VIDEOANÁLISIS
Mario Daza: «Alameda bonita, tú no me llores»
Hace quince años que el Ayuntamiento de Sevilla se gastó allí más de 7 millones de euros en una obra que sobre el papel parecía interesante pero que una vez ejecutada ha sido un fracaso mayúsculo
En Sevilla sabemos mejor que nadie que ha habido pocos cronistas que hayan contando nuestra historia como lo hacía Francisco Palacios 'El Pali' en las letras de sus sevillanas. Dicen que fue un trovador que supo tomar la medida al gozo de los sevillanos, cantando ... a las tradiciones perdidas de la ciudad que hoy sobreviven en la memoria gracias a sus versos. Habló de Triana, del Arenal que lo vio nacer, de la Semana Santa y de los viejos patios y también cantó como nadie a una Alameda de Hércules que hoy miraría horrorizado por la degradación estética que ha alcanzado. Con razón una de sus letras decía aquello de 'Alameda bonita, tú no me llores'. Todo un visionario.
Porque la Alameda de Hércules de nuestros días está para llorar a mares. El histórico bulevar de la zona norte de la ciudad, antaño conocido por los menudeos de droga, las rameras y los mercadillos, es hoy un solar abandonado, ni la sombra de aquel albero y aquella arboleda que ofrecían un respiro en el corazón de la ciudad. Eso que los modernos llaman hoy un pulmón verde. Hace quince años que el Ayuntamiento de Sevilla se gastó allí más de 7 millones de euros en una obra que sobre el papel parecía interesante pero que una vez ejecutada ha sido un fracaso mayúsculo. Sólo tienen que darse una vuelta para ver que los bolardos están rotos, que los incómodos bancos de piedra están inundados de grafitis, que hay unas pérgolas de sombra que sirven para todo menos para dar sombra y que los adoquines del suelo, que en su origen eran amarillos, están ya más negros que el ruan de los nazarenos del Silencio.
Por si fuera poco, ahora una pareja ha okupado uno de los diez quioscos de la plaza, de lo que sólo tres están abiertos y en uso. Allí viven, y hasta tienen un tendedero en la puerta donde cuelgan la ropa que lavan en las fuentes públicas, si es que funcionan. Los vecinos ya tienen hasta una especie de síndrome de Estocolmo con ellos, pues dicen que ponen y quitan los veladores de los bares y que es como el conserje de la Alameda. Pero la cosa es seria y por eso la Gerencia de Urbanismo, que es la dueña de aquello, ha iniciado el procedimiento para sacarlos cuanto antes. Puede parecer algo casi anecdótico pero es la punta del iceberg de un abandono que no es para tomárselo a broma. Ay qué ver lo listo que fue el Pali, porque aquello está para hartarse de llorar.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete