LIga de campeones
Una apisonadora destroza a un Madrid caótico
La intensa presión del Dortmund deja sin recursos a los blancos, a merced de un Lewandowski espectacular, y a la espera de una difícil remontada
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Aparecieron nubarrones, muy negros, en un cielo muy despejado. Dormido el Madrid, despierto el Borussia, y mucho. Estaba advertido el Madrid, muy advertido, pero no lo pareció. Poco activas las líneas, descolocada la gente (gravemente) y superados en todas las zonas por un Borussia desmelenado, coordinados en la presión (como se sabía), intensos (como se sabía) y letales arriba (como se sabía).
Mourinho no ayudó esta vez. Al revés. Complicó las cosas metiendo a Modric en el campo, no por el croata en sí, sino porque eso llevó a Ozil a la derecha. El Madrid no se puede permitir esos lujos. Lo puede hacer en la liga doméstica, con equipos con mucho menor presupuesto y a los que gana con el equipo B y C, pero en la alta elite un detalle decanta el partido.
Sin Ozil en su sitio, anclado en la banda derecha, el Madrid perdió todo: la hilazón de líneas, la contra, la posesión de balón, la continuidad, el desahogo de la salida de balón. Modric, pequeño, volátil, endeble, fue superado por la voraz presencia de los centrocampistas germanos: potentes, poderosos, omnipresentes.
El Madrid no apareció y con el gol recibido en el minuto siete el descontrol llegó a sus filas. Ese triplete formado por Reus, Götze y Lewandowski era indescifrable para la zaga madridista, superada en cada llegada y salvando los muebles por pelos de rana.
Mientras el Borussia decidió, o pudo, mantener esa presión, el Madrid no apareció, en ningún lado, asunto preocupante si va a llegar a una final ante el Bayern. No obstante, quizás porque no pudo, quizás por decisión propia a ver si pillaba una contra, los alemanes pidieron árnica. Dieron dos pasos atrás, dejaron de ir a por los zagueros y centrocampistas españoles y el Madrid pudo respirar.
Los blancos pueden estar somnolientos, andar despistados, como estuvieron gran parte del primer tiempo, pero si le dejas un haz de luz se meten por ahí y te hacen un ocho en un abrir y cerrar de ojos pues no necesitan nada para jugártela.
Garrafal error
Resultó curioso que en ese levantar el partido milímetro a milímetro, sin prisa pero sin pausa, fuese Hummels el que convirtiese ese haz de luz en un boquete que amenazaba con crear una vía directa a Wembley. El formidable defensa que quiere el Barça se confió en un balón teñido de tontería. Higuaín, que lo lucha todo como si fuera escocés, se lanzó dando mordiscos al aire, le robó la cartera, el coche y la casa para luego ceder a Cristiano Ronaldo que, como siempre, aparecía por ahí y acabó dando la vuelta a una eliminatoria muy complicada.
Con muy poco, poquísimo, el Madrid tenía dos bombonas de aire. En solo diez minutos todo el trabajo del Borussia era papel mojado. Es lo que tiene disponer de un mazo del tamaño del martillo de Thor, que te da una y ya no te levantas.
Un ariete implacable
Pues el Borussia se levantó. El equipo alemán recuperó el aliento y el Madrid volvió a perder el control, más que nada porque a los cinco minutos Pepe creó un agujero por donde entró Lewandowski de nuevo para desequilibrar el choque otra vez. De nuevo la cuesta arriba, de nuevo el sufrimiento, la mirada sombría y mortecina. Mucho más cuando el Borussia empezó a encontrar a Lewandowski, que hizo añicos a la zaga madridista con toda clase de recursos. Un gesto técnico permitió el tercero y los jugadores de Mourinho ya se veían incapaces de superar esa avalancha.
El asunto fue a peor, derivó en caos total y ahí Lewandowski es el rey. Se metió en las aguas revueltas que era el Madrid, cada uno por un lado, desconectado todo el mundo, sin juntarse linea alguna, apagados, sin verse entre ellos. En suma, todo lo contrario de lo que había pedido Mourinho en la víspera. Cada gol daba unas alas nuevas a los alemanes que en esas circunstancias se convierten en un panzer que pisoteaba todo lo que veía delante.
El Borussia iba arriba con siete, volvía con ocho, mordía las canillas, su gente llegaba como posesos para robar y el Madrid empujaba por inercia, a ciegas, sin plan B ni C ni nada. Un caos total del que solo se podían minimizar los daños con un gol que diese esperanza. No lo consiguió porque no jugaron en equipo, sino cada uno por su lado. Así que ya solo queda el Bernabéu y la esperanza de una remontada épica, pero...
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