio custodiado
Eduardo Peñalver camina entre siglos, rozando con la mirada los lomos de ejemplares incunables, desentrañando el secreto de los códices. Pasa con emoción de la exquisitez de un códice miniado a la singularidad de un incunable rarísimo. Descubre la firma de Cervantes hallada por ... azar en un documento jurídico y señala las tachaduras de un ejemplar expurgado o el misterioso ejemplar de una edición sin origen conocido.
Desde el año 2000 es jefe de Sección del Fondo Antiguo y Archivo Histórico de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla y su jubilación es inminente. Su memoria es un tesauro, un fabuloso repositorio que se asemeja al de una biblioteca borgiana. Enseña los secretos de la Biblioteca Rector Antonio Machado y Núñez de la Universidad como en ese famoso vídeo viral en el que Umberto Eco recorría los infinitos anaqueles de su casa-biblioteca hasta hallar un libro.
Eduardo Peñalver es la memoria viva de un bibliófilo profesional al servicio de una institución centenaria como la Universidad de Sevilla. Las joyas del patrimonio bibliográfico guardan una gran novela libresca que él narra con pasión. Muchos de los tesoros que reposan en este templo bibliófilo se deben a los azares de la historia: herederos arruinados, oportunas desamortizaciones, misteriosas donaciones, fondos de conventos clausurados. «El resultado es un kilómetro de libros y documentos», explica orgulloso de ese legado.
Y, en efecto, el Fondo Antiguo de Sevilla se remonta a cinco siglos desde que Maese Rodrigo Fernández de Santaella fundara el Colegio de Santa María de Jesús que daría origen a la Universidad de Sevilla. Eduardo Peñalver recuerda la bula de fundación emitida el 12 de julio de 1505 por el papa Julio II, Guiliano della Rovere. Y el testamento de Maese Rodrigo señalando un apartado realmente curioso: «Decía que a los aspirantes a ingresar en el Colegio no se les podía exigir la limpieza de sangre, algo muy singular en la época. Podríamos pensar que Maese Rodrigo con este gesto era o muy moderno o alguien que quizás tenía raíces conversas», asegura.
Códices e incunables
El Fondo Antiguo cuenta con 1.217 manuscritos, 332 incunables, más de cien libros de los siglos XVI al XIX y varios archivos científicos como los de Luis y Santiago Montoto o Juan de Mata Carriazo. Entre los códices y manuscritos más importantes están las 'Apostillas' de Nicolás de Lyra procedentes del Monasterio de la Cartuja de las Cuevas o la 'Biblia Latina de San Acacio' realizada sobre pergamino en letra gótica con una exquisita decoración miniada en las orlas y las capitulares con motivos afiligranados. Está la 'Biblia Inglesa' del Colegio de San Hermenegildo y los misteriosos códices Mercatelli, del bibliófilo Rafael Mercatelli, que fue abad de San Bavón de Gante y cuya biblioteca se vendió dispersa en una almoneda.
Según la mirada experta de Peñalver, los incunables de la biblioteca universitaria son los que mejor se conservan. Son los libros impresos antes de 1500, libros en la cuna, podríamos decir. Pero son sin duda libros recios para tiempos recios, el asombroso siglo XV.
La joya de la Corona es la 'Biblia de Gutenberg' que se esconde dentro una engañosa encuadernación discreta. Y la 'Crónica de Núremberg', de Anton Koberger, con los típicos tipos góticos de las primitivas prensas alemanas. Eduardo Peñalver se emociona especialmente al explicar los detalles de este ejemplar impreso en 1493 en folio mayor, un formato que se reservaba a libros litúrgicos, a pesar de que éste es un libro profano con cerca de mil grabados. «Puede que estuvieran realizados por Durero. Se trata de una historia universal contada a la manera medieval. Se conserva perfectamente y es muy curioso que al final del libro aparecen páginas en blanco destinadas a seguir escribiendo cuando se acabe el mundo», añade.
Y enseña el que se considera el mejor libro impreso de la historia: 'El sueño de Polifilo', publicado en Venecia en 1499 por los talleres del gran Aldo Manuzio. Un libro de lecturas alegóricas con cierto misterio incluso sobre su autor, el enigmático Francesco Collonna. O el fabuloso ejemplar del 'Teatro de la Tierra Universal', de Abraham Ortelio, impreso por Plantino.
Sin embargo, más allá de estos valiosísimos volúmenes, Peñalver se detiene en documentos que se guardan en la biblioteca universitaria y en los que se guarda la fascinación mitómana de los amantes de la literatura. Ahí está el expediente de Blanco White demostrando la limpieza de sangre para obtener la beca de teología. O los expedientes académicos de otros ilustres estudiantes de la Universidad de Sevilla como Luis Cernuda o Manuel Machado. Emocionan sus firmas...
También sobrevuelan todas las épocas oscuras porque los libros son un espejo de cada tiempo. Están los años convulsos de revoluciones y de bibliocastias, de llamas lamiendo páginas, de informes de depuración tras la Guerra Civil o de libros contra libros. Estos son los índices de los libros prohibidos y expurgados por la Inquisición con tachaduras y hojas arrancadas. Eduardo Peñalver muestra unas 'Anotaciones' de Erasmo procedente del desaparecido convento de San Agustín. «Se aprecia la nota de expurgo, aunque parece que los censores debieron haber sido en tiempos buenos lectores de Erasmo porque las tachaduras no están hechas con saña», apunta. Otra amenaza está en las galerías horadadas por los lepismas, los temidos peces de plata de las bibliotecas, que devoran la memoria libresca.
Sin embargo, este fondo patrimonial es precisamente el triunfo de la memoria contra el olvido. Aquí huele a papeles de hace siglos, a vitela y pergaminos, a sabiduría felizmente atesorada. Un paraíso libresco que Eduardo Peñalver seguirá recorriendo porque en el fondo es como el paisaje de su propia memoria.
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