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Un hombre desvela cómo era su día a día con trastorno obsesivo compulsivo TikTok
María Albert

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Convivir a diario con una enfermedad mental no es una tarea sencilla, menos aún si comienzas a desarrollarlo a una edad temprana. Es el caso de Jaume Aymar, un productor y DJ catalán de 29 años que sufre trastorno obsesivo compulsivo (TOC) desde que tenía 12 años y que ha pasado por épocas muy malas a la hora de lidiar con este problema, que interfirió durante años en el desarrollo normal de su vida.

El suyo es un relato de superación, pues durante años tuvo que convivir con «pensamientos intrusivos y conductas repetitivas» que era incapaz de controlar. Así lo relató hace apenas un mes en el podcast 'Un propósito' de Kiko Martín, donde explicó cómo había sido su día a día durante años y cómo su enfermedad estuvo a punto de acabar con su vida.

Se le desarrolló el TOC cuando tenía 13 años

Según explica el propio Jaume, «has nacido» ya con ese gen, aunque siempre existe un acontecimiento desencadenante que motiva la aparición de un TOC; en su caso fue la mala situación familiar que vivía en su hogar. Poco después de que estos problemas arrancaran, los primeros síntomas empezaron a salir a la luz: «Tenía 13 años y, de la noche a la mañana, empecé a notar una serie de cambios, de patrones que me parecían raros. Se multiplicaron y fue catastrófico», cuenta el músico.

La falta de información fue clave en la escalada de su problema y también en el comportamiento que sus compañeros de clase tuvieron con él: «Hace 17 años, no había el mismo conocimiento que hay ahora. Empecé a tener estas conductas, pero no había un diagnóstico de una patología. Yo recibía bullying. De mí se reían. ¿Por qué? Porque no era algo que se veía, yo era el loco, el que daba la nota. Con toda la parte de salud mental, como es algo que no se ve, parece que no existe», revela al hablar del estigma de la salud mental en nuestro país.

Jaume sufre lo que se llama un «TOC de pensamiento mágico o supersticioso» que le obliga a repetir las cosas en un orden concreto porque si no piensa «que algo malo pasará». Unos hábitos que han condicionado su vida desde bien pequeño: «Yo tenía que contar todas las letras que escribía, hacía bloques de 72 letras. Llegó un punto en el que yo me portaba mal en las clases para poder quedarme castigado en el recreo y ahí poder contar tranquilamente», narra, explicando que esto le llevó a aislarse socialmente de sus compañeros.

Dormía en una silla, se duchaba 42 veces al día y se cambiaba la camiseta 3.600 veces

Un día a día en su vida era completamente diferente al que cualquier persona sin TOC podría tener, marcado siempre por estas manías que repetía sin cesar: «Yo dormía en una silla, porque mis pies no podían despegarse del suelo, pensaba que podía pasar algo malo. Así dormí unos 6 meses», cuenta ahora Jaume Aymar, que sufrió mucho durante esta etapa.

«Entre levantarme, ducharme, asearme y cambiar para ir al colegio, tardaba unas cuatro horas», explica. Y es que esta no fue la única conducta repetitiva que demostró durante estos meses: podía ducharse hasta 42 veces al día o si se cambiaba la camiseta tenía que hacerlo 3.600 veces. «Tenía la sensación de que si no lo hacía iba a pasar algo malo», recuerda, explicando la fuerza que puede llegar a tener nuestra mente para realizar cosas, aunque no esté en nuestra voluntad.

Estas manías también se trasladaron al colegio, de camino al cual tenía que contar los pasos que daba, que concordaran con la hora o que sumaran un número concreto. «En mi cabeza, el número par era cerrar un ciclo, mientras que el impar era dejarlo abierto. Hacer las cosas y repetirlas dos veces era dejar las cosas a cero. Así no me pasaba nada malo, era como un bucle infinito», reconoce.

@unpropositopodcst El peor y mas famoso caso de TOC de la historia. #toc #piscologia #podcast ♬ sonido original - Un Propósito

De hecho, esta necesidad de cerrar ciclos como constante en su vida también le ocasionó problemas con más de un compañero: «En el colegio tuve un día una pelea, un chico me pegó y le tuve que decir que me pegara de nuevo, que por favor me pegara de nuevo. Mi cabeza me obligaba a hacerlo, cada vez iba a peor», desvela.

Jaume tenía que contar sus lágrimas cuando lloraba

Vivir así, sin una solución para su afección, fue muy humillante para Jaume Aymar, que no podía dejar atrás el TOC ni cuando caía preso de la desesperación: «Yo cuando lloraba estaba contando las lágrimas, incluso hasta para esto... También miraba a qué hora lloraba y decía 'ahora tienes que aguantarte, que no te caiga ni una gota'. Ahora lo pienso y se me pone la piel de gallina porque es muy fuerte. Nadie es consciente del dolor y del sufrimiento que incluso uno mismo tiene al estar haciendo todo esto», relata.

Su vida ha cambiado mucho desde la adolescencia y, aunque el TOC sigue presente en su vida, Jaume ha conseguido controlar en la medida de lo posible su enfermedad. La música, su profesión, tuvo mucho que ver con ello, aunque también el trabajo introspectivo consigo mismo. Ahora, se define como una persona feliz, algo que le ha costado mucho «esfuerzo y trabajo», y puede gozar de una calidad de vida que antes no podía permitirse con el trastorno.

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