Rafael Yuste: «Podemos cambiar la actividad cerebral, ya no es ciencia ficción»
El investigador que convenció a Barack Obama para mapear el cerebro humano teme que la tecnología nos robe el libre albedrío
Rafael Yuste es el ideólogo del proyecto BRAIN, que pretende desarrollar métodos para registrar la actividad cerebral y poder cambiarla
Implantes cerebrales devuelven el habla a una paciente de ELA
![Rafael Yuste](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/salud/2023/08/25/yuste1-RAjvnVXNJyXIlVFKYxR5LLI-1200x840@abc.jpeg)
Rafael Yuste es el ideólogo del proyecto BRAIN, uno de los proyectos estrella de la legislatura de Barak Obama que se inició en 2013. Director del Centro de NeuroTecnología de la Universidad de Columbia, Nueva York, su trabajo se centra en descifrar ... cómo funciona la conciencia y los recuerdos, llegando a alterar experimentalmente «percepciones» en animales de laboratorio.
El Proyecto BRAIN tiene el objetivo de desarrollar técnicas para medir y mapear la actividad cerebral. En realidad, ¿qué sabemos del cerebro? ¿tenemos ya un mapa?
Ni siquiera tenemos un borrador. El cerebro es un órgano muy complejo, tiene más tipos celulares que el resto del cuerpo. Tenemos, no se sabe con exactitud, alrededor de 100.000 millones de neuronas conectadas cada una, como mínimo, con cerca de otras 100.00 neuronas. La complejidad de la red cerebral es tres veces mayor que todo Internet de la tierra.
En esa maraña de conexiones, que Santiago Ramón y Cajal llamaba las selvas impenetrables, surgen los pensamientos, la memoria, la imaginación, el comportamiento, la identidad, la conciencia. Y esa es la mayor pregunta en neurociencia que está por resolver. ¿Cómo surge de la actividad cerebral de todas esas conexiones lo que somos, la humanidad, nuestra mente?
No es un órgano cualquiera del cuerpo. Es el órgano que genera la mente humana. Los neurobiólogos llevamos más de cien años investigándolo. Y la idea que presentamos al presidente Obama en 2011 es que nos falta tecnología. No vamos a tener avances en este campo si no fabricamos las técnicas para poder entrar en el cerebro y mapear lo que ocurre y, así, poder cambiarlo para ayudar a los pacientes.
Y este es el objetivo central del proyecto BRAIN: desarrollar métodos para registrar la actividad cerebral y poder cambiarla. Este proyecto americano ha dado pie a proyectos similares en muchos países, China, Japón, Corea del Sur, Australia y Europa, Israel, Canadá y está todo el mundo en red. Estamos a mitad de camino, vamos poco a poco desarrollando técnicas y se empiezan ya a ver resultados importantes: se ha mapeado la actividad cerebral de animales pequeños, aunque todavía no se ha descifrado. Es como el genoma; una cosa es secuenciar y la otra es entender lo que está escrito.
¿Tener el mapa no significa que se comprender lo que ocurre en el cerebro?
Primero hay que tenerlo. Es el requisito para entender lo que está pasando. Es necesario, pero no suficiente. Es igual que lo que pasó con el genoma: se secuenció y estamos todavía intentando descifrar lo que está ocurriendo. En el genoma ya se ha abierto la puerta, algo que no hemos hecho todavía en neurociencia. Y eso es lo que te permiten estas nuevas técnicas.
Habla de progreso. Esta misma semana dos grupos de investigadores en EE.UU. han logrado que dos mujeres que habían perdido la capacidad de hablar puedan volver a hacerlo. Los resultados se publicaron en Nature.
Así es. Los dos estudios de mis colegas de la Universidad de California en San Francisco y la Universidad de Stanford (EE.UU.) son muy importantes ya que suponen un gran avance en la frontera de la descodificación cerebral en pacientes. Pero además abren la puerta a utilizar técnicas parecidas en personas sanas. Sin embargo, estas interfaces son invasivas. Se está desarrollando mucha neurotecnología que no es invasiva. Por ejemplo, uno de los objetivos de muchas compañías es poder escribir mentalmente sin utilizar los dedos. Eso llevará a un aumento de la capacidades cognitivas.
¿Podremos entonces comunicarnos con personas con deterioro cognitivo como el alzhéimer o ELA?
Este es un ejemplo de los beneficios de la neurotecnología. Una de las cosas que se empiezan a hacer con las interfaces implantadas es precisamente descodificar la actividad mental de pacientes que no pueden comunicarse. Mis colegas de la Universidad de Stanford y de la UCSF ya han podido descodificar el habla a través de sensores cerebrales internos. Sabemos que es posible que pacientes con alzhéimer o ELA puedan establecer una comunicación de ida y vuelta. Una de mis primeras experiencias de Medicina en la Fundación Jiménez Díaz de Madrid fue con un paciente de ELA. Y allí percibí la importancia de poder ayudarles a comunicarse, porque una de las últimas cosas que deja de funcionar es el cerebro. Los pacientes con ELA están encerrados en su propio cuerpo. La neurotecnología puede ser un camino para liberarlos. En el futuro, la neurotecnología asistida podrá permitir controlar equipo robótico, prótesis de piernas y brazos, incluso vivir sin esa sentencia de muerte.
A principios del siglo XXI se hablaba de la década del cerebro. Ya estamos en 2023.
