Día de Todos los Santos en Sevilla: sólo muere quien es olvidado
Miles de personas visitaron ayer el cementerio de San Fernando para honrar a sus seres queridos
Imágenes del cementerio de San Fernando en Sevilla la víspera del Día de los Difuntos

En la memoria justa de Matilde, una señora de Sevilla de edad superior a los 80 y de apariencia menor a los 70, se perfilan muchas dudas. Se ha olvidado de la hora exacta a la que le volverá a buscar su hija, enfermera de ... un hospital cercano, y dispuesta a acompañar a su madre durante unos minutos en el cementerio de San Fernando cuando salga de su trabajo. Matilde asegura conocer a un señor que parece deambular en los miles de metros cuadrados que componen el cementerio sin saber (a ciencias exactas, reflejo de un vistazo continuado de este periodista) quien es ella, seguramente, fruto de una enfermedad que le está castigando con el abandono de algunos recuerdos. Parece perdida, pero ella no lo siente así cuando se acerca a ver, como así dice, a su marido, fallecido en 1994. Ahí, la memoria no falla, y habla de muchas experiencias compartidas juntos.
Si sólo muere quien es olvidado, ayer, en las entrañas del cementerio, con numerosos sevillanos y familias deseosas de honrar a sus difuntos, hubo un reguero de vida con la celebración del Día de Todos los Santos. Con mucho respeto y cariño, además de con actividades habituales en la fecha. Fue el caso de hasta seis señoras que decían ser de Utrera, y que estuvieron durante horas limpiando lápidas. Tras hacerlo con las de sus familiares, y con los mismos paños, escobas, y cubos de agua rellenados una y otra vez en una fuente, perfilaron su conocimiento con otras más cercanas. «Todos los años arreglamos las lápidas. Lo hacemos antes de ponerle las flores», dijo la mayor apenas unos segundos después de servir como 'coordinadora' para las demás.
El aroma a paz y esperanza se repite con los ramos. Sobre todo, desde las 10.00, y tras abrirse las puertas del cementerio dos horas antes, decenas de sevillanos se agolparon en algunas de las floristerías del exterior para honrar, recordar y mostrar respeto a sus seres queridos. El dueño de una de las floristerías del cementerio, David, y con un establecimiento con más de 50 años de experiencia, apenas tuvo tiempo para hablar ante la avalancha de sevillanos en cola para comprar flores para sus difuntos: «Esto es un no parar».
Como alegoría cargado de significado, las rosas simbolizan el amor eterno; y los lirios, la pureza. La vida sigue, y el cementerio quedó ligado, de alguna manera, y con los ramos como testigos, de un cariño sin igual, eso sí, con una variedad pintoresca. A los dos lados de la entrada había coronas de todo tipo, clásicas, con números, en forma de corazón, con los escudos del Betis y el Sevilla... Las tumbas más coloristas, y floreadas, una vez más, fueron las que frecuentan los gitanos en las calles San Ezequiel o Cristo de la Buena Muerte. Familias enteras, con niños pequeños, incluso, algunos de ellos con sillitas plegables para que se puedan sentar durante «el tiempo que haga falta» cerquita de su difunto. Las conversaciones en torno al familiar son constantes, y todos parecen haberse olvidado que se encuentran en un cementerio, eso sí, sin perder nunca el sepulcral respeto y tener controlado que a las 18.30, hora de cierre, hay que salir.
La multiculturalidad se palpa muy pronto. Todos con el mismo deseos de honrar a sus familiares fallecidos, en otra lápida se dibuja la misma situación con un acento lejano. Una familia de Colombia llora la tragedia cernida sobre ella al fallecer uno de los hermanos. El amor y el respeto por un familiar es universal. Llevan flores.
También en los bares cercanos, la oferta fue mayor. Hasta los establecimientos más lejanos, algunos de la Avenida Doctor Fedriani, notaron el bullicio de personas que llegaron en viajes organizados hasta el cementerio. Cada cinco minutos aparece un autobús. El refuerzo de la línea 10 por parte de Tussam, estableciendo un servicio de lanzadera entre Ponce de León y el cementerio de San Fernando, es notorio, tal y como se enorgullece uno de los conductores de los ocho autobuses que están trabajando para hacer este recorrido. En el día del recuerdo a los difuntos, hay quien da lo mejor de sí para que todo salga bien. También los camareros de los bares cercanos están concienciados. «Aquí no se falla. Da igual el año. El 1 de noviembre es sagrado. Y viene muchísima gente. Algunos, incluso, se quedan aquí a comer y hacen el día», declaró un camarero curtido en mil batallas.
Posiblemente, pocas ciudades en el mundo tienen un respeto por sus tradiciones como Sevilla. De padres a hijos, las costumbres afiladas en las emociones, sean las que sean (Semana Santa; Sevilla o Betis...), otorgan a la capital de Andalucía una forma de vida que ayer se plasmó en el cementerio con el recuerdo a los mayores y miles de personas desafiando por momento las gotas de agua en forma de lluvia caídas durante algunos intervalos de la mañana.
En esta ocasión, y por respeto a los fallecidos por la DANA de Valencia, no se celebraron los actos institucionales que había previstos. Eso sí, y un año más, sí estuvo el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz. El regidor no quiso faltar a la tradición de dar un paseo por el camposanto y aprovechó para visitar la tumba de su abuela.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete