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Del repique de campanas y los chupines... a los chupinazos

Vicente Caballer relata cómo en la pirotecnia valenciana siempre le dieron el nombre de chupinazo al cohete anunciador de las fiestas de Pamplona que elaboraron durante más de 70 años

Del repique de campanas y los chupines... a los chupinazos abc

m.arrizabalaga

Vicente Caballer Ramírez tiene una espina clavada en el corazón desde que el año pasado diversas dificultades impidieron a la famosa pirotecnia acudir a los Sanfermines y fabricar el cohete anunciador de las fiestas, el famoso Chupinazo . «Esperamos volver», señala a ABC, porque «yo en Pamplona nunca descarto nada».

«Mi padre me enseñó a querer a esta ciudad», añade desde Pamplona, donde este martes participaba con su colección de fuegos artificiales en el Concurso Internacional Sanfermines 2014. Al nieto del fundador de la Pirotecnia Caballer le une una vinculación especial con los Sanfermines. «Mi abuelo ya venía en 1905, 1906, 1907... a disparar fuegos», recuerda Caballer, cuyo padre consolidó y fortaleció aún más estos lazos. Esta firma de Godella elaboró el cohete del Chupinazo desde que a partir de 1941 se comenzó a tirar oficialmente desde el balcón del Ayuntamiento.

En 1939, año en que se había recuperado la fiesta tras la Guerra Civil, Joaquín Ilundáin había convocado a los pamploneses en la Plaza del Castillo para lanzar el chupín que a partir de entonces pasaría a llamarse «chupinazo». Hasta entonces eran los empleados de la pirotecnia encargada de quemar los fuegos artificiales quienes tiraban chupines y bengalas desde esa misma plaza anunciando el inicio de las fiestas y ocasionalmente permitían a algún vecino que lanzara alguno de ellos. Era un acto al que apenas acudía gente y que se sumaba al tradicional repique de campanas que se perdió tras ser prohibido durante la República. Los que sí permanecieron fueron los chupines y de ahí que el cohete anunciador de las fiestas, por su mayor tamaño, pasara a llamarse chupinazo.

Así lo denominaron desde el principio los Caballer. «Nosotros le dimos el nombre de chupinazo, mis abuelos y mis padres siempre hablaron de chupinazos», señala la tercera generación al frente de la pirotecnia valenciana.

Un cohete «especial»

El éxito del Chupinazo pamplonés llevó a numerosas localidades a adoptar esta nueva fórmula para anunciar el inicio de sus fiestas, aunque para Vicente Caballer «el chupinazo de Pamplona es único, como los encierros».

«Tiene un sonido cuando sale que dice: "Éstas son las fiestas de San Fermín"», añade.

El cohete que ellos elaboraban era «especial porque estaba hecho de forma manual, como se hacía antiguamente, por el experto más preparado de la fábrica», según describe. De mayor tamaño que el actual, en el cohete de Caballer «la varilla era de una caña natural, no de madera, con una vela que se calentaba y enderezaba» y que al descender «no caía como una flecha, sino planeando».

«Siempre con el trueno de color rojo y la pólvora que gastábamos era especial, con un sonido diferente», añade.

Caballer presume de que «nunca falló, en más de 50 años de chupinazos». Que no llegara a explotar o que cayera sobre el gentío era la mayor preocupación de los expertos pirotécnicos, que solventaron con éxito el reto durante décadas. «A nosotros afortunadamente San Fermín siempre nos protegió», añade.

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