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La TV pública italiana gira a la derecha con el gobierno de Meloni

En Italia, país de derechas con cultura predominante de izquierdas, se inicia un nuevo curso cultural

Meloni emprende la reforma de la Constitución para cambiar la forma de gobierno

Giorgia Meloni durante el programa 'Porta a Porta', emitido en RAI1, 2022 AFP
Ángel Gómez Fuentes

Ángel Gómez Fuentes

Corresponsal en Roma

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«La cultura de izquierda nos ha marginado durante años, ahora nos toca a nosotros». Lo ha dicho el ministro de Cultura, Gennaro Sangiuliano y lo destacaron también decenas de intelectuales. La realidad es que en Italia, considerado sociológicamente como un país de derechas, ha predominado una cultura de izquierdas. Por ello, cada vez que la derecha ganó unas elecciones intentó recuperar el terreno perdido y reflejar una cultura más acorde con la ideología mayoritaria del país. De ahí que una de las primeras medidas del Gobierno de Meloni es la de dar una nueva orientación a la Radiotelevisión pública italiana (RAI), considerada la gran industria cultural del país, al menos potencialmente. Aunque es evidente que RAI y Cultura no son sinónimos.

En verdad, todos los gobiernos cuando llegaron al poder en Italia, entre sus primeras medidas estuvo la de ocupar la RAI, un ente público financiado por un canon de 90 euros anuales que pagan quienes poseen un televisor. Era normal dejar a la oposición algunos programas, alguna red o un telediario de segundo nivel, nunca los de gran audiencia. Este reparto entre los principales partidos se conoce como «lottizzazione», una palabra de uso común en la vida pública, es decir, la división entre partidos políticos de los cargos directivos de organismos, empresas e instituciones públicas con el objeto de dirigir e influir en la vida económica y social del país. Así ha sido durante décadas. El partido mayoritario siempre se llevó la mejor tajada.

La primera ministra, Giorgia Meloni, no ha sido una excepción. Tanto es así que algunos ya han bautizado la RAI como TeleMeloni, por el giro que ha dado hacia la derecha. Acaban de ser nombrados los dos máximos dirigentes, con el visto bueno de la primera ministra: Roberto Sergio, que ocupó diversos cargos directivos desde el 2004, es el nuevo consejero delegado la RAI; y el nuevo director general es Giampaolo Rossi, un experto en comunicación y exmánager en el ente público, próximo también a Meloni. Habrá cambios en programas y servicios informativos, pero no harán desde luego una revolución ni tampoco una purga, como se ha gritado desde la izquierda. En este sentido, hay un caso emblemático.

Abandona la RAI un conocido y prestigioso periodista, Fabio Fazio, 58 años, desde los 18 en el ente público, presentador en los últimos 20 años de «Che tempo che fa», seguramente el mejor programa de la RAI, con buenas entrevistas a los más interesantes personajes de la vida cultural, socioeconómica, científica y política del país, tanto nacionales como internacionales, desde el papa Francisco hasta el presidente Emmanuel Macron. Por su contrato con la RAI, que vencía el 30 de junio próximo, cobraba 1,6 millones de euros al año. Fabio Fazio, de izquierdas sin militar en ningún partido, ha preferido no renovar en la RAI. Desde la izquierda, algunos gritaron que su salida era consecuencia de una purga. Pero la realidad es que se marcha por conveniencia. Le espera un contrato mejor por cuatro años: Cobrará 10 millones de euros (2,5 anuales) en Discovery. Fabio Fazio actuó en buena medida con la mirada puesta en sus bolsillos, aunque públicamente ha dado esta explicación sobre su abandono de la RAI: «No soy un hombre para todas las estaciones. Ni victimización ni martirologio. No es el caso. La política en su conjunto se siente legitimada por el resultado electoral para comportarse como propietaria de los asuntos públicos con poca consideración por el bien común y con una codicia desbordante. Y no sólo en lo que respecta a la televisión».

Fabio Fazio en televisión junto a la escritora de 'bestsellers', Erin Doom EFE

El periodista Fazio no hace una crítica directa al Gobierno Meloni, sino a la «política en su conjunto». Y no le falta razón, sobre todo en lo que se refiere a la RAI. Durante décadas, los políticos más relevantes del país, de izquierdas o derechas, han proclamado la necesidad de que la televisión pública sea independiente. Estas son algunas de sus declaraciones en el pasado: «La RAI necesita un presidente independiente de todos los partidos» (Massimo D'Alema, exsecretario del Partido Democrático y exprimer ministro, 2002); «la RAI no es ni debe convertirse en propiedad privada de un gobierno, de lo contrario es un régimen» (Guido Crosetto, actual ministro de Defensa, en el 2006); «evitemos que los partidos ocupen la RAI» (Matteo Renzi, exprimer ministro, 2015); «este es el momento adecuado para reformar RAI y evitar la injerencia de la política» (Giuseppe Conte, líder del Movimiento 5 Estrellas, 2021); «tenemos la ocupación sistemática de RAI» (Giorgia Meloni, líder de Hermanosa de Italia, en 2016, cuando estaba en la oposición).

La primera ministra Meloni podrá contar no solo con la RAI, sino también con las tres televisiones de Mediaset de su socio de Gobierno, Silvio Berlusconi. En uno de sus tres canales trabaja Andrea Giambruno, el marido de la primera ministra, un reputado periodista que podría conducir a partir de septiembre un programa periodístico. Es sabido que Marina Berlusconi, la primogénita de Il Cavaliere, para asegurar el futuro del imperio económico familiar, decidió hace unas semanas, ante la enfermedad del padre, realizar una serie de cambios en Forza Italia dejando el partido más próximo a Giorgia Meloni.

Desde luego, en Italia la historia de la televisión pública se repite. No parece el máximo del pluralismo. Los que huyan de las TeleMeloni podrán dirigir el telecomando hacia La7, un canal minoritario. Teniendo en cuenta que nadie espera una auténtica revolución cultural en la RAI, el Gobierno Meloni mira también a otros frentes, como la escuela, el mundo editorial o los museos para mostrar la nueva cultura de la derecha. El conocido periodista Alessandro Giuli, 47 años, nuevo presidente de la Fundación Maxxi - Museo Nacional de las Artes del Siglo XXI en Roma, explica el nuevo curso cultural del Gobierno Meloni: «No se trata de socavar una hegemonía existente, sino de sacar a la luz un horizonte cultural que ha quedado sumergido y que solo ahora entra en la vida pública. Yo me reconozco en un espíritu más laico y libertario, los demás tienen otras sensibilidades», declaró Giuli a La Repubblica. Para mostrar que no tiene dificultad en enfrentarse con las diversas sensibilidades del mundo del arte, este miércoles 17 de mayo el museo romano Maxxi celebró la jornada contra la homotransfobia con una exposición, en la que figura una obra de Franco Summa: un gigantesco escrito policromado con tres palabras: Amare Progettare Essere (Amar Proyectar Ser), en contraste con el lema del dictador Mussolini: Credere Obbedire Combattere (Creer Obedecer Combatir). La máquina cultural de las derechas entra así en una nueva fase.

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