iglesia hispalense
«De la calle se sale y se puede»
Cáritas, a través de su Centro Amigo en Triana, facilita la inclusión de personas vulnerables sin hogar
José y Ramón, dos de las personas acogidas, esperan una plaza en una residencia de mayores de la red pública
Su experiencia sirve de mensaje a los que viven en la calle: «Que se dejen ayudar, que merece la pena»
José y Ramón se abrazan jubilosos y componen con los dedos de la mano la señal de victoria en el patio del Centro Amigo que Cáritas regenta en Triana, junto a la calle Betis. Se sienten victoriosos ahora que tienen un techo bajo el ... que guarecerse, personas alrededor que cuidan de ellos y ven reanudarse los lazos familiares que se deshilacharon cuando ambos malvivían en la calle o en una casa sin electricidad ni agua potable.
El suyo es un mensaje de esperanza para las trescientas personas que pernoctan a diario en la calle en Sevilla: una hiriente realidad de la que no se habla en las campañas electorales ni está en la agenda de los políticos. «Con esfuerzo y esperanza se ve la luz al final del túnel, ahora estoy con mucha esperanza», dice Ramón, de 61 años, natural de Mérida. Ingresó el 10 de junio pasado en el que puede considerarse su primer hogar propiamente dicho en más de treinta años, «por lo menos».
«Que se dejen ayudar, al contrario de lo que hice yo, que abran los ojos a las personas que se les acercan, muchas con cosas materiales, pero también traen compañía, aunque sea en silencio, o sonriendo, abrazando… que se dejen ayudar, que merece la pena y no se encierren en sí mismos. Se sale y se puede», refiere José, de 60 años, natural de La Carlota (Córdoba), que había vivido los últimos cuatro años y medio aislado en una casa en medio del campo en Villamanrique de la Condesa sin luz ni agua.
Ambos esperan ahora alguna plaza libre en una residencia de mayores de la red pública donde puedan vivir. Tienen más que acreditada la vulnerabilidad extrema con grave riesgo de exclusión social pero hace falta reunir otros requisitos. Ramón tiene que esperar un año empadronado en Andalucía -las personas sin hogar están fuera de los padrones municipales- y a José le extraviaron el expediente, nada infrecuente en personas que sufren en sus propias carnes la brecha digital que les imposibilita, por ejemplo, obtener una cita administrativa por medios alternativos a internet o el teléfono.
Mientras llega ese momento, la estancia en el Centro Amigo les ha servido para restablecer lazos con sus respectivas familias. «Después de muchísimo tiempo vinieron mis hermanas y hablo por teléfono una vez por semana con ellas», relata Ramón, que dice sentir «una felicidad muy grande al recuperar la relación con ellas». También José, que ahora tiene la posibilidad de hablar los lunes con su hermana melliza, que le manda vídeos y fotos de su sobrina nieta. «Me aportan mucho», confiesa tras reconocer que se fue distanciando de sus familiares «por mis problemas, mis actitudes y demás».
Las historias de ambos cuando vivían sin hogar difieren notablemente, pero coinciden en el punto a partir del que se dejaron ayudar. «Yo era muy reacio, no me dejaba, pero en la vida es mejor dejarse ayudar, yo intentaría convencer a quienes están en la calle para que ingresen en cualquier centro, que dieran ese paso tan importante que exclusivamente pueden dar ellos», señala Ramón.
En su caso, lo derivó a Cáritas el médico que lo atendió en el hospital donde estuvo mes y medio después de que una ambulancia lo recogiera de la calle. El facultativo es colaborador del Centro Amigo y eso allanó el camino.
A José, lo llevó al Centro Amigo el párroco de Villamanrique, Antonio Jesús Serrano, «que ayuda mucho a la gente y su madre, oro molido», piropea convencido. Vivía en una «situación deprimente y desastrosa» como él mismo cuenta, hirviendo agua de lluvia para beber, por ejemplo. Diagnosticado diabético, no seguía las pautas de la medicación por las «precarias» condiciones de vida aislado en mitad del campo.
La asistente social del pueblo conoció sus circunstancias y lo planteó al cura. Desde julio vive en Triana acordándose de los suyos «y más ahora en las fechas venideras». «Mi madre era una luchadora, enferma de riñón», rememora antes de definirse como un «viejo romántico».
Ambos comparten afición por la música, concretamente el rock: AC/DC, Rosendo... José dice admirar también a Laura Pausini o Andrea Bocelli, «gente que no canta por cantar, sino que manda mensajes con sus letras». Ramón se queda con Freddie Mercury.
Atrás han quedado los años sin hogar, las penurias que los llevaron a «tocar fondo en la calle», las puertas que se les cerraron y las instituciones que rehusaron ayudarles. Ahora tienen por delante la esperanza de un hogar.
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