entrevista
Un médico «analógico» que lleva 44 años con su consulta en Sevilla: «Apenas uso el ordenador, nunca me he tomado vacaciones y casi todos mis pacientes vienen sin cita»
El doctor José María Millán Simó tiene carpetas escritas a mano con la historia de las casi 15.000 personas que ha atendido a lo largo de estas cuatro décadas y media y a los que nunca les pone límite de tiempo: «Les escucho y estoy con ellos lo que haga falta. Algunos me llaman cuando están de viaje para que les tranquilice, si les duele algo»
«Dejé la Seguridad Social porque querían restringirme las radiografías y las medicinas»
«Utilizo instrumental de hace 44 años y una vieja báscula romana porque nunca fallan»
«En mi consulta tengo un gran crucifijo y mis pacientes musulmanes nunca me han dicho nada. Pero si alguien dijera algo, ahí tiene la puerta»
![José María Millán Simó en su consulta en el barrio sevillano de Nervión«](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/04/27/jose-maria-millan-simo3_20240427124119-RdbUV5ErBjkejbWHDGOOaiK-1200x840@diario_abc.jpg)
José María Millán Simó lleva 44 años ejerciendo como médico de familia y no piensa jubilarse. Mantiene su consulta desde hace más de cuatro décadas en el barrio de Nervión y se conoce la vida y milagros de casi todos sus pacientes, no en ... vano a algunos los conoció de niños y los sigue atendiendo ahora, cuando muchos son abuelos y le traen a sus nietos para que los vea. Sabe dónde viven, con quién, el nombre de sus hijos, y por la cara con la que le llegan ya se va haciendo una idea de lo que pueden tener.
Apenas usa el ordenador y su consulta se parece a la de los médicos de la serie «Cuéntame qué pasó», todo es analógico, hay multitud de relojes y campanas, y conserva casi todo el instrumental de los años 80 del siglo pasado con el que se estrenó como médico, como el esfigmomanómetro con casi medio siglo de antigüedad que mide la tensión arterial a través de una columna de mercurio. «Es que antes las cosas se hacían para que duraran y, además, nunca fallan», dice. En noviembre de 2020 un paciente con Covid al que exploró la garganta le contagió el virus y lo puso al borde de la muerte. Los 20 días que permaneció en la UCI del Virgen del Rocío y los 40 que tardó en recuperarse fueron los únicos días que ha faltado a su consulta desde 1980. «Abro la tarde de Nochebuena y de Nochevieja, de 4 a 6. Nunca me he tomado vacaciones», dice.
-Cuando usted se licenció en Medicina, había muchos médicos en paro.
-Sí. Yo soy de la promoción 1973-79 y, cuando terminé Medicina, se empezó a instaurar el sistema MIR. Cuando yo me presenté a esas pruebas, éramos 33.000 médicos para 3.000 plazas en toda España. Yo saqué el número tres mil y poco, y me quedé fuera, junto con otros 30.000 más. Era tal la competencia que estábamos dispuestos a coger cualquier plaza, incluso Dermatología en Canarias.
-Dermatología es la especialidad más demandada por los médicos que se presentan hoy al MIR.
-Ahora sí, pero entonces Dermatología no la quería nadie. Yo abrí en 1980 con Manuel Durán una consulta de medicina general en Bellavista y en 1982, el año del golpe de Estado, nos mudamos a Nervión. Y hasta hoy. He atendido hasta ahora a unos 15.000 pacientes diferentes.
-¿Se conoce el nombre de todos sus pacientes?
-Sí, y también lo sé casi todo sobre ellos porque me suelen contar sus vidas, mujeres, maridos, hijos. Eso ayuda en el diagnóstico. También ayuda que jamás me haya tomado vacaciones. Trabajo los 365 días del año salvo los días que están en rojo en el calendario. La tarde de Nochebuena y de Nochevieja también trabajo, aunque reduzco el horario. Los pacientes nunca me faltan.
-¿En Nochebuena quién viene a su consulta?
-El que está malo, malo. Siempre me llegan 8 ó 10 personas. Una tarde normal suelo ver a 30 ó 35. Los lunes y viernes suelen venir más, a veces 50. O más. Martes, miércoles y jueves baja un poco la afluencia, igual que en verano.
-¿Y cuánto tiempo les dedica?
-El que necesita cada uno. Algunos vienen para el control de diabetes, de la tensión o o el colesterol, y otros para que les mande recetas y entonces son dos minutos. Pero hay otros con los que estoy treinta minutos o tres cuartos de hora. Lo que haga falta para saber qué tiene y cómo puedo ayudarle.
-¿Y no le protestan los que están esperando?
-Algunos. Antes me callaba pero ahora ya no. Les digo que le tengo que dar a cada paciente el tiempo que necesita. Y que a ellos, cuando les toque, también se lo daré.
