Trasplantes en «urgencia cero», entre la vida y la muerte
El pasado 20 de febrero tres personas salvaron su vida «in extremis» gracias a una donación. ABC ha hablado con ellas y con los equipos médicos que les dieron una segunda oportunidad
![Trasplantes en «urgencia cero», entre la vida y la muerte](https://s2.abcstatics.com/Media/201403/16/ivan-trasplante--644x362.jpg)
Estaban entre la vida y la muerte, rogando para que llegara el órgano que necesitaban. Ellos y sus médicos fueron los auténticos protagonistas de aquel 20 de febrero, el día en que la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) logró un récord histórico que permitió hacer 45 trasplantes en menos de 24 horas . Fue una jornada de actividad frenética en la que 22 hospitales y medio millar de profesionales trabajaron como un solo equipo. Las cirugías de aquel día mejoraron la calidad de vida de muchos enfermos, pero sobre todo se dio una segunda oportunidad a cuatro de las cinco personas que estaban al límite de su supervivencia.
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La tuvo Iván que llevaba semanas en el Hospital Clínic de Barcelona intentando sobrevivir con un corazón fulminado por un infarto y Edmunda, ingresada de urgencias en el Doce de Octubre de Madrid porque su hígado había dejado de funcionar repentinamente con solo 38 años de edad. También tuvo otra oportunidad un chaval de 23 años que luchaba en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid para mantener el latido de un corazón trasplantado cuando solo tenía 11 años, ese que ahora su cuerpo había decidido rechazar.
Corazones e hígados, sin espera
Ni el corazón ni el hígado admiten casi espera. Cuando empiezan a fallar estas piezas vitales no tienen una máquina eficaz que supla sus funciones, como la diálisis lo hace con los riñones. Por eso los pacientes como Iván o Edmunda en situación crítica tenían prioridad absoluta en todo el territorio. Estaban en «urgencia cero», la única circunstancia VIP con la que un enfermo en España consigue un trato especial en la Organización Nacional de Trasplantes. En un país como el nuestro, donde esta lista de espera es sagrada, el único criterio que cuenta es la gravedad y la compatibilidad de los órganos donados.
JOSÉ RAMÓN LADRAEdmunda (38 años) empezó a sentirse mal y entró en coma. Su hígado tuvo un fallo fulminante y repentino. Ella no recuerda la angustiosa espera por el órgano que ahora le ha permitido volver a estar con sus mellizos, tras casi dos meses de ingreso en el 12 de Octubre de Madrid
Aquel día hubo suerte. Cuando llegaron las primeras donaciones, solo quedaba encontrar un donante que fuera compatible con el grupo sanguíneo y el tamaño del órgano. Y ¡bingo! tres corazones y dos hígados parecían ajustarse a las necesidades de los cinco enfermos más graves: tres necesitaban un corazón y dos, hígados de repuesto para seguir vivos. Los órganos viajaron a Barcelona, Madrid y Sevilla. Se trasplantaron con éxito en cuatro pacientes. Solo uno de ellos no soportó el proceso.
El corazón de Iván voló desde Madrid al Hospital Clínic de Barcelona en un avión especial para reducir al máximo el tiempo que permanecía sin latir. Ángel Ruiz, coordinador de Trasplantes del Clínic no recuerda aquel día como una jornada especialmente compleja. «Se hicieron cinco trasplantes. No está mal, pero por ejemplo ayer (por el miércoles) hicimos ocho».
Para Iván Anglada, un médico cubano de 45 años que trabaja en España desde hace trece años, sí fue el día más especial. Llevaba mes y medio postrado en la UCI del hospital, sin moverse de la cama, enchufado a un dispositivo que le ayudaba a mejorar su circulación. Un infarto masivo dejó muerto gran parte de su corazón, sin posibilidad de hacer nada para recuperarlo. Ni cirugía de «by-pass», ni cateterismos...
«Ese corazón será para mí»
«La única opción era contar con un corazón nuevo, pero no llegaba y nos preocupaba mucho su situación aunque él nunca perdió la sonrisa ni la esperanza. Nos decía: ”Tranquilo doctor, estoy convencido de que llegará”», cuenta su cardiólogo Félix Pérez Villa. Antes de que llegara el órgano definitivo hubo una oferta que no llegó a buen puerto. «Así que el pasado 20 de febrero no quisimos darle muchas esperanzas, pero él nos dijo: “Ese corazón será para mí y yo podré salir”. Y así fue. Sin duda, ese ánimo tan positivo le ayudó a superarlo. El trasplante fue extraordinariamente bien y a pesar de estar inmovilizado en la cama tanto tiempo se ha recuperado más rápido de lo que suele ser habitual».
