Crítica musical
La OBS a toda marcha
Crítica musical de Carlos Tarín del concierto íntegramente dedicado a Vivaldi
'Gran selección'
- Programa: 'Las cuatro estaciones'
- Intérpretes: Chouchane Siranossian, violín solista. Orquesta Barroca de Sevilla
- Director: Andrea Marcon
- Lugar: Teatro Turina
- Fecha: 20/01/2024
Tras la brillante actuación de la OBS con Marcon que le oímos en la ópera 'Alcina' de Haendel, nos ofrecían ahora un concierto íntegramente dedicado a Vivaldi. Todo el repertorio de este concierto lo ha tocado anteriormente la orquesta y no hay que imaginar mucho ... que Marcon también lo ha hecho, sobre todo siendo el fundador de la Orquesta Barroca de Venecia. Sólo quedaba ensamblar estilos.
Porque una de las particularidades del maestro de Treviso es la velocidad endiable que imprime a sus obras, y eso lo pudimos ver especialmente en las 'Estaciones': pero tal vez estuvo vinculado al estilo hipervirtuoso de Siranossian.
Desde luego en el 'Concierto para cuerdas' en Do mayor RV 114 diríamos que se tocaba con rapidez, pero sobre todo con marcadas acentuaciones, otra característica de este director, justificado aquí porque el primer movimiento goza de inspiración francesa por esa melodía constituida sobre puntillos, con la diferencia de que en las oberturas galas corresponde a tiempos lentos; lo mismo pasó en el último tiempo. El minúsculo 'Adagio' central nos recordaba un recurso que había utilizado en 'Alcina' y es que para evitar que el público fuese aplaudiendo por movimientos él o Irene González, la clavecinista sevillana que compartía estas labores con el director, arpegiaban rápidamente para dejar claro que no se interrumpiera.
Siguió el 'Concierto para dos violonchelos' en Sol menor RV 531, una obra que no sólo está en el repertorio de la orquesta, sino también en la de sus jóvenes pupilos de la JOBS, a pesar de su dificultad. Dos solistas de campanillas: Mercedes Ruiz, cotriunfadora de los momentos más hermosos de 'Alcina', y que ahora brillaba con la escritura deslumbrante de Vivaldi junto a Anastasia Baraviera, que colabora con asiduidad con la OBS. Ya que hablamos de deslumbrante, Marcon no quiso que se apagaran las luces de sala para no 'ensombrecer' un programa de la luminosa Venecia. Lástima que no llevásemos encima las gafas de sol para paliar tal fulgor. Una idea que nos gustó -y nos parece que ya usó en la ópera- es colocar a los chelos de frente al público, con lo que su sonido se engrandecía, y así pudimos disfrutar del trabajo excelso de las chelistas.
Pero también esto se relaciona con otra cualidad del maestro filoveneciano: la facultad de resaltar a los solistas, y no hablamos sólo de quienes detentan el protagonismo de un concierto, sino de aquellos músicos que puntualmente sobresalen, sea individual o seccionalmente. Esto lo vimos en el concierto de chelo, en sus diálogos solistas con la orquesta, pero también entre ambas solistas, ya que el primer chelo normalmente plantea una melodía y el otro la repite, a veces más grave (generalmente una octava inferior) buscando la sensación de eco, de sombra, que diríamos en pintura.
Y no hablemos en el 'Concierto para cuatro violines y violonchelo' en Si menor RV 580, en el que los cuatro solistas 'miraban' al director y los chelos estaban al otro lado, con el continuo; así se oía claramente cómo entraban, se imitaban, conjuntaban y dialogaban con el chelo de Ruiz. La sensación de estéreo, a la que se sumaba el resto de la orquesta y el continuo, dibujaba el relieve que seguramente pretendió el Prete.
