El monumento más sevillano: 76 años esperando a San Fernando en la Plaza Nueva
La idea de homenajear al Rey Santo se lanzó en 1848 en el sexto centenario de la conquista pero no se pudo inaugurar hasta 1924
El Ayuntamiento de Sevilla conmemorará este miércoles el centenario del monumento de San Fernando
El monumento a San Fernando de la Plaza Nueva, que este 15 de agosto cumple cien años, pasa por ser el proyecto que ha sufrido más demora en la historia reciente de la ciudad. Se inauguró en 1924, la primera piedra se colocó en 1877 y la idea primitiva se fraguó en 1848: 76 años en total para erigir la estatua ecuestre del Santo Rey, lo que es exagerado a todas luces incluso para los estándares de Sevilla, donde el tiempo pasa invariablemente sin que los proyectos cobren vida.
La historia, accidentada como pocas, revela no pocas claves de la ciudad que se repiten a lo largo de los años: falta de liderazgo de la sociedad civil, penuria económica municipal, deliberaciones estéticas interminables, dilaciones en comisiones 'ad hoc' e incapacidad para optar por soluciones pragmáticas. Que Sevilla tardara tres cuartos de siglo en levantar un monumento a quien había sido su conquistador seis centurias atrás da idea de la dimensión temporal que rige en la ciudad.
Empecemos por el final, que es la efemérides que ahora saludamos: el viernes 15 de agosto, el deán de la Catedral, Luciano Ribas, bendijo el conjunto escultórico y el alcalde, Agustín Vázquez Armero, descorrió el cortinaje para que pudiera apreciarse la estatua ecuestre de Joaquín Bilbao.
Se había colocado sobre el basamento idea del arquitecto Juan Talavera y Heredia en el que están representados los cuatro personajes principales de la conquista: el príncipe Alfonso X (obra de Enrique Pérez Comendador); Garci Pérez de Vargas (de Joaquín Sánchez Cid); el almirante Ramón Bonifaz (cuya autoría corresponde a José Lafita Díaz) y el arzobispo Don Remondo (original de Alfonso López Rodríguez).
Bailan los seises
Hubo discurso oficial y baile de los seises ante la patrona, que había ampliado el recorrido de su procesión para tan magno acontecimiento. Las calles se habían alfombrado con «ramas olorosas» y rendían honores fuerzas de los regimientos de Soria y Granada, Ingenieros, Caballería de Alfonso XII, Artillería, Intendencia, Sanidad Militar y los somatenistas al mando del general de brigada Fernández Barreto.
La banda municipal estrenó una marcha triunfal compuesta ex profeso para el acto por Manuel Font de Anta (en la reseña del periódico está nombrado como Manuel Font hijo) y la Virgen de los Reyes, que estrenaba sillón de carey, dio una vuelta completa al monumento entre una lluvia de flores.
El cronista oficial de la ciudad, Luis Montoto y Rautenstrauch, compiló en un opúsculo los principales detalles por acuerdo de la comisión permanente municipal adoptado el 20 de agosto de 1924. No era para menos. Había costado tanto levantar el monumento que el Ayuntamiento de la época quería que se perpetuara la memoria de aquel esfuerzo inaudito durante tres cuartos de siglo.
![La estatua en una imagen captada en la actualidad](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/08/14/estatua-rey-actual-U44005867115DIb-760x427@diario_abc.jpg)
Montoto lo resume así: «Ya en 1848 el Municipio halagaba la idea de rendir público y elocuente homenaje a San Fernando. Terminadas las obras que transformaron la que fué huerta del convento de San Francisco en la hermosa plaza llamada luego de la Infanta Isabel -conocida vulgarmente por la Nueva- se pensó en erigir en su centro una fuente monumental que tuviera por remate la estatua ecuestre del Santo Rey». Se había pensado en construir una fuente monumental centrada en la apoteosis del Santo Rey como la que Herrera el Mozo había pintado dos siglos antes para San Hermenegildo o Zurbarán para Santo Tomás.
Trece años después, nada se había hecho. En el pleno del 15 de marzo de 1861, los concejales Olave, Fernández, García de Leaniz y Cueto retomaron la idea de una gran fuente monumental alegórica a las glorias de Sevilla con la estatua del Santo Rey en el centro montado a caballo. Salió adelante la moción aunque se escucharon las primeras voces de que la escultura fernandina se llevara a la plaza del Triunfo (todavía sin la Inmaculada de Coullaut Valera) y en la plaza de la Infanta Isabel (el primitivo nombre) se levantara un monumento a Murillo.
La estatua de la Reina
Al año siguiente, el 3 de octubre de 1862, se cambia de planes. La corporación aprueba por unanimidad la propuesta del alcalde Juan José García de Vinuesa -muerto de cólera atendiendo a los vecinos en la epidemia de 1865- para erigir una estatua a Isabel II, que esos días estaba en la ciudad con su marido, Francisco de Asís, y sus hijos.
Un día después, una comitiva integrada por el alcalde y los concejales Francisco Javier de la Borbolla, Manuel Macía Rincón, Ginés Díaz, Antonio Mejías y Francisco de Borja Palomo se persona a las 19.30 en el palacio de San Telmo para hacerle el ofrecimiento a la Reina. La exposición razonada derrochaba halagos y ditirambos: «La construcción, Señora, de un monumento de mármol con la estatua de V. M. en el centro de la plaza de la Infanta Isabel, donde presenció un humilde festejo, es el férvido anhelo de los sevillanos en los momentos de separarse de su augusta Reina. Así únicamente podrá este heroico pueblo mostrar a las edades venideras el júbilo inefable con que la recibieron sus habitantes y el orgullo noble con que recuerda los progresos de la nación durante su glorioso mando».
Doña Isabel rechazó el ofrecimiento alegando que no quería estatuas en vida. Y dejó manuscrito su deseo, que el cabildo local se apresuró a plasmar: «Agradeciendo los deseos de la ciudad de Sevilla, es mi voluntad se coloque en el lugar destinado para mi estatua, la de San Fernando; Santo que tanto venero, Rey y guerrero que tanto admiro. Isabel. 4 de octubre de 1862».
El primer concurso de ideas se le planteó a los profesores de Bellas Artes de Sevilla a los que se les exigió un presupuesto «lo más económico posible
En diciembre de ese año, el alcalde García de Vinuesa «proponía que, por la Comisión de Obras Públicas, se pidiese a los profesores de Bellas Artes, residentes en Sevilla, diseños de fuentes monumentales, con la estatua ecuestre del Santo Rey, acompañándose un presupuesto «lo más económico posible».
Al año siguiente, en 1863, llegaron los proyectos concursantes. Pero ninguno era «lo más económico posible»: Demetrio de los Ríos proponía una estatua con el estandarte «enarbolado artísticamente» por 780.000 reales, esto es, 195.000 pesetas; Manuel Juliano suprimía en su proyecto la fuente «por estimar su autor que ocuparía mucho sitio y haría húmedo el lugar» por 115.022 pesetas; Vicente L. Hernández no acompañaba presupuesto pero sí un boceto en yeso «representando al Santo Rey rindiendo su espada al Altísimo»; José de la Coba se limita a proponer la escalinata y el pedestal para una altura total de 11,5 metros por 77.578 pesetas.
La opción más barata
El Ayuntamiento se decantó por el de Manuel Portillo Navarrete, que saldría por 111.175 pesetas, por ser el más económico y en enero de 1864 acordaba además que se diera audiencia a las academias de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría (Sevilla) y San Fernando (Madrid). La respuesta, tras muchas idas y venidas, llegó en 1865 pidiendo un concurso anónimo abierto a todos los artistas españoles para dictaminar.
No volvió a hablarse del tema hasta 1867, cuando Demetrio de los Ríos solicitó que le devolvieran su boceto que había presentado cuatro años antes «expresando que los conservaría en su poder y los ofrecería al Ayuntamiento, si alguna vez, éste, procediese a su ejecución».
El proyecto se retomó el 23 de noviembre de 1876 con el alcalde José María Ybarra (el fundador de la Feria de Abril) al frente de la corporación municipal. El conde de Ybarra facultó una comisión encargada de estudiar los proyectos que se decantó por el de Demetrio de los Ríos, aunque recortando algo el basamento, y pidiendo al Ministerio de Guerra bronce de cañones para la fundición de la estatua.
![Detalle de la estatua del Rey Santo](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/08/14/detalle-estatua-sanfernando-U33515784338aLT-760x427@diario_abc.jpg)
Con tan decidido impulso, el Rey Alfonso XII pudo colocar la primera piedra del monumento el Sábado Santo de 1877 (31 de marzo en el calendario) en presencia de la Reina madre Isabel (que vivía en el Alcázar) y de los duques de Montpensier además del presidente del Consejo de Ministros, Cánovas del Castillo, diputados y autoridades.
La suscripción popular para costear el monumento la encabezó el Rey y la Princesa de Asturias con 2.500 y 1.250 pesetas, respectivamente. Faltaba mucho dinero para sufragar las casi 200.000 pesetas en que Demetrio de los Ríos había tasado su proyecto cuando se cruzó por el camino un ofrecimiento singular: las tres columnas romanas descubiertas en la calle Mármoles. La comisión encargada desechó esa posibilidad en agosto de 1877 y delegó en una subcomisión para redimensionar el proyecto de Demetrio de los Ríos, enviado a Madrid para su estudio por la Real Academia de San Fernando.
Las relaciones entre el arquitecto y el municipio se habían enturbiado a cuenta del impago de la intervención en la casa consistorial y exigió de nuevo la devolución de los planos durante el verano de 1879, dos años después de la primera piedra, dieciséis desde el concurso y veintiuno desde que se lanzara la idea. El final del culebrón todavía no estaba cerca.
Segundo concurso de ideas
En 1882, un nuevo alcalde, Francisco Gallardo y Castro, promovió que se rehiciera un nuevo concurso. Volvieron a aparecer las columnas de la calle Mármoles en escena en un proyecto de Joaquín Guichot hasta que se desechó definitivamente moverlas del sitio donde habían aparecido en 1884. El asunto volvió a dormir el sueño de los justos hasta que en marzo de 1890 el concejal Moriano lo devolvió a la actualidad. Así que nuevo encargo baldío a la Comisión de Obras Públicas.
El proyecto quedó olvidado en un cajón hasta que el concejal Ignacio de Casso, catedrático de Derecho Civil y vicerrector de la Universidad, «desempolvó papeles, al tercer mes de su mandato Municipal (marzo de 1914) y evocó de nuevo su recuerdo en cabildo» en febrero de 1916, según recuerda en el opúsculo 'El monumento a San Fernando. Historia de un proyecto' que él mismo escribió para animar la suscripción popular abierta por el Ayuntamiento. Habían pasado 68 años desde que se había hablado por primera vez del monumento.
Faltaban todavía ocho más para verlo hecho realidad. En 1919 se encarga al arquitecto municipal Juan Talavera la traza del pedestal como hoy la conocemos después que Aníbal González declinase el ofrecimiento. De la estatua ecuestre se encargaría Joaquín Bilbao, conforme a los planos aprobados en 1921. Finalmente, se decide que el 15 de agosto de 1924 tenga lugar la inauguración oficial. Habían pasado 76 años desde que se lanzara la primera idea en 1848. El de San Fernando es, de largo, el monumento más 'sevillano' de la ciudad.
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