Muere Di Stéfano
Don Alfredo: el fútbol
Ha sido el jugador más completo que ha existido. Podía jugar con brillantez en todos los puestos y tenía genio: del bueno y del malo

Me hubiera gustado estar en el estreno de «La consagración de la primavera», de Stravinski, o presenciar un mano a mano de Gallito y Juan Belmonte. El azar de las fechas me permitió, en cambio, ver el debut de un joven argentino, en Chamartín, en 1952, en las filas del Millonarios. Se llamaba Alfredo Di Stéfano .
Poco antes del final, en una jugada sin importancia, cuando su equipo iba ganando, se pegó una carrera de muchos metros para evitar que saliera la pelota por la banda. Cuentan que don Santiago Bernabéu se limitó a decir: «Quiero a ese argentino». Y lo consiguió, aunque, para ello, tuviera que pelearse con el Barcelona: Samitier había comprado los derechos al River Plate; Raimundo Saporta, al Millonarios. La decisión federativa fue salomónica: jugaría un año con cada equipo, comenzando por el Madrid. Se ofendió el Barcelona y renunció a sus derechos. Es una herida que siempre tuvo abierta. ¡Qué hubieran hecho, juntos, Kubala y Di Stéfano! A la vez, nació la etapa más gloriosa del Real Madrid , la de las primeras Copas de Europa, con Di Stéfano.
Suelen discutir los aficionados quién ha sido el mejor jugador de la historia. Para los que tuvimos la suerte de ver en plenitud a don Alfredo, la duda ofende. Lo tenía todo: regateaba, centraba, distribuía juego, marcaba goles con el pie y con la cabeza, dirigía a todo el equipo. Era rapidísimo de cabeza y de movimientos. Por eso le llamaron, en su país, « La Saeta rubia », y le cantaban: «Socorro, socorro, que viene la Saeta, con su propulsión a chorro». Una vez, marcó un gol a los pocos segundos de haber comenzado el partido. Y tenía lo que a tantos jugadores de clase les falta: genio, del bueno y del malo, según hiciera falta.
Todo el equipo giraba en torno a él. Fué él el que hizo venir a Rial, que ayudó a «crear» a Gento. No se acopló a su juego Didí y se tuvo que ir del Madrid. Más inteligente fue Kopa, que aceptó un papel casi secundario, de extremo derecho, dejando el centro a don Alfredo, y así triunfó...
Di Stéfano era el jugador más completo. Si hacía falta, jugaba hasta de porteroEra, sencillamente, el jugador más completo que ha existido. Podía jugar con brillantez en todos los puestos: de delantero, por supuesto, pero también de medio, dirigiendo a todos. Si había que defender, se ponía de defensa. Y hasta de portero, si el equipo lo necesitaba: lo hizo en un derbi argentino, jugando contra el Boca, cuando se lesionó Carrizo...
Define muy bien su carácter lo que sucedió en los octavos de final de la segunda Copa de Europa : en el encuentro de ida, en Chamartín, el Madrid había ganado cuatro a dos al Rapid. En el partido de vuelta, en Viena, el equipo sufrió muchísimo. El campo estaba cubierto de nieve, los jugadores madridistas no estaban acostumbrados a jugar en esas condiciones, habían elegido mal sus botas, se resbalaban continuamente. También fueron cayendo los goles austriacos: uno, dos, tres... Al llegar el descanso, el Madrid se había quedado con diez jugadores por lesión (entonces no estaban permitidas las sustituciones) y se veía eliminado.
Bajó Bernabéu a los vestuarios y les dirigió la famosa «santiaguina»: «Piensen que no sólo están representando al Real Madrid sino a España y a ese grupo de españoles que trabajan fuera de su patria y que se enorgullecen de los triunfos de un equipo hispano». Luego, un gol de Di Stéfano igualó la eliminatoria: él se colocó de defensa central y ningún delantero del Rapid volvió a pasar por allí. Ni Maradona ni Pelé ni ninguno han sido capaces de hacer algo así...
Por eso, don Alfredo ha sido «el más grande», como se decía de Marcial Lalanda; «el número uno», como se autoproclamó Luis Miguel Dominguín. Más aún: algunos genios encarnan de tal modo un arte que se identifican plenamente con él. No estoy hablando de preferencias personales, de pascalianas «razones del corazón», sino de algo más simple, más definitivo: si Cervantes es la novela, Shakespeare es el teatro y Juan Sebastián Bach es la música, don Alfredo Di Stéfano, pura y simplemente, es el fútbol. Los que hemos tenido la fortuna de verlo jugar, lo sabemos de sobra.
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