Episodios locales
Una boda irrepetible
El martes 18 se cumplieron treinta años del enlace nupcial de la Infanta Doña Elena en la Catedral que Sevilla vivió como una reafirmación colectiva; hoy nada sería como entonces
Inundaciones en Sevilla y el resto de Andalucía, en directo: última hora del desbordamiento del Guadalquivir, carreteras cortadas y estado de los embalses

Hace treinta años, Sevilla tocaba el cielo con las manos: flotaba en el ambiente un indisimulado orgullo cívico por haber albergado la Exposición Universal en 1992, haber recibido al Papa en 1993 y acoger la primera boda de la realeza española en medio siglo con ... el enlace entre Doña Elena y Jaime de Marichalar. Sevilla estaba en la cima y vivió aquel enlace como un hito de reafirmación colectiva. Ninguna boda puede repetirse, es obvio, porque los contrayentes no son ya los mismos, pero las circunstancias políticas, sociales y empresariales de aquel momento también han cambiado. Y mucho. En sólo treinta años.
La crisis, por ejemplo, se llevó por delante al catering Juliá, que fue el mascarón de proa de la aportación hispalense al enlace. Ya no están Rafael Juliá ni su empresa, entonces en la cresta de la ola, que se encargó de servir el banquete nupcial. Ni siquiera sigue abierto el que fue su buque insignia, el Puesto de los Monos, que caerá víctima de la piqueta para levantar pisos.
Lista, la empresa que regalaba la mitad de la lista de bodas a una pareja de clientes como acción promocional en aquel 1995 aprovechando el reclamo de la boda principesca, se reconvirtió en sastrería de novios e invitados masculinos y cerró su tienda física en la plaza de San Pedro. Agua de Sevilla, la empresa de perfumes que se había encumbrado durante la Expo92, sacó una colonia específica, Agua Real, que todavía figura en su catálogo aunque con mucha menor presencia en el mercado que entonces.
Tampoco podría repetir obsequio la Diputación de Sevilla, a cuyo frente estaba Miguel Ángel Pino: la vajilla de loza de la Cartuja con diseño de Victorio & Lucchino pertenece decididamente a otra época. El Ayuntamiento de Sevilla, por su parte, regaló las arras, inspiradas en motivos del tesoro del Carambolo, costeadas por la confederación de comerciantes Aprocom que presidía el desaparecido José Luis Acuña.
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La lista de personas que ya no están para conmemorar el aniversario es amplia. Pilar Miró, la realizadora de la señal televisiva que deleitó a España entera con las imágenes espectaculares de la Catedral, murió en 1997. El pintor Paco Cuadrado, autor de la carpeta de grabados que regaló a la pareja la delegada del Gobierno, Amparo Rubiales, falleció en 2017. Y Vicente Vela, creador del logotipo de Loewe y autor del pañuelo original que la firma obsequió a la Infanta, desapareció en 2015. Carmen Alborch, ministra de Cultura que se encargó de comprar el cuadro sufragado con dinero de su bolsillo por todos los miembros del Ejecutivo de Felipe González, murió en 2018. Yaser Arafat, que envió un belén artesanal de madera de los cristianos de Belén, falta desde 2004.
Treinta años después
Todo ha cambiado muy rápido en este tiempo: ya no están ni Rafael Juliá ni su empresa, que se encargó de servir el banquete nupcial
Otros artesanos que se encargaron de regalos institucionales se cuentan felizmente entre nosotros. Como el escultor Jaime Gil Arévalo, que hizo la estatuilla de la Fama que regaló la Universidad de Sevilla, Lola Fonseca (chal de la Comunidad de Madrid), Gabriel de la Cal (cerámica de Castilla-La Mancha), Pedro Cano (dos lienzos de Murcia) o Rafael Moreno (orfebrería del Ayuntamiento de Granada). ¿Seguirán vivos los burros de Rute y la yegua jerezana Trepadora que les obsequiaron a la pareja?
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