Estrés, el peso de la púrpura
Trabajo frenético, exceso de responsabilidad, el peso de tomar la última decisión... El estrés de los altos directivos, ¿es un mito o una realidad?
El ejecutivo portugués António Horta-Osorio se reincorporó el lunes al frente del histórico banco británico Lloyds tras haber estado dos meses de baja por estrés y agotamiento . El anuncio de su baja sacudió, además de a los mercados, a las manos que mecen su destino. Semejante confesión de fragilidad una pájara por estrés ha sido considerado siempre como un tabú entre los altos ejecutivos de las finanzas globales. «Claro que lo pasamos mal, hay mucha presión, y puede ser una tortura que sufres en silencio», explica un ex directivo de banca español que prefiere no dar su nombre. «Las decisiones que tomamos suelen afectar a millones de euros o a cientos de personas, por eso hay que estar fuerte, y cuando no lo estás, hay que parecerlo», añade.
Este sentimiento refleja una noción muy extendida entre los ejecutivos: el selecto club de la alta dirección no es lugar para las muestras de debilidad, de humanidad en definitiva. Los propios mercados financieros reaccionaron castigando las acciones de Lloyds tras el anuncio de que Horta-Osório sería sustituido al menos hasta Navidad por Tim Tookey, director financiero del banco. Tookey estaba ya condenado a ser uno de los primeros en probar la medicina de su jefe portugués, al estar previsto que abandone la compañía el año que viene, en el pelotón de cabeza de los 15.000 empleados de los que debe desprenderse la entidad, según los planes del estresado ejecutivo.
«Les cuesta mucho reconocerlo, pero el estrés entre los ejecutivos de banca está a la orden del día», explica María Jesús Álava, una psicóloga clínica con más de 30 años de experiencia en el campo. «El porcentaje de directivos que toma ansiolíticos y antidepresivos crece exponencialmente. En su entorno no detectan que están al límite porque están medicados, pero la ansiedad y el estrés como causas de las bajas médicas en el sector han crecido mucho. Se bloquean, son incapaces de descansar, y cuanto menos duermes más crece la ansiedad, hasta que terminan estallando. Entonces entran en una fase en la que necesitan tratamiento con medicación y atención psicológica. Es lo que le ha ocurrido a Horta-Osório», explica Álava.
Un blog de autoayuda El primero en salir de este armario corporativo fue Ben Horowitz, un empresario e inversor de software de Silicon Valley que en abril de este año escribió un audaz post en su blog personal: «¿Cuál es la habilidad más difícil para un consejero delegado? Gestionar tu propia psicología». Su primer consejo era sin duda elemental: «Si no te gusta tener que elegir entre lo horrible y lo cataclísmico, no te hagas consejero delegado». Y describe su experiencia: «He visto consejeros delegados intentando sobrellevar el estrés entregándose a la bebida, cayendo redondos, o incluso dimitiendo (...). Pero los grandes empresarios hacen frente al dolor, a las noches sin dormir, al sudor frío... Y todos te dicen: «No dimití». Horowitz asegura haber recibido emails de agradecimiento de ejecutivos de la lista Fortune 500 de las empresas más ricas.
De hecho, en el Reino Unido, Horta-Osório no ha sido tampoco el primero. El pasado mayo, Andy Hornby, el exitoso consejero delegado de Boots una popular cadena de tiendas de productos de belleza y farmacia anunciaba su renuncia al cargo. Hornby, de 44 años, había sido antes máximo ejecutivo de HBOS, una filial de Lloyds propietaria del Bank of Scotland y del banco Halifax. «Andy estaba estresado, ha tenido un año difícil, y es probable que hubiera decidido volver [a la primera línea] demasiado pronto a trabajar en una compañía donde la carga de trabajo es sustancial» explicaron en mayo los responsables de Boots.
El periodista Alastair Campbell, quien fuera director de comunicación de Tony Blair , ha reconocido en sus memorias que el estrés provocado por el ambiente hiper competitivo que caracteriza a la prensa británica le condujo al alcoholismo. En la esfera política, otro caso llamativo fue el de Kjell Magne Bondevik, quien se tomó tres semanas y media de baja por depresión siendo primer ministro de Noruega. Con un matiz, Bondevik era además pastor luterano, un perfil poco habitual en el azaroso universo financiero, un lugar que no suele conceder una segunda oportunidad.
«En las finanzas, el estigma persistente es que después de cualquier episodio de estrés o de enfermedad mental, el individuo en cuestión ya no es de fiar para sobrellevar un trabajo con mucha presión», explicaba recientemente Jonathan Naess, ex socio de un fondo de inversión londinense que, al final, decidió cambiar las transacciones de infarto por su actual consultora sobre salud mental.
Al otro lado del Atlántico, uno de los últimos casos que ha trascendido es el de Jeffrey Kindler, quien a finales de 2010 abandonó la dirección de la farmacéutica Pfizer. El ejecutivo tenía 55 años y había ocupado el cargo durante cuatro años y medio. En ese tiempo, las acciones de la compañía habían perdido un tercio de su valor, mientras que los porcentajes de pérdidas de sus competidoras no alcanzaban el 10%. Tras su cese, Kindler reconoció que su puesto de trabajo lo había agotado, algo totalmente inusual entre los directivos de las grandes empresas.
Kindler ocupaba en la empresa la temida y venerada «oficina de la esquina», aquella reservada a los directores ejecutivos y que, en los últimos años, se ha convertido en una olla a presión. En Estados Unidos, el estrés es la razón principal por la que cada vez más empresas de Estados Unidos se ven con problemas para mantener a un ejecutivo al frente de la dirección durante más de diez años.
Más miedo que antes Más trabajo, más horas extra, menos incentivos y, sobre todo, más miedo son las razones que estresan desde 2008 a todos y cada uno de los empleados de una empresa, incluidos los altos cargos. «Los ejecutivos con más formación y más años de experiencia están perdiendo su trabajo a un ritmo trepidante, y muchos están perdiendo su trabajo por motivos fiscales, no por su rendimiento », explica Alden Cass, psicólogo clínico y autor de Bullish thinking, una guía para sobrevivir y prosperar en Wall Street.
Cass forma parte de un grupo de psicólogos y responsables de recursos humanos dedicados a predecir qué tipo de persona será más vulnerable al estrés, un factor esencial del «casting» a la hora de seleccionar a un empleado para un cargo de responsabilidad. Su misión incluye después el intentar atenuar los efectos del estrés en aquellos que lo sufren. Para Cass los más propensos a estresarse son los perfeccionistas y aquellos con personalidad del tipo «A»: personas ambiciosas, agresivas, controladoras y muy competitivas. Y, entre los paliativos al estrés, recomienda el deporte y todas aquellas actividades que mantengan la mente alejada de los temas del trabajo, como el yoga o la meditación.
El ránking de profesiones más estresantes
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