Lo que peor recuerda Iván de aquellos días son los días de espera en la UCI, solo y sin familia porque viven en Cuba y no quería preocuparlos. «Cuando falló la primera donación hubo un momento que me encontraba tan agotado que quise dejarme ir. Llevaba un mes en una cama boca arriba sin poder moverme y me parecía más fácil abandonar. Fue una doctora la que me animó. Solo me dijo: “No puedes tirar la toalla después de todo lo que has luchado, ahora es el momento de los fuertes» y ese empujoncito bastó. Cuando me avisaron semanas después de que había un nuevo donante supe que esa vez sí funcionaría. Me relajé tanto que me quedé dormido hasta que vinieron a buscarme para entrar en el quirófano».
El nuevo corazón se ajustó como un guante al tórax de Iván. «Un día después del trasplante ya me sentía mucho mejor. Tenía un apetito voraz, empezaba a caminar...¡Mejoré tanto que me asusté!», cuenta por teléfono desde su casa, días después de haber recibido el alta hospitalaria. Sus médicos le dicen que ha sido un premio a tanto sacrificio, aunque él está convencido de que algo ha debido pasar para que le hayan salvado la vida dos veces.
Un fallo hepático fulminante
En el caso de Edmunda Gallego, lo peor se lo llevó su familia. Ella era la enferma, pero no recuerda nada de aquellos días de angustia y sufrimiento en la UCI del Hospital 12 de Octubre de Madrid. Solo que repentinamente empezó a sentir náuseas, a vomitar, a marearse... En urgencias le comunicaron que su hígado se estaba deteriorando a pasos agigantados como si hubiera envenenado o comido setas tóxicas y después entró en coma. Cuando pudo despertarse habían pasado cinco días y ya tenía un hígado nuevo.
Edmunda no fue consciente de esos días de desesperación. Ahora sí, cuando su marido le va contando poco a poco cómo fue todo. Cómo temieron por su vida porque no llegaba un hígado adecuado, cómo nadie se explicaba lo que le pudo ocurrir. Si fueron los medicamentos que tomaba para tratar su esclerodermia –una enfermedad reumática autoinmune– los que fulminaron su órgano, o qué otra cosa le pudo ocurrir.
Lo que sí sabe hoy es que «se ve la vida de otra manera». «Estoy muy cansada, no me puedo mover bien porque he perdido mucha masa muscular y me cuesta mucho comer». Recién dada el alta solo piensa en volver a ser la que era y en aprovechar el tiempo perdido con sus hijos, dos mellizos inquietos que no entienden nada de lo que ha ocurrido. Solo que estuvieron casi dos meses sin ver a sus padres. «Estábamos deseando volver a estar con ellos».
Luchando por un segundo corazón
El 20 de febrero también se vivió con mucha intensidad en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid. El equipo de trasplante cardiaco estaba en vilo por un chaval de 23 años, un viejo conocido del centro. A este chico, al que llamaremos Alejandro porque prefiere seguir en el anonimato, le trasplantaron de niño el corazón con el que convivió doce años.
Tenía una miocardiopatía dilatada, eso quiere decir que el músculo de corazón se debilita y la única forma de compensar la pérdida de fuerza es dilatándose un poco más. Pero, al final el latido es tan débil que es incapaz de bombear la sangre, por eso fue necesario trasplantarle tan pequeño.
Con ese nuevo corazón vivió doce años. Se convirtió en un hijo modelo, encontró novia y llegó al último año de Ingeniería Aeronáutica, una trayectoria envidiable que se alteró hace dos años. Un desmayo fue le primer aviso de que aquel corazón «prestado» empezaba a fallar. Su cuerpo había decidido rechazarlo. Durante estos dos últimos años ha estado entrando y saliendo del hospital hasta que su situación se convirtió en crítica.
Muerte inminente
«Tuvo un shock cardiogénico, estaba en una situación de muerte inminente», explica Javier Segovia, responsable de la Unidad de Trasplante Cardiaco del Hospital Puerta Hierro. «Le mantuvimos con vida con medicaciones muy potentes y un complejo sistema de asistencia ventricular hasta que pudimos trasplantarle».
El suyo fue un trasplante muy complicado. Esta vez no bastaba con encontrar un órgano adecuado con el grupo sanguíneo y el tamaño. Era necesario ser más exquisito en la compatibilidad por los problemas de rechazo que había tenido con el primer corazón. «Durante el postoperatorio nos preocupaba mucho que aparecieran anticuerpos y signos de rechazo, pero todo fue bien», cuenta el doctor Segovia. Le hace gracia recordar que lo que más le preocupaba era lo delgado que se había quedado con unas piernas como «patitas de alambre».
Segovia habla casi con orgullo de padre de su paciente, aunque insiste en que todos los enfermos son especiales. «Todos son importantes pero es cierto que cuando se trata de alguien tan joven sentimos una responsabilidad aún mayor. Además, en este caso, es un chico que se hace querer, es un chaval supermajo. Ahora lo que tiene que pensar es que todo esto habrá merecido la pena en la medida en la que viva una vida plena».
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