Hazte premium Hazte premium

La transformación de Osel, el niño lama español: de ser 'el elegido' del budismo a escapar para irse de fiesta a Ibiza... gracias a Linkin Park

Con apenas 18 meses sus padres, unos hippies ibicencos, lo llevaron a la India: allí fue reconocido como la reencarnación del Lama Yeshe y fue criado en la adoración

Osel, en una entrevista con ABC: «Con seis años me di cuenta de que era un déspota, un tirano, y no me gustó»

Osel, durante su infancia en el templo y años después en su vida actual @T.HOSELITA
María Carbajo

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La historia de Osel Hita Torres es de esas que cuando escuchas no puedes creer y entusiasmado por los detalles gritas: «¡Merece un documental!». Pues bien, lo tiene. Cómo no va a tenerlo: hablamos de alguien que, con apenas 18 meses, se quedó recluido en un monasterio budista porque hasta el mismísimo Dalai Lama dio su bendición de que se trataba de la reencarnación en la Tierra del Lama Yeshe.

Y así fue hasta los 17 años, cuando decidió romper con todo y huir a Ibiza, donde abrazaría la vida occidental y sus lujos, placeres y tentaciones. Pero, volvamos al principio. ¿Cómo se llega a ser la reencarnación de un lama?

Todo comenzó cuando sus padres, unos hippies ibicencos con siete hijos, decidieron entregar a su quinto retoño, Osel, a un monasterio budista. Años antes, ambos cayeron rendidos ante las virtudes de esta religión cuando el Lama Yeshe y el Lama Zopa visitaron Ibiza. Tanto, que decidieron cambiar de aires, abrazar el budismo y aprenderlo y practicarlo en el sur de España. Allí, en 1985, nació Osel.

Por entonces, Yeshe ya había muerto, pero el Lama Zopa vio en el pequeño a su reencarnación, por lo que convenció a sus padres para llevárselo a la India a tratar de comprobar si sus sospechas eran ciertas.

Las pruebas no dejaban dudas: era el elegido

Y, con apenas año y medio, Osel asombró hasta al mismísimo Dalai, después de haber pasado una serie de pruebas que consistían, entre otras cosas, en reconocer objetos del lama fallecido entre otros muchos utensilios. Era él. Era el elegido.

Y así fue criado, en un trono desde bebé ante el que se postraban fieles que tenían ilusión por conocerlo. Su aventura, que, como mencionábamos, dio en 2022 pie al documental 'Osel' (que se puede ver en Max), la recoge recientemente la BBC en un extenso reportaje en el que el propio exmaestro de tibetanos español cuenta su experiencia.

Desde su conversión forzada hasta que cumplió los seis años se pasó de templo en templo realizando una especie de gira, reconstruyendo los pasos que había dado en vida el maestro al que el revivía en la Tierra.

A partir de los seis, su educación se volvió más estricta, propia de quien está destinado a ser el guía espiritual de cientos de miles de personas.

Para sorpresa de nadie, Osel, que empezaba a tomar verdadera conciencia de todo aunque no lo entendiera bien, no estaba muy contento: «Me sentí abandonado y no aceptado por lo que era. Tenía que ser otra persona para ser aceptado. Eso fue un gran conflicto para mí», cuenta, según recoge la BBC.

Un conflicto interno desde temprana edad: «Me di cuenta de que era un tirano»

Ya en una entrevista con ABC en 2022 con motivo del estreno del citado documental, hablaba con lamento de aquella infancia robada en la que se perdió todas esas cosas que uno enumeraría ante la pregunta estándar de cómo definirías una crianza feliz:

«Con seis años, me di cuenta de que era un déspota, un tirano, y no me gustaba. Lo vi en la reacción de la gente. No me trataban mal, pero había un sentimiento de tristeza. Yo decía: soy el rey del universo y quiero una capa. Y me la hice, con planetas y estrellas. La persona que me ayudaba, una monja egipcia, me dijo en inglés: 'No soy tu maldita sirvienta' . Ahí cambió todo, fue mi momento de transformación», relataba.

Tampoco era su culpa: era un niño al que habían hecho creer que era el elegido de toda una religión. Sus conflictos internos, la toma de conciencia de que su comportamiento no era el adecuado, la falta de contacto con otros niños y el nulo vínculo afectivo con su propia familia fueron creando el caldo de cultivo en su temprana adolescencia para ir cocinando la idea de cambiar de aires. Pero uno de los detonantes principales fue Linkin Park.

El papel crucial de Linkin Park y la llamada de Occidente

Y no, no es que Chester Bennington y Mike Shinoda se presentaran en su templo para hacerle ver la luz, al menos no en carne y hueso.

Cuenta Osel que sus seguidores muchas veces le entregaban significativas muestras de otras culturas y, un día, le llegó un disco de la célebre banda estadounidense que tanto triunfó en los primeros compases del nuevo milenio.

