crítica de danza
La Naturaleza vista a través de la Danza de Keersmaeker
Anne Teresa de Keersmaeker y Radouan Mriziga ponen en escena en el teatro Central, 'Il Cimento dell'Armonia e dell'Inventione'
![Los cuatro intérpretes de la obra de Anne Teresa de Keersmaeker que se ha puesto en escena en el teatro Central](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/queplan/2024/12/21/Rosas-danza-central-R6aYCF1pmoOT81Q0dNNVw3N-1200x840@diario_abc.jpg)
Crítica de Danza
'Il Cimento dell'Armonia e dell'Inventione'
- Coreografía: Anne Teresa de Keersmaeker y Radouan Mriziga
- Creado con y bailado por: Boštjan Antončič, Nassim Baddag, Lav Crnčević, José Paulo dos Santos
- Música: Antonio Vivaldi, 'Le quattro stagioni', Amandine Beyer, Gli Incogniti
- Poema: Asmaa Jama, 'We, the salvage'
- Escenografía y diseño de luces Anne Teresa De Keersmaeker, Radouan Mriziga
- Diseño de Vestuario: Aouatif Boulaich
- Teatro Central Estreno en España
- Día: 21 de diciembre de 2024
Anne Teresa de Keersmaeker vuelve a Sevilla, donde ya ha estrenado numerosas producciones en España para poner en escena su última obra, 'Il Cimento dell'Armonia e dell'Inventione', una pieza en la que explora una obra muy popular, 'Las cuatro estaciones' de Vivaldi, pero ... claro, conociendo a la coreógrafa, elige un punto de partida personal, en este caso, porque parte de la versión que ha grabado la virtuosa violinista y colaboradora de su compañía Rosas, Amandine Beyer y su Emsemble Gli Incogniti.
Keersmaeker siempre es fiel a Juan Sebastián Bach, pero esta vez lo ha abandonado por Vivaldi. Y ha sido en Sevilla la única plaza donde esta obra se ha podido ver con el elenco completo del Ensemble Gli Incogniti, así que el foso del teatro Central, normalmente en plano, se ha abierto para acoger a Amandine Beyer, violín solo y dirección musical, Alba Roca, Yoko Kawakubo, violines, Marta Paramo, viola, Marco Ceccato, violoncelo, Francesco Romano, tiorba, Baldomero Barciela Varela, violone, Anna Fontana, clavecin, que hicieron una interpretación espectacular y casi íntima de la pieza de Vivaldi.
Creada a principios de 2024 'Il Cimento dell'Armonia e dell'Inventione' responde a la necesidad de la coreógrafa de convivir con la Naturaleza y sus experiencias, a pesar de que estemos rodeados, como ella misma confiesa, de una brutalidad en guerras y conflictos, por lo que parece que la Humanidad no aprende de sus anteriores desastres. Con este deseo de reflexión y de crear danza para los momentos de tristeza o de alegría, crea Keersmaeker esta coreografía de una hora cincuenta minutos de insistente y hermosísima danza.
Son cuatro los intérpretes, cuatro hombres de complexión física y condiciones estéticas muy diferentes. La diversidad es una manera más de expresión de la coreógrafa. Sigue siendo fiel Keersmaeker a sus forma de componer la coreografía con una permanente base geométrica que en este caso transporta a la Naturaleza, es decir, a la época en la que el cambio climático producido por los humanos, se está cargado a la Madre, a la Tierra. Esta es la sensación que la creadora quiere mantener en su obra: una tensión permanente que sólo suaviza en determinados momentos corales, como si nos diera un respiro.
El escenario en blanco, no hay calles. En el fondo del mismo una pared de neones puestos en horizontal parecen componer un pentagrama. En los laterales, la misma composición menos numerosa. Las luces de neón comienzan a encenderse y apagarse como si compusieran una melodía, con una cadencia aritmética tan similar a una composición musical.
Esta ceremonia de comunión con la Naturaleza se inicia con el bailarín Bostjan Antoncic, habitual de la compañía Rosas, que inicia un prólogo en silencio, nada más con sus gestos y movimientos, que ya nos anuncia lo que allí puede pasar. Los músicos aguardan en el foso, y la danza continúa en escena en ceremonial silencio, tan sólo roto cuando se oyen sonidos de pájaros o silbidos de animales. El bailarín se sacude como si fuera un caballo y choca sus carrillos hasta hacerlos sonar.
Se inicia el otoño y lo hace con una secuencia también en silencio de los cuatro bailarines, quizás excesivamente larga, y una profusión de pasos, giros, mudanzas que no cesan. La riqueza coreográfica es inmensa, los cuerpos se mueven a placer. Cada uno es diferente y a veces no parece lo que van a poder hacer, pero en escena se sucede la transformación y van todos al unísono. Uno de los bailarines hace más intervenciones de danza urbana que el resto, y todos se suman en una demostración de giros, secuencias, diagonales hacia atrás, o dibujando complejos círculos entre los cuatro..., con difíciles expresiones de brazos, 'ports de bras', por la tensión y contención del movimiento.
Dice Keersmaeker que se ha inspirado en las pinturas del pintor holandés Bruegel, del que sólo han sobrevivido 45 obras, y también en las 'Tres Gracias' del cuadro de la Primavera de Botticelli, por eso los bailarines forman un corro y juntan sus brazos hacia el cielo.
Las estaciones de Vivaldi van apareciendo, el otoño, el invierno, la primavera y el verano de forma sucesiva. Los músicos y la danza ya no se abandonan, van de la mano. Hay breves silencios, pero cada vez menos, el ritmo es más pausado en ocasiones pero en otras parece explotar. El número de claqué de dos de los bailarines, zapateando a pie plano, eleva el espectáculo a otra dimensión que va cogiendo velocidad hasta el final en el que se oye la voz que recita el poema de la autora somalı́ Asmina Jama, quien clama a la Humanidad para que salve a la madre tierra.
Fascinante la obra de Anne Teresa de Keersmaekere y su compañía Rosas, fascinante por su preocupación por la situación de la Naturaleza y la falta de interés de los hombres por salvar su propia casa. La obra es intensa, de un lenguaje coreográfico que parece retener varios idiomas en sí mismo. Parece que la coreógrafa ha elegido esta partitura de Vivaldi con una clara intención: estas son las cuatro estaciones que hoy dividen nuestro mundo y nuestra vida, ¿seguirán existiendo a pesar de la Humanidad? Los bailarines cierran los ojos y los tapan. No quieren ver el futuro.
Una hermosa manera de concluir el año del Teatro Central, un regalo para los sentidos a pesar de que esta reflexión que Keersmaker comparte con el público no parece que vaya a tener en breve una fácil solución. La vida sigue, la danza, también, de momento.
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