Estamos ante el aperitivo de lo que está por venir. Al igual que en el siglo XX, la genética y la biología molecular supusieron un cambio para la biología, en el XXI será el de la neurociencia. Será una revolución para la especie humana; lo comparo con un nuevo Renacimiento. El conocerse a sí mismo empezó en el Renacimiento. Y sus repercusiones serán de todo tipo, y por supuesto médicas, humanísticas, económicas.
Le doy un ejemplo: en los últimos 15-20 años, los teléfonos móviles han revolucionado el mundo. ¿Qué hacen los teléfonos inteligentes? Nos conectan a la red. Nos han cambiado la vida. Es un accesorio que ya forma parte de nuestra identidad y accedemos con los dedos de la mano. Pero la próxima generación podrá hacer todo eso con una interfaz.
¿Toda esa información disponible es de doble sentido?
Aquí entramos en los problemas éticos y sociales, que son importantísimos y muchos investigadores lo vemos venir. No va a haber escapatoria. Las tecnologías son neutras; las puedes usar para curar a un tetrapléjico, a una persona con ELA o para que alguien tenga acceso a lo que estás pensando. A la vez que estamos desarrollando la tecnología y apoyamos iniciativas, por ejemplo, como la de EE.UU., hay que desarrollar unas reglas éticas. Nosotros pensamos que es una cuestión de Derechos Humanos que protejan la esencia del ser humano que está generada por el cerebro.
Será una revolución para la especie humana; lo comparo con un nuevo Renacimiento
Es una regla de tres; si el cerebro genera todas las actividades mentales y cognitivas, y con técnicas puedes registrar y cambiar la actividad cerebral, por definición, puedes registrar y cambiar las actividades cognitivas. Ya no es ciencia ficción, lo hemos hecho en animales. En mi laboratorio somos especialistas en registro, desciframiento y manipulación de actividad cerebral en ratones. Y lo hacemos no porque queremos esclavizarlos, sino curar el alzhéimer o la esquizofrenia entendiendo cómo funciona el cerebro.
Lo que se puede hacer en un ratón hoy se podrá hacer mañana en el ser humano y, por eso, y antes de que se haga, hay que proteger la actividad cerebral humana como un derecho humano básico.
Otra vez la Ciencia va más rápido que el Derecho.
El ejemplo más claro es lo que ocurrió con la energía nuclear. Los mismos físicos que diseñaron el reactor nuclear fueron los que alertaron a la humanidad del peligro. Y por eso se creó la comisión de la energía atómica en Viena. Con la neurotecnología se va a producir algo similar. Vamos a convertirnos en otro tipo de ser humano y esto hay que pensarlo muy bien y definir qué tipo de ser humano queremos ser. Tenemos que proteger los derechos fundamentales antes de 'sacar el coche del garaje'.
¿Habrá que añadir a los derechos humanos nuevos derechos?
Si la humanidad progresa por qué no van a progresar los derechos humanos también. En realidad estamos siempre cambiando. Hay que mejorar, no solamente la técnica en medicina, sino también las reglas sociales, y en este caso los derechos humanos.
¿De qué hablamos cuando hablamos de neuroderechos?
El concepto de neuroderechos se refiere a los derechos cerebrales. Los derechos humanos actuales se refieren a las necesidades del cuerpo: comer, vivienda, etc. Ahora hablamos de la actividad cerebral. Hemos propuesto el derecho a la privacidad mental de manera que el contenido de la actividad cerebral no pueda ser descodificado sin consentimiento; el derecho a la identidad personal y al libre albedrío, que no se pueda manipular la actividad cerebral, porque van a cambiar la esencia y libertad de elección, y el derecho a un acceso equitativo a las tecnologías de aumentación sensorial y cognitiva, para no acabar con una humanidad de dos velocidades, los que tienen neurotecnología y los que no.
Los científicos estamos trabajando estrechamente con expertos en derechos humanos que llevan trabajando toda su vida en casos de torturas, desapariciones, discriminación racial, protección de menores, etc.
Actualmente ya hay métodos para modificar nuestra conducta, como son las redes sociales, Internet…
Es cierto, pero es un aperitivo de lo que viene. Por ejemplo, nosotros con ratones que les modificamos la percepción visual a base de neurotecnología que estimula las neuronas en la corteza visual del cerebro, responsables de la visión. Y el animal se comporta como si estuviese viendo cosas que nosotros estamos introduciendo. Hemos demostrado que no hay diferencia en el comportamiento animal si la información viene de fuera o de dentro; de hecho, el animal la interpreta como propia. La neurotecnología, al acceder al centro de nuestra actividad mental, bypasea todos los filtros que tenemos en el cuerpo; por ejemplo, si leemos una información en Internet que puede estar sesgada, siempre sabemos que es externa, aunque la creamos. Si la metemos directamente en el cerebro, creeremos que eso es lo que pensamos.
Por eso es tan importante que lo protejamos. Tiene que haber una línea roja que no se cruce. Hemos llegado a la esencia del ser humano y podemos cambiarlo. Parece ciencia-ficción, pero ya lo estamos haciendo en los laboratorios.
Tenemos el ejemplo de Chile donde, de manera unánime, se ha aprobado una enmienda constitucional para proteger la actividad cerebral como derecho fundamental de toda la ciudadanía chilena, y no puedes alterarla ni decodificarla sin consentimiento. La idea es que Naciones Unidas lo acoja y que se legisle de manera global que la actividad cerebral sea sacrosanta y no se pueda tocar.
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