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¿Cómo influye lo que comemos en el cáncer?

La dieta puede ser un elemento de prevención de muchos tumores. Ahora se está estudiando qué tipo de alimentación puede además optimizar el tratamiento farmacológico de la enfermedad

Lo que tienes que hacer en tu día a día para prevenir el cáncer

La alimentación juega un papel importante en la prevención del cáncer Nieto

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El estilo de vida influye en nuetro riesgo de desarrollar cáncer. Hasta el punto de que se estima que casi la mitad de los cánceres son causados por factores ambientales, mientras que solo entre un 5-10% tienen una causa hereditaria. «Entre los factores ambientales, el tabaco es responsable del 33% de los cánceres, el alcohol del 12%, y una dieta inadecuada del 9%. La obesidad y el sedentarismo también se asocian con un 5% de los casos», explica a ABC Salud Paula Jiménez Fonseca, portavoz de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y oncóloga médica en el Hospital Universitario Central de Asturias, Oviedo. En algunos casos concretos, como los tumores que afectan al sistema digestivo o son hormonodependientes, la relación es aún más íntima. «Los tipos de cáncer más relacionados con una dieta poco saludable incluyen el cáncer colorrectal, de esófago, estómago, vesícula biliar, páncreas, endometrio, mama, próstata, riñón, tiroides, hígado, meningiomas y algunos tumores hematológicos como el mieloma múltiple y el linfoma difuso de células B», enumera la doctora.

La evidencia apunta a que, para prevenir, hay que priorizar los alimentos del mundo vegetal: incrementar el consumo de frutas, verduras, legumbres, semillas, frutos secos y cereales integrales. Por el contrario, los productos que no deberíamos meter en la cesta de la compra son las bebidas azucaradas, los ultraprocesados, la carne procesada y el alcohol. También es importante mantener un peso saludable puesto que el sobrepeso y la obesidad están directamente relacionadas con la aparición de al menos 12 tipos de cáncer diferentes. Por ejemplo, «en mujeres postmenopáusicas, la obesidad aumenta hasta en un 50% el riesgo de cáncer de mama, y también eleva el riesgo de cáncer de endometrio y renal», advierte la oncóloga. Un ejemplo sencillo y cercano de estilo de alimentación que reduce el riesgo de cáncer es la dieta mediterránea, que es rica en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y pescado azul.

La experta recuerda que el Código Europeo contra el Cáncer ofrece 12 consejos para reducir el riesgo, y uno de ellos es comer de manera saludable, lo que implica consumir gran cantidad de cereales integrales, legumbres, frutas y verduras; limitar los alimentos ricos en azúcar y grasa, y evitar las bebidas azucaradas, evitar la carne procesada, limitar la carne roja y reducir los alimentos con mucha sal. «Una dieta saludable idealmente incluye al menos 2-3 raciones diarias de verduras, 2-3 piezas de fruta y 2-3 porciones de cereales o pan fresco. Además, se recomienda consumir legumbres 2-3 veces por semana y añadir 2-3 cucharadas de aceite de oliva virgen como aliño de verduras. Un estilo de vida saludable también debe incluir al menos 30 minutos de ejercicio físico diario, y es importante mantener este estilo de vida en el tiempo», concluye la oncóloga.

Además de en la prevención, la nutrición también puede jugar un papel en el tratamiento del cáncer. Como explica el investigador del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) Nabil Djouder, «varios estudios preclínicos (en animales) que utilizan la comida saludable como herramienta contra el cáncer han mostrado resultados prometedores y, a la inversa, otros estudios han probado que una alimentación no saludable puede acelerar el desarrollo de ciertos tipos de cáncer».

Pero todavía no se sabe lo suficiente como para integrar la dieta en el tratamiento del cáncer como un elemento terapéutico complementario. «Las evidencias no pasan a la clínica porque no comprendemos todavía los mecanismos moleculares que hay detrás de ellas. Se ha demostrado tanto en ratones, como en ensayos clínicos con personas, que los alimentos pueden aumentar o disminuir el riesgo de cáncer, pero necesitamos entender cómo ocurre eso dentro de las células, para que esa información pueda trasladarse a las terapias», añade Djouder.

Actualmente hay dos grupos del CNIO dedicados a desentrañar los mecanismos moleculares relacionados con la dieta que influyen en un proceso canceroso: el Grupo de Factores de Crecimiento, Nutrientes y Cáncer que dirige Djouder, y el Grupo de Metabolismo y Señalización Celular, liderado por Alejo Efeyan.

«Intentamos ver cómo diferentes dietas, -ricas en azúcares, cetogénicas (muy bajas en carbohidratos, altas en grasas sanas y con niveles de proteínas moderadas), ricas en grasa, ricas en proteínas, baja en calorías o ayuno intermitente etc.-, influyen en la metástasis (el proceso por el que el tumor primario coloniza otras partes del cuerpo). Una vez establecido si influyen o no, estudiamos los mecanismos moleculares que se activan con ellas», explica Djouder.

Su equipo analizó en una reciente revisión, publicada en 'Trends in Molecular Medicine', qué se sabe sobre el uso de la dieta en los tratamientos contra el cáncer. En ella defienden la importancia de tener en cuenta la dieta en los tratamientos. «Las dietas pueden apuntar directamente al metabolismo del cáncer, al privar al tumor de los nutrientes que necesita, o pueden afectar a otros elementos clave para el desarrollo del cáncer, como la señalización del crecimiento, el estrés oxidativo o la inmunidad del paciente», apunta Djouder. Su grupo estudia el metabolismo, los procesos bioquímicos que ocurren en las células y que transforman los nutrientes en la energía que necesitamos. En las células cancerosas, las reacciones químicas propias del metabolismo son distintas.

