En torno a la ópera en Inglaterra
La ópera inglesa 'Venus y Adonis' de John Blow se representó en el ciclo de música antigua en el Turina con Rachel Redmond (soprano), Andrew Santini (bajo) y Natalie Pérez (mezzosoprano).

Música antigua en Turina
- Programa: 'Venus y Adonis' de John Blow.
- Intérpretes: Rachel Redmond (soprano), Andrew Santini (bajo) y Natalie Perez (mezzosoprano). Ensemble Masques.
- Director: Olivier Fortin.
- Lugar: Teatro Turina.
- Fecha: 13/01/2024.
El Ensemble Masques lleva tiempo en la escena (1998) como un conjunto inicialmente canadiense que, aunque ha abordado diferentes facetas de la música de los siglos XVII y XVIII, y desde luego está muy rejuvenecido, ya por su nombre nos indica el interés que les ... dio vida y que siguen manteniendo: las 'masques', aquellos espectáculos que unían poesía, música, danza y puesta en escena. Con 'Venus y Adonis' se alcanza la categoría operística, al ser completamente cantada (de hecho, se considera la primera ópera plenamente inglesa), aunque no esconde el espíritu vital y descarado de la Restauración.
Como la duración de la obra está en torno a una hora, decidieron anteceder una pieza de Matthew Locke, compositor por cierto de una 'masque' llamada 'Cupido y Muerte'.
Ya desde esta primera entrada pudimos admirar lo que caracteriza en la actualidad a este conjunto: su profundo equilibrio, tanto en el apartado instrumental, sensación ampliable también a su sección vocal.
Sólo dos violines, con dos flautas maravillosamente conjuntadas entre sí y con el resto del ensemble, a los que se unió más tarde una viola, un violonchelo incansable (a pesar de la sorprendente colocación de la chelista, con el instrumento casi de lado y apoyándolo prácticamente en los tobillos -a pesar de su altura- lo que la obligaba a permanecer encorvada, además de sostener un enorme arco, casi como el que se debió usar en la cacería del jabalí que dio muerte a Adonis).
Finalizaban los instrumentistas con un discreto pero de igual manera omnipresente tiorbista, exquisito, y a quien además se oyó casi en todo momento. Bueno, y el director desde un pequeño clave, a quien por cierto pudimos seguir también a pesar de estar colocado de espaldas al público: ya decimos, todo un milagro de equilibrio.
Con la entrada de las voces continuó esta sensación, desde la muy templada de Natalie Pérez como Cupido, clara, bien proporcionada entre una voz de mezzo 'natural' e impostada, y participando con acierto en esta semi representación que daba mayor realismo al drama.
Aún más meritoria nos resultó la voz protagonista de la soprano Rachel Redmon como Venus, con una dicción también muy clara, aunque lo más sobresaliente era la homogeneidad de un registro cálido, proporcionado, expresivo, tanto en los agudos más arriesgados como en los apianamientos más delicados.
En realidad, estamos hablando también de lo que el bajo Andrew Santini no terminó de conseguir: sobre una voz más impostada de lo que se pudiera desear, poderosa, sin embargo no consiguió esa igualdad en todo su ámbito, especialmente donde había sobresalido su compañera Redmon, en los apianamientos.
Sorprendía igualmente el trabajo de dos briosas sopranos jóvenes, Maïlys De Villoutreys y Magali Pérol-Dumora, de hermosa voz ambas, quienes además de su control sobre los agudos, que podían haber sido demasiado acerados -y no lo fueron-, destacó también una excelente articulación y a la vez implicación con el drama.
La parte negativa
En la parte más negativa pensamos que se instaló el contratenor Gabriel Jublin, que parecía no saber con qué registro quedarse, si con el suyo de tenor o con el afalsetado de contratenor. En ocasiones estos tienen que recurrir a su voz natural por alguna nota demasiado grave o situada en la zona de paso, pero creemos que en este caso fue más bien un problema de técnica. Eso sí, quiso suplirlo con una presencia dramática que sobresalía con respecto a la de sus compañeros.
Tanto el barítono Josquin Gest como el bajo Renaud Bres ofrecieron intervenciones muy acertadas, con registros distendidos mediante los que llegaron a toda la extensión de su ámbito.
Aparte debemos destacar la labor constante y sabia de Olivier Fortin, tanto en el clave como en la dirección, y está claro que esa proporcionalidad que destacamos tanto en cantantes e instrumentistas, 'a solo' como en conjunto, se debe a su mano. Con más público que el habitual, consiguió atraer su atención sin tener que levantar una voz más que otra.
Subrayemos, para terminar, la importancia de los sobretítulos, en especial en la ópera barroca en la que los textos y la música no siempre se ayudan, por lo que sin ellos hubiéramos estado perdidos. Y además pudimos disfrutar de aquel momento de atrevimiento de un libreto que parecía haber sido hecho para olvidar definitivamente el puritanismo de Cromwell, como sugiere el que fuese obra de una mujer (Anne Kingsmill) mientras la música se debiese al organista, primero de San Pablo de Londres y luego de la Abadía de Wemsminter, donde está enterrado. Y además nos prepara para una gran ópera barroca hecha en Inglaterra, con texto y formas italianas y debida a la mano de un alemán. Hablamos, naturalmente, de 'Alcina' de Haendel.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete