entrevista
«Se está disparando el número de noticias falsas y las Academias debemos ser un contrapeso que difunda conocimiento»
Miguel Ángel Rosa, presidente de la Academia Sevillana de Ciencias, aboga por abrir la institución a la sociedad y difundir la ciencia y sus aplicaciones: «Hay mucha desinformación y un ciudadano bien informado es mucho más difícil de manipular»
«La serendipia es una de las claves del éxito de un científico, además de la curiosidad y la creatividad»
«La IA puede ayudar a curar el cáncer y estará en la base de la biología molecular del futuro»
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Miguel Ángel de la Rosa preside la Real Academia Sevillana de Ciencias y es catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Sevilla. Se doctoró en el Instituto de Bioquímica Vegetal y Fotosíntesis fundado por Manuel Losada Villasante, y completó su formación ... en el King's College London. Ha desarrollado su investigación en el Instituto de Investigaciones Químicas, perteneciente al Centro de Investigaciones Científicas Isla de la Cartuja (CIC-Cartuja, US-CSIC), del que fue director entre 2009 y 2018. Es autor o coautor de cuatro libros y de más de doscientos artículos en revistas científicas, y ha impartido unas doscientas conferencias por todo el mundo. De la Rosa ha presidido la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM), de la que es medalla de honor, y es editor-jefe de la revista SEBBM. Pertenece también a la Academia Europea.
-Mucha gente cree que una Academia es un sitio donde una serie de señores mayores se reúnen para tomar café y hablar de lo suyo. ¿Para qué debe servir en el siglo XXI una academia como la que usted preside?
-Eso lo piensa aún demasiada gente, que una academia es un círculo de científicos o menos conocidos o reputados en su profesión que se reúne para tomar un café y contarse entre ellos lo que está haciendo. Debemos hacer que todo lo que hacemos tenga una proyección exterior. Una de las funciones de esta Academia es el fomento y la difusión de la ciencia y sus aplicaciones. Es uno de los retos que nos planteamos en este momento porque creemos, además, que conecta con el interés que suscita en la sociedad la ciencia y la técnica. Y tenemos que hacerle entender a la sociedad lo que estamos haciendo. Debemos abrir la Academia y hacer que todos los ciudadanos tengan elementos de juicio para formarse una opinión sobre temas o problemas que están en la calle y que tienen una base científica.
-Por ejemplo...
-El cambio climático, la alimentación del futuro, la elección del sexo de tu hijo, etcétera. También sobre problemas éticos a nivel de investigación cuando se trata por ejemplo, de embriones híbridos de ratón o de un cerdo con humano. Esto interesa mucho a la gente.
-Cuando aparecieron las vacunas contra el coronavirus, surgieron algunas voces en contra.
-Sí, surgieron los negacionistas de las vacunas. Incluso hay personas todavía que no saben si ponerse otra dosis por los efectos que pudiera tener. Por eso es tan bueno e importante conocer. Por supuesto que pueden producirse efectos secundarios porque la biomedicina no es una ciencia exacta y siempre hay excepciones. Pero eso no quiere decir que la ciencia no aporte seguridad. Y la Academia puede jugar un papel importante en esto. Si no hay información correcta, es muy fácil manipular a las personas. No hay formación sin conocimiento. Sin conocimiento es muy difícil emitir una opinión. A mí que no me pregunten de la alineación del Betis pero algo te puedo hablar de bioquímica. Sin embargo, no soy experto en física o ingeniería porque no es mi campo. Y la ciencia es cada vez más relevante puesto que estamos rodeados cada vez más de avances científicos y técnicos como el móvil. Nuestro bienestar y nuestra salud depende del desarrollo científico-técnico pero muchas veces nos encontramos con dilemas éticos sobre qué camino tomar.
-Estamos sometidos a una sobreinformación de casi todo y lo peor es que aproximadamente la mitad de lo que nos llega es falso o no es completamente verdadero. ¿Lee con frecuencia muchas verdades pseudocientíficas?
-Sí, por supuesto. Muchas de las noticias que llegan de Internet son «fake news» y lo peor es que los jóvenes cada vez se nutren más de fuentes no fiables, no contrastadas. Los medios de comunicación contrastan las noticias antes de publicarlas pero mucha gente publica en las redes sociales lo primero que se le ocurre. Y eso puede llegar a muchos lectores que inocentemente la retransmiten pensando que es cierta.
-Se está disparando el número de noticias falsas. Está floreciendo una industria ya de eso...
-Sí. Las academias deben ser un contrapeso que difunda conocimiento y evite que esas noticias pasen por verdaderas.
-En Estados Unidos el mecenazgo es un motor muy importante de investigación. ¿Por qué no lo es aquí?
-En la Academia nos planteamos también fomentar la cultura del mecenazgo. Lo es en Estados Unidos y en otros países como Israel. Allí vas a un hospital o un centro de investigación y en cada ala se recuerda en grandes letras el nombre de la persona que lo ha patrocinado. En España hay algunas deducciones fiscales pero son insuficientes. Contamos con las fundaciones de Amancio Ortega o Ramón Areces, por ejemplo, pero son pocas. No hay tanta filantropía y en nuestra Academia queremos crear la necesidad de la ciencia. Que el ciudadano entienda que igual que se necesitan escuelas o aeropuertos, también se necesita la ciencia para vivir mejor.
-La ley estatal de Mecenazgo no acaba de salir.
-No. Y es una necesidad. Ahora en la Academia estamos intentando poner en marcha una asociación para el mecenazgo y tener el reconocimiento como institución científica con finalidad social. Mecenazgo no sólo a nivel empresarial sino individual también. Mecenazgo ciudadano. A nosotros nos patrocina la Maestranza, la Fundación Cajasol o el Ateneo.
-¿Se avanza en España en la conexión entre ciencia y empresa?
-Hay mucho margen de mejora. Falta una cierta cultura por parte de la empresa para creer más en la ciencia como tal. La investigación que se hace hoy en las empresas españolas suele ir dirigida a resolver problemas concretos, no a investigar en general. Las grandes farmacéuticas internacionales, por ejemplo, trabajan con miles de productos y líneas de investigación, sabiendo que muy pocos de ellos acabarán siendo aceptados como fármacos. La mayoría no llega al final y el que lo logre cubrirá no sólo sus gastos sino los de todos los demás. Pero ésa es la manera de investigar. Las empresas de tamaño medio sólo financian una investigación para resolver un problema concreto. En Estados Unidos también quieren resolver los problemas pero tienen una visión más amplia. Allí siguen la filosofía del «high risk, high gain» (alto riesgo, alta ganancia). Si el riesgo es bajo, la ganancia también lo será.
-En España el fracaso empresarial se estigmatiza mucho. En Estados Unidos se en cambio como un aprendizaje a menudo necesario para triunfar.
-Las universidades medias americanas son equivalentes a las españolas, no son mejores. Los que nos faltan en España son centros como Berkeley, Harvard, Stanford o el MIT, que es de donde salen casi todos los premios Nobel. No tenemos centros de élite. Hemos optado por un tipo de universidad que al mismo tiempo que se hace investigación se forman profesionales. Ese equilibrio entre docencia e investigación es muy difícil de alcanzar y el prestigio suele darlo la investigación más que la docencia. Allí la carga docente se reparte mucho más y facilita que se pueda investigar.
-Los médicos que quieren investigar en el campo de la medicina se quejan de que no se les reduce la carga asistencial y que tampoco se les reconoce como méritos en su carrera profesional o en las oposiciones del SAS.
-López Barneo creó el IBIS y lo puso muy cerca del Virgen del Rocío. Es lo que se conoce medicina traslacional para trasladar los descubrimientos a los pacientes. Nuestra cultura está alejada de la investigación y mucha gente se pregunta para qué sirve concretamente la investigación. La Universidad de Sevilla colabora mucho con nosotros y le estamos muy agradecidos.
-De todos los proyectos aprobados este año en investigación en salud y biomedicina por el Instituto de Salud Carlos III, dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación, la tercera parte procedían de hospitales y centros de investigación de Cataluña, y Andalucía, la región más poblada de España, no alcanzaba ni un tercio de los proyectos catalanes. ¿Por qué?
-Lo que ha ocurrido con el Instituto de Salud Carlos III creo que es un reflejo de la situación general. Hay dos comunidades autónomas que apostaron claramente por la investigación hace ya mucho tiempo que fueron País Vasco y Cataluña. En Andalucía se creó en los años 90 el Plan Andaluz de Investigación (PAI), que fue el modelo para otras muchas comunidades autónomas. El PAI no se desarrolló y Cataluña y País Vasco sí y van muy por delante de Andalucía en este momento. Esa proporción de proyectos del Carlos III me temo que es el reflejo de la política científica de los distintos gobiernos. El problema viene de lejos pero ahora mismo hay una diferencia importante en las apuestas científicas de los distintos gobiernos autonómicos.
-¿Deberíamos seguir el ejemplo de Cataluña y País Vasco en esto?
-Yo creo que sí. Tenemos camino por recorrer y el Gobierno andaluz actual está dando pasos en este campo.
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