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Las heridas cicatrizadas tras el desastre de la mina Aznalcóllar

La rotura de la balsa provocó una convulsión que afectó a los agricultores y trabajadores

La reapertura de la mina contempla la regeneración de las últimas zonas que quedaron sin reparar

Imagen del corredor verde del Guadiamar, donde se produjo el vertido j. m. serrano

L. M. R

SEVILLA

El agricultor Joaquín Herrera salió antes del amanecer a trabajar en una de las fincas que tenía arrendada entre Aznalcázar y Pilas. «Bajando la cuesta hacia el Guadiamar vi el tractor de un compañero parado por la Guardia Civil, así que me acerqué ... para ver si había tenido algún problema». Fue entonces cuando se enteró de lo ocurrido: la balsa de la mina de Aznalcóllar había cedido. «Volví al pueblo a por mi tractor, recogí a mi padre y nos fuimos a una finca que teníamos más arriba, desde la que se divisaba la cuenca… Allí vimos al amanecer que todo estaba cubierto de lodo; se habían perdido cultivos, colmenas, cabañas; no sabíamos lo que hacer ni por donde empezar». Las escenas del 25 de abril de hace veinticinco años siguen en la memoria de esta comarca a cuarenta kilómetros de Sevilla. Algunas heridas cicatrizaron hace tiempo, otras aún deben hacerlo.

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