-¿Mantiene a muchos pacientes a los que empezó a ver cuando abrió la consulta?
-Sí. A algunos los empecé a ver de niños, luego de jóvenes, primero de solteros y, más tarde, de casados. Y también he visto a sus hijos pequeños y ahora algunos vienen con sus nietos. He visto a las tres generaciones de una misma familia y algunos de los hijos de estos primeros pacientes que vi cuando abrí la consulta son ahora médicos como yo.
-Bueno, como usted exactamente... ¿Guardan ellos los historiales en carpetas escritas a mano?
-Yo es que soy analógico. Tengo un ordenador para pasar las tarjetas de las compañías pero no lo utilizo para nada más. Esas carpetas verdes que usted ve las empecé a escribir con pluma y luego con bolígrafo. Lo apunto todo, las pruebas que se han hecho, etcétera. Y conservo la de los pacientes que han fallecido.
-Recientes estudios demuestran que los pacientes a los que les ve el mismo médico durante 15 años seguidos, se mueren menos, hasta un 25 por ciento menos. ¿Tiene pacientes muy mayores?
-Tengo pacientes de hasta 103 años. Pero también los tengo de pocos meses. Los tengo de todas las edades. En mis carpetas tengo la historia de 14.700 pacientes y al paso que voy de aquí a final de año llegaré a los 15.000.
-¿Le están llegando pacientes de la sanidad pública?
-Sí. Son personas que han ido primero a Urgencias o a su centro de salud y que siguen con su problema. Supongo que alguien les habrá hablado de mí y vienen aquí a que se lo resuelva. Hoy he abierto dos historias nuevas y esto también tiene que ver con que no hay médicos de familia y la asistencia en los centros de salud no se hace con el tiempo necesario. A la gente hay que darle su sitio, tú no puedes ver a los pacientes en un horario determinado con esos cupos tan grandes que hay en la sanidad pública.
-¿Qué le diría a los médicos que salen ahora de las facultades y no quieren saber nada de la medicina de familia? Esa especialidad es casi la única que no se cubre en las convocatorias de plazas MIR.
-Les diría que la medicina de familia es la especialidad más bonita de todas. Si te gusta la medicina, lo ves todo aquí. Haces dermatología, geriatría, pediatría, reumatología... pero es verdad que tienes que estudiar mucho más y estar siempre leyendo libros. A mí siempre me ha gustado la psiquiatría y aquí también la practicas con los pacientes porque vienen a veces con problemas emocionales. En medicina de familias ves a pacientes de pocos meses y a otros de muchísimos años. Mi paciente de más edad tiene 103 años. Hay mucha gente que se hace médico ahora para ganar dinero. Para mí la medicina fue siempre algo vocacional, aunque es verdad que ahora la medicina de familia se ha puesto de mucho trabajo y pocas nueces.
-¿Tiene la sensación de haber salvado muchas vidas?
-Sí. Hay pacientes que me han llegado en un estado grave sin saberlo ellos. Recuerdo a una secretaria de Justicia, que se quedó viuda y vivía con la hermana. Las atendía a las dos y esta mujer se presentó un día en la consulta. Nada más verla y hacerle dos preguntas y auscultarla, le pedí una ambulancia y la mandé al hospital. Venía con un tromboembolismo pulmonar. Salvó la vida por pocas horas.
-Usted estuvo a punto de perderla por el Covid.
-Estuve 20 días en la UCI del Virgen del Rocío. El paciente que me lo contagió era un maestro que vino a mi consulta. Cometí el error de examinarle la garganta y el virus se debió de colar a través de la mascarilla. Eso fue un lunes y el paciente me llamó el miércoles para decirme que había dado positivo en Covid. Le prohibí que se pasara por la consulta para que no contagiara a nadie y le mandé la baja. El hombre estuvo mal pero pasó la enfermedad en casa. Tres días después de verlo, yo empecé a tener tos, pero no me dio fiebre ni me sentía cansado. Pero al cuarto día, lunes 1 de noviembre de 2020, noté que me faltaba el aire. Eran las 9,15 de la mañana, me puse el pulsioxímetro y con el resultado que me dio, el 81 por ciento, me di cuenta de que me estaba muriendo. Vino el 061 por mí y me llevó al Virgen del Rocío. Tenía una neumonía que me había dejado el 70 por ciento del pulmón sin funcionar. El 2 de noviembre me bajaron a la UCI, me intubaron y hasta el 20 de noviembre no salí. Me contaron los médicos que tuve dos crisis respiratorias importantes y estuve dos veces a punto de morir. Me puse azul como un pitufo y tardé un mes y medio en recuperarme en mi casa porque salí muy débil del hospital. Han sido las únicas «vacaciones» que me he tomado en mi vida como médico de familia.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete