De la misa la media
Canto gregoriano, qué Buen Suceso
Iglesia en sevilla
La liturgia debe ser expresión de la vida de fe de una comunidad y eso, bien que lo sentimos, no se vio en el Buen Suceso por ningún lado
![Misa con música gregoriana en la iglesia del Buen Suceso de Sevilla](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2024/11/09/misa-media-buen-suceso-RFRBuEoSysqCpU2cmBa1XwN-1200x840@diario_abc.jpg)
Misa en la iglesia conventual del Buen Suceso
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Fecha: 3 de noviembre
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Hora: 12:30 horas
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Asistencia: unas noventa personas
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Presidencia: Fray José Manuel Granados Rivera, O. Carm.
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Exorno: ninguno
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Múisca: Schola Gregoriana Hispalensis
La iglesia de los carmelitas calzados del Buen Suceso (localizarla en el mapa es una de esas pruebas para calibrar el conocimiento sobre la ciudad) se llenó muy poco antes de que empezara la misa con el introito de los versos finales del salmo 38 ... cantados por la Schola Gregoriana Hispalensis, que fue la protagonista absoluta de la eucaristía.
Pero como esta sección es de crítica litúrgica y no musical, dejemos anotado que los cantores interpretaron de manera más que notable la misa VIII 'De Angelis' (kyrie, sanctus, agnusdéi) además del introito mencionado, el aleluya del domingo XXXI y el salmo 15 para el canto de comunión. El gloria se rezó. Como dice la formación musical en sus redes sociales: «Una nueva oportunidad de escuchar canto gregoriano, en su contexto y para lo que fue creado, en la ciudad de Sevilla». De eso no hay duda y es muy de agradecer que cada primer domingo de mes en la misa de 12.30 se escuche gregoriano.
El propio celebrante agradeció a la Schola su participación porque «nos eleva el espíritu». Y llena la iglesia. De un público no habitual que puede sentir que el espíritu se eleva hacia Dios o hacia la simple delectación artística como un exquisito espectáculo más. Interesante disquisición que no tenemos tiempo de abordar aquí.
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Porque la música no lo es todo en la misa, ni siquiera aunque esté tan bien cantada como lo estuvo. La liturgia debe ser expresión de la vida de fe de una comunidad y eso, bien que lo sentimos, no se vio en el Buen Suceso por ningún lado. El propio oficiante tuvo que leer las dos lecturas y el salmo antes de proclamar el Evangelio, volvió a hacer la oración de los fieles y celebró sin ningún servidor de altar.
Bien está que la música lo llena todo, pero no está de más adornar la mesa del banquete eucarístico con algunas flores que no tienen por qué ser caras, disponer algunas velas adicionales a las lamparillas de aceite 'canónicas', usar una vestidura y unos vasos litúrgicos de más prestancia, acordes con el esfuerzo historicista de los cantores… Hasta el dichoso gel hidroalcohólico antes de repartir la comunión -no hubo lavabo- estaba fuera de sitio.
El resultado fue una celebración descompensada en la que parecía que todo lo que tiene que acompañar al misterio pascual que se celebra sobre el altar no estaba a la altura del gregoriano que escuchaban los fieles. ¿O eran espectadores?
No hay forma de saberlo y Dios nos libre de juzgar los motivos por los que cada quien acude a misa. Pero los gestos corporales -también se reza con los movimientos y las posturas- de más de la mitad de los presentes invita a pensar que habían llegado atraídos por la musicalidad del canto monacal por excelencia.
La homilía del prior de los carmelitas de la antigua observancia fue por ahí, pero de otro modo. Fray José Manuel dio vueltas en torno a la enseñanza del Evangelio de los dos mandamientos del amor: a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, según aprendimos en el catecismo. Y cómo quien dejaba de cumplir uno, «no cumple ninguno de los dos».
Fue una predicación muy breve (en torno a cinco minutos) en la que insistió en que ayudar al prójimo sin «amar a Dios o ir a misa» es, en realidad, una forma de «amor a sí mismo: ayudo para calmar mi conciencia, para que me vean que soy bueno, para que los demás me quieran…» y puso de ejemplo la contestación de Santa Teresa de Calcuta cuando un periodista le reprochó que sus monjas pasaran cinco horas ante el sagrario que podían aprovechar ayudando a los moribundos: «Si no pasaran esas cinco horas diarias, no podrían ayudar porque Dios es el que nos da la fortaleza para poder continuar nuestra labor».
En el capítulo de avisos, quede constancia del agradecimiento a Schola Gregoriana Hispalensis y de la recaudación del Domund de la semana anterior: 690,28 euros.
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