Episodios locales
El incendio de Vilima
Dos bomberos murieron sepultados bajo los escombros en el incendio del comercio de la calle Lagar en la madrugada del 27 de julio de 1968 en el suceso más luctuoso del cuerpo municipal
Para combatir la impresión de que la actualidad depara más noticias de las que podemos asimilar, con un presidente del Gobierno citado a declarar ante el juez y un presidente de los Estados Unidos que renuncia a la reelección, basta zambullirse en la hemeroteca y ... desaparece cualquier síntoma del adanismo, caracterizado por la idea de que uno vive los momentos más importantes de la historia.
La última semana de julio de 1968, por ejemplo, soviéticos y checos negociaban contra reloj con los tanques rojos amenazando la Primavera de Praga; las Cortes franquistas votaban la emancipación colonial de Guinea Ecuatorial; el boxeador José Legrá ganaba el campeonato del mundo de pesos pluma; moría el cardenal Herrera Oria y el Papa Pablo VI publicaba la encíclica 'Humanae vitae' con tanta polvareda que no volvió a escribir otra.
Y en Sevilla, un pavoroso incendio en la calle Lagar destruía por completo los almacenes Vilima acabando con la vida de dos bomberos (Francisco Rivero Pérez, de 43 años, y Joaquín del Toro Anta, de 35) francos de servicio, socorristas de Piscinas Sevilla, que llegaron para ayudar a sus compañeros. La crónica da idea de la tensión.
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El fuego se había iniciado al filo de la medianoche del viernes 26 en la segunda planta de los almacenes Vilima, «abarrotada de tejidos y géneros» propagándose a todo el edificio. Las llamas alcanzaron una altura considerable y eran visibles desde muchos puntos alejados de la ciudad. Los bomberos acudieron con todos sus efectivos, lo mismo que la Cruz Roja y amplia dotación policial.
Hubo un primer desplome que afectó a un grupo de cuatro bomberos; uno de ellos salió por su propio pie y otros dos quedaron atrapados, por lo que fue preciso enviar a un equipo de rescate que logró sacarlos con vida aunque con síntomas de asfixia. El barullo sería notable con la policía acordonando la zona y los bomberos actuando desde fuera y desde dentro. Sin equipos de radio, ni ellos mismos sabían quién había entrado ni salido.
«Eran las dos y media de la madrugada cuando comenzó a circular el rumor de que el bombero Joaquín del Toro Alda (sic), de 36 años de edad, casado y padre de cinco hijos, no aparecía, por lo que se temía que hubiese quedado sepultado entre los escombros. Algunos de sus compañeros afirmaban que, en efecto, había quedado sepultado en el primer derrumbamiento de la techumbre al intentar encontrar la puerta de salida», relataba ABC.
Cuatro párrafos más allá, bajo el elocuente ladillo de «Última hora: dos bomberos muertos», se daba cuenta de la tragedia: «A las cinco menos cinco de la madrugada fueron hallados, tras intensos trabajos, los cadáveres de dos bomberos: don Francisco Rivero Pérez, casado de 40 años con cuatro hijos, domiciliado en la calle Tordo número 10, y don Joaquín del Toro Alda, de 36 años, también casado, con cinco hijos, que habita en Candela número 9».
Los llevaron a enterrar en el coche escala del cuerpo, amortajados con el uniforme de gala y un lienzo sobre los rostros calcinados. No ha habido otro fuego tan luctuoso para los bomberos sevillanos como aquel.
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