El rincón de...
Miguel Ángel Domínguez Caballero: «Imaginería, escultura y cetrería forman parte de mi mundo. Soy así de fábrica»
Escultor, imaginero y halconero, emplea sus días en trabajar en Isla Mágica y modelar en su estudio. Este mes participa en una colectiva en homenaje a Dubé de Luque
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![Miguel Ángel Domínguez Caballero en la sevillana Plaza de Doña Elvira](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/10/14/miguel-sara-cruz-RpNFH6vDwBGFfKtLfuZql7K-1200x840@diario_abc.jpg)
—¿Usted qué se considera: escultor o imaginero?
—Yo me siento más imaginero que escultor. Entiendo que la imaginería es un escalón más elevado que la escultura. La imaginería tiene una metafísica especial.
—Se lo digo porque Sevilla es muy exigentes con estos ... matices.
—Claro, claro. Esta ciudad es muy selectiva a la hora de catalogar a sus artistas. Y yo me siento imaginero.
—Suyo es el único monumento hecho a Silverio Franconetti, el medio cuerpo de la plazoleta Meneses en Morón de la Frontera.
—Así es. Hasta el momento solo existían un par de fotos y es la única escultura exenta del rey del cante, como se le conocía. La familia está moviéndose para levantarle una en la Alfalfa.
—Pero también acaba de finalizar un Santiago apóstol para una asociación civil trianera.
—Efectivamente. Se paseó por sus calles el doce de octubre, realizando su primera salida. Es para una asociación civil trianera. Y es de tamaño natural. Fue vestido de peregrino.
—Y para la colectiva en homenaje a Dubé de Luque lleva la cabeza de un Cristo en terracota…
—Así es. Irá patinado en su color y es un homenaje a la escuela sevillana. Tiene matices de Buiza, de Dubé y de Álvarez Duarte.
—Entonces no es descabellado pensar que usted combina la escultura y la imaginería sin grandes conflictos.
—Por supuesto. Para ser imaginero hay que ser escultor. No por ponerle unas pestañas a una escultura ya se convierte en una virgen. Hay que aportarle la unción sagrada, transmitirle esa sacralidad.
—Tengo entendido que Álvarez Duarte le abrió los ojos a una manera de entender el arte.
—Conocí su obra con diez años, siendo monaguillo en San Ignacio de Loyola. Llegó la imponente imagen del Cautivo y me impactó de tal forma que yo creí que Cristo había llegado al barrio.
—¿Quién le guiaría la mano cuando gubió la Virgen de Guadalupe?
—¡¡Dios mío!!
—Pero lo que no es nada común es que un escultor e imaginero domine el arte de la cetrería. ¿Eso cómo es?
—Amo a la naturaleza como amo a la escultura. Y para mi forman parte del mismo mundo. Vengo así de fábrica.
—Yo creo que aquellos documentales de Rodríguez de la Fuente han hecho por el medio ambiente mucho más que algunos ministerios…
—Sus documentales formaron la conciencia de una España que no había descubierto el valor de la naturaleza. Los lobos eran alimañas, las águilas enemigas de los cazadores y él nos descubre el equilibrio del mundo natural.
—Usted se fascinó con la cetrería con apenas diez años, viendo la suelta de aves en la torre de la Cartuja.
—Así fue. Con esa edad descubro el mundo de la cetrería y veo por vez primera un ave rapaz encaperuzada sobre el guante de su halconero. La imagen me pareció tan romántica como cinematográfica.
—Y se instruyó en el arte de la cetrería estudiándolo en las bibliotecas públicas.
—Sí, sí. No había interné y me iba a las bibliotecas públicas a sacar fotocopias de los pocos tratados de cetrería que existían. Me lo pasaba divinamente.
—Hoy forma parte del espectáculo de cetrería en Isla Mágica, donde creo que entró primero para cuidar las aves.
—Entré como un ayudante para cuidar las aves. Poco tiempo después formé parte del espectáculo y aparezco en escena portando un águila real, con una estampa impresionante. Así llevo veinticuatro años.
—Es un trabajo que deja marcas, ¿verdad?...
—(Risas) Algunos picotazos, algunas veces que se pasan del guante y se plantan en la cara… pero sobre todo momentos mágicos.
—¿La primera ave que se posó en su guante cuál fue?
—Un cernícalo primilla, que rescaté de la Catedral, donde cada primavera se caen muchos. La alimenté, fortalecí y la llevé a Medio Ambiente.
—¿Se establecen vínculos especiales entre el halconero y su ave?
—Por supuesto que sí. Y es impresionante ver a un halcón a seiscientos metros del suelo y a una señal del halconero baje como un rayo a posarse en sus pies. Estoy por decir que entre halcón y halconero se crean vínculos de hermandad.
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