Ya para entonces se había incorporado Siranossian como uno de los cuatro violines, junto a Čičić (concertino de la Academy of Ancient Music que regentaba Hogwood), junto a Leo Rossi y Valentín Sánchez. Sólo con esto no se podrá decir que exageramos cuando hablamos de la gran categoría de los músicos de la OBS porque cada uno de ellos se pudo oír en solitario, conversando con sus instrumentos o agrupándose en conjunto. Tal vez porque estuviera más cerca del público o por la calidad del violín está claro que Siranossian exhibía una sonoridad extraordinaria (no sabemos sobre cuál de los dos violines barrocos que usa, si el Gagliano o el Guadagnini)
Pero no nos cansamos de decir que los instrumentos pueden ser extraordinarios, pero necesitan 'actualizaciones', como cuerdas nuevas cada cierto tiempo, la resina que se les aplica para que las cerdas se agarren a la cuerda, el sonido del arco y los etcéteras que se quieran. En nuestra opinión el sonido de la violinista de origen armenio es brillante, excesivamente brillante, hasta tal punto que en los sobreagudos parecía silbar en vez de sonar a cuerda; y luego, que la pierde su ansia de correr. Sabemos que las comparaciones son odiosas, pero ¿qué hacemos si al oír el 'Concierto para violín' en Re mayor 'Grosso Mogul' RV 208 no dejábamos de acordarnos de la lectura que hace sólo dos meses nos ofreció Miguel Romero, miembro de la OBS? Su sonido natural, humilde, franco conseguía que el virtuosismo del concierto pasara a un segundo plano y dejáramos oír una música que fluía llana y abundantemente. Y dicho esto, hemos de descubrirnos ante una violinista de técnica prodigiosa, que pudiera pensarse que no se pueden tocar más notas en ese espacio de tiempo y con esa afinación prodigiosa.
Suponemos que la versión de las famosas 'Cuatro estaciones' es debida a Marcon. Sin duda no deja indiferente. Ya en 'La primavera' nos llamaba la atención el 'Largo' central, con el cabrero que duerme en el prado con el solo murmullo de la fronda y un perro que no para de ladrar, que Vivaldi encarga a una viola: pues Marcon lo entendió poniendo todo en volumen de siesta y destacando la presencia de los ladridos del perro sobre el resto, remedados por la viola con un sonido hosco, seco, arisco. Esto contrastaría con la danza pastoral que le sigue, apacible y de baile aéreo, casi sin tocar el suelo.
Cada estación es un concierto, es verdad; pero cuando el respetable empezó a aplaudir, Marcon pidió silencio por gestos, cosa que no se entendió o se omitió. Es el momento de decir que el teatro estaba lleno, aunque colegimos que no todo provenía de los indesmayables socios de la AAOBS, porque estos ya vienen tosidos de casa. Se machacó con las toses (que no lo son -en general-; en todo caso un aclarado la voz, usado cuando alguien se aburre), alternando con las caídas de móviles o paraguas: es que cuando nos ponemos imaginativos…
Los contrastes en el primer movimiento del 'Verano' fueron llamativos y en el 'Adagio' se volvió a repetir el esquema anterior, donde esta vez los violines II se encargaron de dar vida a moscas y moscones. Para la tormenta de verano ni que decir tiene que los tiempos se dispararon hasta lo indecible, mientras el director marcaba las partes más fuertes como golpes.
El 'Invierno' comenzaba con una cuerda golpeando en 'staccato' (las cuerdas con el arco) 'sul ponticello' (cerca del puente) lo que produce un sonido seco, hiriente, desagradable, suponemos que como el invierno (es verdad que los instrumentos se van superponiendo formando circunstanciales disonancias). El 'Largo' fue ornamentado por la violinista, casi como una improvisación, manteniendo el ritmo regular requerido pero con la melodía aprovechaba los ornamentos para romper la disciplina de la base. Finalmente, Boreas y todos los vientos casi hacen que los músicos pierdan los dedos ante tremendo vendaval.
Pero el mal tiempo, como el que había inundado Sevilla esa tarde, volvía a repetirse en las propinas, esta vez con la tormenta de verano y no sabemos si es sólo una impresión, pero nos pareció todavía más rápida que anteriormente; la había precedido un lento de Torelli, contemporáneo de Vivaldi, como nos explicaba Marcon en buen español. Y esta tarde estarán en la tercera y última representación de 'Alcina'; y el 28 de febrero volverán con un nuevo programa. Y llenarán lo que les pongan.
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