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Una mujer de 85 años vive con miedo de perder su casa por pagarle los estudios a su hija con discapacidad

Rebecca, que vive en Virginia (EE.UU.) asumió los gastos de la carrera de enfermería de Sabrina y ahora ambas atraviesan una precaria situación

Desahucian a una anciana de 93 años en Madrid cuyo sobrino le dijo que no pagara: «Por ser mayor no te va a pasar nada»

Una mujer de 85 años teme perder su casa por los gastos de estudios PIXABAY

María Carbajo

Los préstamos de estudios son una constante en Estados Unidos. Los precios de las matrículas y de cada año de carrera son desorbitados y sólo un pequeño porcentaje de la población se puede permitir pagarlo de su bolsillo.

De media, un año de estudios en una universidad pública ronda los 23.000 dólares y sobrepasa los 43.000 si es una universidad privada.

Es por eso que está a la orden del día solicitar créditos a entidades privadas que se empiezan a pagar en muchos casos una vez que los estudios han concluido.

Sin embargo, como todos los préstamos, tiene sus intereses, y el dinero a devolver acaba siendo el doble de lo solicitado, por lo que la vida de quienes deben abonar el dinero se complica.

Hay casos y casos y, si además las circunstancias vitales del deudor son duras, devolver el préstamo puede ser todo un infierno.

Trastorno bipolar y una afección neurológica

Es lo que le está ocurriendo a Rebecca, una mujer de 85 años cuya hija, de ahora 53, Sabrina, la puso como aval del crédito de estudios que pidió hace 20 años para poder cursar estudios de enfermería.

El agravante es que Sabrina tiene diagnosticado un trastorno bipolar con depresión y una afección neurológica que le obliga a moverse en silla de ruedas recientemente, por lo que no puede ejercer de enfermera para devolver el crédito y, además, dada su condición, ha sido exenta de pagarlo.

¿Qué significa esto? Que ahora la entodad crediticia va detrás de su madre, que atraviesa achaques propias de una octogenaria, para demandarle los 31.000 dólares que quedan por pagar y Rebecca teme por su casa.

«Mi madre apenas gana para cubrir sus gastos básicos», cuenta Sabrina de su madre, que ingresa por pensión unos 1.600 dólares al mes de los cuales casi 700 van para la casa.

Al precio que está la vida en Estados Unidos, si 700 son para la casa y 315 del préstamo, apenas le queda dinero para comer y ni mucho menos para arreglar el tejado de la casa por el que entra agua cada vez que llueve, tal y como ha contado Sabrina en un extenso reportaje de la CNBC sobre los préstamos de estudios y lo difícil de deolverlos para muchos estudiantes.

Es, no obstante, una realidad que la vía del préstamo es la más extendida y, de hecho, el número de solicitantes creció alrededor de un 70% entre 2010 y 2019. Hay muchos empleos de alto nivel que ofrecen facilidades a sus nuevos trabajadores para devolver sus préstamos de estudios, pero no es fácil acceder a ellos y los bancos de crédito no dejan de llamar a la puerta reclamando su dinero.

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