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critica de danza

Israel se puso el mundo por montera

El bailaor sevillano realizó el estreno nacional de 'La consagración de la primavera' en el Teatro Central

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Israel Galván estrenó anoche en el teatro Central 'La consagración de la primavera' jean louis duzert
Marta Carrasco

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Crítica de Danza

'La consagración de la primavera'

  • Dirección artística y coreografía: Israel Galván
  • Con: Israel Galván (Danza) ,Daria van den Bercken, Gerard Bouwhuis (piano)
  • Música: Igor Stravinski, Domenico Scarlatti y Frederic Rzewski
  • Teatro Central: Día 1 de marzo de 2024 Estreno en España

'Este hombre no es de este mundo' fue la frase más oída por el público que llenaba hasta los palcos de los fotógrafos anoche en el teatro Central de Sevilla para contemplar el estreno nacional de 'La consagración de la primavera' del bailaor Israel Galván (Sevilla, 1973). Un público heterogéneo, pero siempre en el que prima más el que busca sorprenderse que decir un 'ole' ante un compás por bulerías.

Porque Israel Galván fiel a su sentir iconoclasta, siempre busca aventuras nuevas. En este caso se ha alineado con una de las más bellas partituras del siglo XX, 'La consagración de la primavera', de Igor Stravinsky que gracias a Les Ballets Russes de Diaghilev y a aquel monstruo del ballet llamado Vaslav Nijinsky, tiene un lugar de privilegio en la historia de la Danza.

En este caso, Galván quiere abrise paso por si mismo con otra estética, la suya, la de ser flamenco, y elige además, no la versión sinfónica de la obra, sino la que el propio Stravinsky transcribió para ser interpretada a piano a cuatro manos. Hasta ahora el acercamiento de Galván con los grandes compositores había sido casi tímido, hasta que llegó a Manuel de Falla. Ahora, que con la madurez a nada teme, se ha metido con esta obra maestra.

Y es precisamente esta obra magistral lo que permite a Galván trascender a sí mismo, porque la interpretación a piano le convierte en el tercer instrumento de la noche: la percusión.

Galván se somete a la dictadura percutiva de la obra de Stravinsky y con diez elementos en escena, va sacando con su zapateado matices, sonidos oscuros, agudos, claros, opacos, metálicos, golpes..., todo lo que puede encontrar en estos elementos, incluso sobre la tierra. Galván sala a escena con una moña de jazmines en su cabeza, descalzo e infla con una especie de bimba un elemento que cuando sube, flota sobre el. (Cómo puede zapatear a pie descalzo sacando diferentes sonidos sobre una superficie que flota sin desestabilizarse, lo dejamos para otro día, pero lo hace).

Ya lo dijo en las páginas de este periódico, «he robado a Nijinsky», y lo ha hecho, sin decoro, sin reparo y sin rubor (recordando imágenes de 'La siesta de un fauno' con la maravillosa partitura de Debussy). Ha convertido las manos geométricas, la cabeza y los pies, un paso de punta y talón en relevé, tan característico de la imagen del bailarín ruso, y lo tranforma en punta y tacón. Sus manos flamencas no imitan, sino que se enriquecen de otra estética. Baila Galván descalzo, se cambia a unas botas blancas y negras, picassianas a la que luego seguirán unas negras. Sus pantorrillas siempre al aire, se nota la tensión cuando zapatea rítimico. Se sienta sobre un taburete (¿recordaría a Mario Maya, su maestro?) y aún es mucho más trepidante el sonido de sus pies. Coge un paypay de color rosa, se abanica, lo usa como si fuera un pericón, lo tira. El escenario lo llenan sus pies, las texturas que saca en cada una de sus intervenciones sobre los elementos, diez, que ha situado sobre el.

Se introduce en una especie de enorme falda que está desparramada a su alrededor y sus pies dentro de ese espacio no se ven, parecen mágicos, pero se escuchan, roncos, firmes. Recoge la falda y sigue sacando sonidos, como si los mismos pies del bailaor estuvieran 'escritos' en la partitura musical.

Este ritual dramático tiene también una expresiva y extensa gestualidad, llena de escorzos, sus brazos conforman siempre un movimiento geométrico; la cara con gestos en ocasiones casi de cine mudo, los gritos que aparecen en dos momentos de la obra o sus giros y movimientos de manos y muñecas, su cuerpo decididamente es la melodía de esta pieza. Remata una y otra vez, no deja de crear imágenes en cada momento, es arrollador. Su estética dancística puramente flamenca imbricada en la música de Stravinsky conforma un universo nuevo, sorprendente, pero era lo que esperábamos. Queríamos asombrarnos, desasosegarnos, porque Galván a nadie deja indiferente.

Los pianistas, Daria van den Bercken y Gerard Bouwhuis son de una técnica y musicalidad magníficas y están perfectamente conectados con Galván. Ambos pianos a la izquierda del escenario conforman también un universo propio. Al final de la obra, Galván se mete entre los dos instrumentos, toma algunos elementos y cuando parece que todo va a terminar, suena en el piano una sevillana: 'Viva Sevilla, viva Sevilla'... y Galván coge una montera y se la pone, remata el primer tercio de la sevillana y tira la montera....fin. Eso sí, cayó boca arriba, y el bailaor fiel a su esencia, fue hacia la montera y la puso boca abajo. Con estas cosas no se juega y menos en Sevilla, eso lo sabe Galván.

Una gran obra, una pieza que seguirá en nuestro imaginario, porque las genialidades siempre aguantan muy bien el paso de la historia, y esta creación de Galván, lo hará sin problemas.

'La consagración de la primavera'. Israel Galván

Teatro Central: Avda. José de Gálvez. Isla de la Cartuja.

Día: 1 y 2 de marzo

Hora: 21,00

Entradas: 25 euros.

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