Conoce las diferencias entre espinacas, acelgas y grelos

Conoce las diferencias entre espinacas, acelgas y grelos

Cuando pienso en verduras de hoja verde, no puedo evitar recordar esas tardes en casa viendo la tele. «¡Esto te va a poner tan fuerte como a Popeye!», decía mi madre cuando me servía espinacas, haciendo referencia a la mítica serie.

Efectivamente se refería a las espinacas. Pero claro, dentro de las verduras de hoja verde también hay lugar para las acelgas y los grelos. De hecho, alguna vez mi madre me sirvió acelgas diciéndome que eran espinacas y me la coló, vaya si me la coló.

Así que hoy vamos a desentrañar el misterio de estas tres verduritas verdes que tanto nos confunden: las espinacas, las acelgas y los grelos. ¿Listos para el viaje? También conoce tres sencillas y rápidas recetas que puedes hacer con cada uno de estos ingredientes. Es el turno de probar estas y otras recetas añadiendo cualquiera de las tres verduras. ¡Vamos a ello!

Las diferencias entre espinacas, acelgas y grelos

Conoce las diferencias entre espinacas, acelgas y grelos

Las espinacas

Para empezar, vamos a darle un poco de historia al asunto. Las espinacas son originarias de la antigua Persia, lo que hoy en día es Irán. Llegaron a Europa gracias a los árabes en la Edad Media, y no tardaron en hacerse un hueco en las cocinas de todo el continente. Las espinacas se convirtieron en las reinas de los guisos y ensaladas. Además, gracias a su alto contenido en hierro, se ganó la fama de ser la verdura preferida por los más musculosos, ¡aunque después descubrimos que su cantidad de hierro no era para tanto!

Esta verdura es una de las más versátiles que existe. Se puede comer cruda en ensaladas, cocida en sopas y guisos, o incluso salteada como guarnición. Las espinacas tienen un sabor suave y ligeramente dulce, lo que las hace ideales para combinar con otros ingredientes más potentes. Además, son ricas en vitaminas A y C, hierro y calcio, así que comer espinacas es como darle un abrazo a nuestro cuerpo.

Las acelgas

Por otro lado, tenemos a las acelgas, que son unas viejas conocidas en el Mediterráneo. Su origen se sitúa en la zona mediterránea y se han cultivado desde tiempos remotos. Eran muy apreciadas por los romanos, quienes las consideraban un alimento fundamental en su dieta. De hecho, Plinio el Viejo, un famoso naturalista romano, ya hablaba de las virtudes de las acelgas en sus escritos. Y sí, hay que decir que las acelgas han sido un clásico en las mesas de nuestras abuelas durante generaciones.

Las acelgas, por su parte, tienen un sabor más terroso y profundo. A diferencia de las espinacas, que se consumen principalmente por sus hojas, de las acelgas se aprovecha tanto la hoja como el tallo. De hecho, el tallo, también conocido como penca, es una de las partes más sabrosas. Las acelgas son una excelente fuente de fibra y contienen muchas vitaminas y minerales, especialmente vitamina K, que es esencial para la salud ósea y la coagulación sanguínea. Además, son muy bajas en calorías, por lo que son perfectas para aquellos que cuidan la línea sin renunciar al sabor.

Los grelos

Y no nos olvidemos de los grelos, esos ilustres desconocidos para muchos fuera de Galicia. Los grelos son los brotes tiernos de la planta del nabo y tienen una historia bien arraigada en la tradición culinaria gallega. Los gallegos llevan siglos cultivándolos y usándolos en sus recetas más tradicionales, como el famoso lacón con grelos, un plato que es casi un emblema de la gastronomía gallega.

Y llegamos a los grelos, que tienen un sabor más amargo y fuerte en comparación con las espinacas y las acelgas. Esta peculiaridad les da un carácter muy especial en la cocina. Se utilizan principalmente en guisos y cocidos, donde su sabor se mezcla maravillosamente con carnes y embutidos. Los grelos son una excelente fuente de fibra y vitamina C, y su consumo es ideal para mantener una dieta equilibrada y saludable.

Recetas sencillas

Pasemos ahora a la parte divertida: ¡la cocina! Vamos a preparar unas cuantas recetas sencillas con nuestras tres protagonistas para que puedas disfrutar de su sabor en todo su esplendor.

Ensalada de espinacas con fresas y nueces

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Empezamos con las espinacas. ¿Qué tal una buena ensalada de espinacas con requesón y fresas? ¡Una combinación ganadora! Primero, lavamos bien las espinacas y las escurrimos. Después, cortamos unas fresas en láminas finas y las mezclamos con las espinacas. Añadimos un puñado de nueces troceadas, requesón y aliñamos con un poco de aceite de oliva, vinagre balsámico y una pizca de sal. ¡Y ya está! Una ensalada fresca, deliciosa y súper saludable.

Acelgas con patatas

acelgas portada

Con las acelgas, vamos a preparar un plato tradicional: acelgas con patatas. Primero, lavamos las acelgas y las cortamos en trozos grandes. Pelamos unas patatas y las cortamos en cubos. En una olla, ponemos a hervir agua con sal y añadimos las patatas. Dejamos que se cuezan durante unos 10 minutos y luego añadimos las acelgas. Cocinamos todo junto durante otros 10 minutos, o hasta que las patatas y las acelgas estén tiernas. Escurrimos el agua, aliñamos con un buen chorro de aceite de oliva y ¡listo! Un plato sencillo, pero lleno de sabor y recuerdos de la cocina de la abuela.

Lacón con grelos

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Y para los grelos, no podemos dejar de hacer un buen lacón con grelos. Necesitamos grelos frescos, un trozo de lacón y chorizo. Primero, ponemos el lacón a cocer en agua durante unas dos horas, hasta que esté bien tierno. Añadimos los chorizos y los grelos y dejamos que se cuezan durante unos 30 minutos más. Servimos todo junto, con un buen trozo de pan de pueblo, y disfrutamos de un plato contundente y lleno de tradición gallega.

Las espinacas, las acelgas y los grelos son tres verduritas que, aunque a simple vista parezcan iguales, cada una tiene su propia historia, sabor y usos en la cocina. Son una excelente manera de añadir más verdura a nuestra dieta y disfrutar de platos deliciosos y saludables. Así que la próxima vez que te encuentres en el supermercado, no dudes en coger un buen manojo de cualquiera de estas tres y ponerte a cocinar. ¡Tu cuerpo y tu paladar te lo agradecerán!

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