«Encontrar una dieta que pueda influir en la metástasis y entender cuáles son sus mecanismos moleculares sería muy importante, porque nos permitiría proponer dietas asociadas a tratamientos contra el cáncer. Y cuando hablo de influir me refiero a una dieta que afecte positiva o negativamente a la progresión de la metástasis, a la supervivencia del paciente, o que ayude a disminuir el efecto de esa metástasis», continúa.

También hay ciertos metabolitos -sustancias que el cuerpo produce cuando procesa los alimentos- que pueden influir e impactar en el sistema inmune de manera positiva o negativa, conduciendo respectivamente a la prevención o al desarrollo de tumores o metástasis. Investigar estos metabolitos y comprender su funcionamiento, especialmente en otras células, es clave en la investigación que Djouder está desarrollando en su laboratorio. Los metabolitos beneficiosos podrían utilizarse en sinergia con tratamientos como la inmunoterapia o la quimioterapia para combatir de manera más efectiva el tumor.

Por su parte, el grupo de Alejo Efeyan trata de descifrar qué procesos metabólicos afectan más a las células tumorales que a las células normales, en qué momentos ocurren esos procesos y de qué manera. Su esperanza es que ese conocimiento les dará una posibilidad de acción para tratar de forma selectiva y potente a las células tumorales sin dañar otras células del paciente.En concreto, investigan las llamadas cascadas de señalización, las redes de interacción que se activan en las células en respuesta a determinados estímulos, como ciertos nutrientes. «Sabemos que el exceso de nutrientes y energía les suele gustar a las células cancerosas. Tratamos de desentrañar cuáles son los genes y las proteínas que median en estas alteraciones», explica Efeyan.

Los procesos metabólicos que influyen en el comportamiento de las células normales y las tumorales, y en sus interacciones, sus diálogos, son muchos; «solo diseccionando los componentes uno a uno podremos entender qué está pasando», asegura el jefe del Grupo de Metabolismo y Señalización Celular del CNIO. «Sabemos que los tumores mandan ciertas señales a las células que les rodean. Si somos capaces de detectar, tumor por tumor, cuáles son estos metabolitos que a las células cancerosas les gustan tanto, probablemente podamos generar nuevas herramientas terapéuticas. Pueden ser diferentes tipos de dieta o intervenciones farmacológicas, es decir, nuevos fármacos capaces de interrumpir esta comunicación. Para ello estudiamos los mecanismos moleculares que se producen tanto en las células tumorales como en las no tumorales que están en su proximidad, y que envían y reciben metabolitos hacia y desde las células cancerosas», continúa Efeyan.

Restricción calórica y ayuno

Una de las áreas de investigación más activas es cómo afectan las dietas de restricción calórica y el ayuno intermitente en la progresión tumoral. Varios grupos han observado resultados prometedores, pero Efeyan subraya el problema: «sabemos que estas dietas son muy difíciles de seguir», y además se requiere más conocimiento para trasladar lo aprendido hasta ahora a la clínica. «Sabemos experimentalmente que hay algunas alteraciones que se pueden corregir cuando se hace un tipo de restricción calórica y no otra. Hay dietas que funcionan bien con unos tumores, pero no con otros, y esta heterogeneidad también sucede en las células tumorales de un mismo paciente. Por eso necesitamos entender qué mecanismos moleculares hay detrás de cada una de esas reacciones. Solo así seremos capaces de intervenir en la limitación o el aporte de determinados nutrientes según el tipo de tumor específico, y según el tipo de paciente que se esté tratando», concluye este investigador.

Pero, a falta de una mayor evidencia que permita llevar la nutrición de precisión a la clínica, por ahora, en consulta, la prioridad durante el tratamiento sigue siendo evitar la desnutrición. «El cáncer y sus tratamientos pueden causar pérdida de apetito, alteraciones del gusto, náuseas, vómitos o diarrea, lo que dificulta la ingesta adecuada de alimentos. Además, ciertos cánceres como los de cabeza y cuello, esófago, estómago, páncreas, vía biliar, colorrectal o ginecológicos pueden obstruir el tracto digestivo, complicando aún más la alimentación», advierte la doctora Jiménez Fonseca.

En algunos casos, incluso con una buena alimentación, el paciente puede perder peso debido a la caquexia que es causada por sustancias producidas por el cáncer y provoca una pérdida acelerada de peso y nutrientes. En muchos casos, es necesario adaptar la dieta con alimentos de fácil digestión, y en ocasiones, es necesario complementarla con suplementos nutricionales.Sin embargo, es importante evitar los azúcares procesados presentes en alimentos como la bollería industrial, bebidas azucaradas, golosinas y otros productos ultraprocesados.En palabras de la oncóloga, durante el abordaje del paciente con cáncer es fundamental asegurar un aporte adecuado de nutrientes, fraccionar las comidas en varias tomas al día y garantizar un buen consumo de proteínas. Una vez superado el cáncer, un estilo de vida saludable puede ayudar a reducir el riesgo de recaída.

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