'Yo fui a la EGB', la crónica
Ojalá podamos repetir curso el año que viene en esta educación musical a través de la nostalgia que aprobó en Sevilla con nota
Esta crónica no llega tarde. En los ochenta las reseñas periodísticas de conciertos, cuando las había, se publicaban al día siguiente y este espectáculo concluyó pasada la medianoche del domingo 24 de septiembre. A esas horas el cronista sólo podía recurrir al paracetamol para el dolor de piernas y acostarse para seguir soñando, porque los viajes en el tiempo son tan cansados como emocionantes y si no lo evitas llevan al final a las decepciones propias de la melancolía. Mejor seguir soñando, prolongar en la memoria lo que quiere ser un regreso al futuro en seis horas hacia tres décadas, que es lo que ofrece la gira 'Yo fui a la EGB'; una montaña de emociones desde la inocencia de Heidi al pezón de Sabrina.
El espectáculo llegaba rodado al 'Cabaret Festival', en el recinto de Mairena del Aljarafe y eso permite que las incidencias sean mínimas a pesar de tener que realizar una docena de cambios de escenario. Y las que hay se subsanan sobre la marcha o con veteranía. El DJ Toni Peret hizo de presentador improvisado. Allí tendría que haber estado Manu Sánchez. Para su pronta recuperación fue el primer aplauso de un público que por muy bien conservado que parezca no podía ocultar el añojo del DNI. ¿Quién lleva a estas alturas la entrada impresa en papel a un concierto? Pues toda esa gente que el sábado en la tarde se cobró un baño de nostalgia musical e identitaria. Generación de papel. Ahora que todo está en revisión, mejor repasar. Como hacíamos en aquellos libros cuyas cubiertas llevaban impresas en sus camisetas una buena pandilla de fans de esta fórmula consistente en reunir a varias bandas en micro conciertos para montar un espectáculo redondo capaz de unir a viejos amigos de la infancia y reventar al más incansable.
Nacho y javier Campillo, Tam Tam Go
Los Manolos abrieron el programa con rumba. Cuando llegó el turno a 'Amigos para siempre' las pandillas tomaban posiciones buscando la sombra de una tarde algo más que soleada que obligó a concentrarse en la pista y dejar las gradas esperando la noche.
Sin apreturas comenzó el baile. Cuando Peret preguntó al respetable por su década de nacimiento, algunos levantaron la mano al mentar los noventa. La mentira tenía patas cortas, porque, al rato, cuando la gran pantalla del escenario repasaba, como en los Oscar, a los muchos que se fueron, el mayor 'ohhh' se dedicó al abuelo de Heidi. Vamos, que Nacho Campillo(Tam Tam Go) parecía un millennial cuando entonó aquello de 'Ciberpirata de amor' y sus @.com de 'Atrapados en la red' entre tanta camiseta de Cazafantasmas, Epi y Blas o Mazinger Z. No faltó ni el anuncio de Nocilla en esos 'intermedios' (no los hubo) en los que igual se repasan grandes éxitos, que anuncios o programas televisivos de los setenta, ochenta y noventa, coreados por el público que evitan que el ambiente decaiga, Ni siquiera los cuidados 'shows EGBeros' del cuerpo de baile del espectáculo, dedicados a Queen, Michel Jackson, Dirty Dancing o Grease, que pudieran parecer a priori un relleno en el programa, decepcionan. Todo lo contrario, aumentan el chute de nostalgia que es el verdadero hilo conductor del concierto.
Javier Andreu, La Frontera
El público es igualmente necesario para mantener la tensión. Sevilla no defraudó y sacó nota en memoria musical. Y agradeció el directo de los granadinos de la Guardia, sonido de calidad. El sol seguía brillando, cuando se anunció a Sabrina. Y el respetable se dividió entre los que no olvidan la Nochevieja del 87 y las que querían escudriñar cómo ha avanzado en cuarenta años la cirugía estética. Sabrina, a pesar del playback, no dejó frío a nadie. Ni a las que la esperaron en modo arpías -ya quisiera el Instituto de Patrimonio Histórico conocer la fórmula de su conservación-, ni a los otros. El pezón de Sabrina actuó al ritmo de sus 'Boys' bajo la trasparencia negra de una premeditadamente indiscreta camiseta. No podía ser de otra forma.
Megamix
Para entonces ya habíamos rescatado los ochenta y su intrínseca libertad. Y La Frontera estaba preparada para firmar otro de los grandes directos de la noche y hacernos pensar sobre quién pone a estas alturas los límites del bien y del mal. Y el 'Dream team' de los DJ Peret, Castells y Tejada, delantera histórica del equipo que cada temporada firmaba los mayores éxitos en vinilo y CD de los tiempos del 'megamix' habían convertido el concierto con sus mezclas en algo ya tan imposible como la barra libre de una boda sin reguetón. El personal, ya cantaba a capela en el coche de papá la canción de Marco. Pero como en los menú de estrella Michelín, que nunca hartan pero llenan el espíritu, quedaban platos fuertes para degustar.
Yo tengo el disco dorado de los grandes éxitos de Bonney M, pero te juro por mi R-7 que nunca pensé que podría disfrutar tanto una actuación tributo al grupo tantas décadas después. Con el nuevo juvenil 'Daddy Col' (para cubrir el hueco del insustituible Bobby Farrell) y los 70 años de su «abuela morenita», líder del trío que ahora rememora los éxitos 'dance' del grupo. La vigencia de lo fundamental. Que se lo digan a Felipe y Guerra. A quienes desde la imposición quieren negar a la Generación Mazinger, bien está gritarles puños fuera.
No menos fuerza derrochó Vicky Larraz en su actuación, también encapsulada, que se despide en esta gira EGBera de los escenarios. Nacha Pop ya ponía el espectáculo por encima de las posibilidades de la precoz artrosis de buena parte de los danzantes malditos que gritaban a la noche. Nacho García Vega empatizaba con el público con una elegancia extraña a lo contemporáneo para que le diéramos la mano a la 'Chica de ayer', mítica canción de un grupo que siempre nos evocará al chico que nos robó el ayer en Antonio Vega.
Tampoco está Popocho, el actor icono de la Orquesta Mondragón. pero queda su espíritu y los vídeos que lo resucitaban, como tras un falló inicial de micrófono resucitó la potente voz de Javier Gurruchaga, sorprendente. No pasan los años. Brutal directo. Javier está para llenar estadios. Corazón de neón, Caperucita Feroz, Viaje con Nosotros… Hasta una versión de 'Imagine' dedicada a Ucrania como pequeño homenaje a aquellos megaconciertos solidarios de aquellas épocas. La Mondragón acabó con un Lola, Lola que llevó la noche al éxtasis.
Sólo quedaba la dulce despedida con Tennessee a modo de copa de helado de fresa con nata de bar americano de los 50. Para entonces, el DeLorean ya no daba más de sí, ni la tibia ni el peroné. Seis horas de música y danza visible y auténtica que no defraudaron a nadie. Ojalá podamos repetir curso el año que viene en esta EGB que aprobó ayer con nota. Aunque uno se declare objetor de su conciencia objetiva en este caso, ya que, cuando todos levantaban la linterna de sus móviles, encendía un mechero al aire como tributo personal a una época y a tantos como hicieron posible el patrimonio irreductible de nuestra infancia y juventud. Y por los que nos recuerdan que nuestra historia es interminable e insobornable.
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