Tal y como relata en el citado reportaje de la BBC, «al principio sólo era ruido», pero luego su música entró directamente a su cerebro y su alma casi como el manual de instrucciones vitales que nunca tuvo, más allá del impuesto por el budismo al que fue entregado.

«Empecé a entender de qué hablaban las canciones: quiero ser comprendido, quiero ser reconocido, quiero ser amado. Me sentí identificado con esas letras y fue increíble porque era exactamente lo que me estaba pasando en ese momento. La gente no quería saber realmente quién era yo, solo que desempeñara mi papel. Y eran todos a mi alrededor, todos, incluidos mis padres», describe en el medio británico.

Y así, tras esa primera revolución, fueron llegando otras. Otros discos de otras bandas, otros ecos, otras ventanas a un mundo que desconocía en forma de diversos artes. Hasta que dio un golpe en la mesa y decidió ver, tocar, oler y comerse esa otra dimensión terrenal. Tenía 17 años.

Rumbo a Ibiza, sin rencores

Pero no se fue de malas. De hecho, todavía a día de hoy recuerda con cariño ciertos aspectos de su vida como reencarnación de un lama y agradece los valores que le inculcaron y por lo que aún muestra un profundo respeto.

Convenció a sus maestros de que merecía una educación occidental, al menos por un tiempo, así que, a las puertas de sus 18 años, se fue a Ibiza, donde había empezado todo para sus padres.

Allí se matriculó en un instituto en el que al principio sufrió bullying por su radicalmente distinta forma de actuar, aunque a las pocas semanas su extravagancia comenzó a despertar su ternura y se ganó un hueco en la manada.

Todo era una emoción nueva, un hallazgo sorprendente: «La moto fue uno de mis primeros descubrimientos y me sentí libre. Podía ir solo a donde quisiera. Cuando besé a una chica por primera vez, estaba en el paraíso. Quedé como flotando durante dos semanas. Estaba muy feliz».

Vida definitiva en España: el shock de la desnudez y los vicios

Al poco tiempo volvió al monasterio pero lo hizo ya con un plan: pedir permiso para regresar a España a celebrar sus 18 años. Se lo concedieron porque la promesa era la de volver: pero realmente no estaba en los planes de Osel. Comenzaba de manera definitiva su nueva vida. Al principio, pese a la ilusión desbordada, no fue nada fácil.

Así narra él mismo alguna de las anécdotas que más recuerda a la BBC: Cuando salí del monasterio, pasé de un extremo al otro. Me atraía mucho lo prohibido. Nunca había visto a una mujer desnuda. Mi madre pensó que sería interesante llevarme a una playa nudista, lo que para mí fue muy traumático. Me dejó allí durante media hora. Estaba en shock. No podía estar desnudo», relata.

«Vengo de una cultura que es muy cerrada de mente. No sabía hacia dónde mirar, así que solo miraba al suelo. Estaba muy perturbado. Esa noche me llevó a una discoteca. En Ibiza. Pagó la entrada y me dejó. Y había mucho ruido. Me preguntaba qué estaba pasando y no podía moverme porque estaba abarrotado. Era 2003, la gente fumaba dentro. No podía respirar. Entonces pensé: «Vale, voy a estar tranquilo, voy a beber un poco de alcohol». Bebí un sorbo y casi me muero. Fue un infierno», recuerda.

En ese momento se planteó si no habría equivocado con su cambio radical, vivir en occidente no estaba resultando en absoluto fácil.

El gusto por el desenfreno

Pero fue trabajando en ello, experimentando de primera mano esa rebeldía adolescente que todos pasamos, esa curiosidad por lo prohibido, por los excesos, por la exaltación: «Poco a poco empecé a salir más de fiesta, a involucrarme con los organizadores de fiestas de música electrónica, luego a organizar fiestas en Ibiza y me volví un poco gamberro. Un chico malo».

Un despertar definitivo que, dado su pasado y el ambiente en el que había crecido, necesitaba una triple dosis del éxtasis que aporta el placer de descubrir el mundo con ojos y hambre de adolescente: «Eso me llevó unos 15 años de viajar, conocer gente y tener todas estas locas aventuras. Viví en la calle, conocí a todo tipo de personas, de todos los niveles sociales».

Ahora es padre, es feliz, vive su vida tranquilo y no olvida el budismo o, al menos, parte de sus valores y fundamentos. Como dijo en 2022 en su entrevista en ABC: «En vez de mirar la manera en que actúa la gente o lo que dice, hay que mirar la intención detrás de su actuación o su palabra. La mayoría de las veces te vas a dar cuenta de que la intención es positiva casi siempre, que no hay ganas de hacer daño. Lo que pasa es que el proceso se malentiende y ahí la comunicación es un problema».

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación