Telebasura y corazón: Así fabricó la televisión a sus propios famosos
Los programas de crónica social evolucionaron hace tiempo hacia la espectacularización de la vida privada
![Aramís Fuster](https://s1.abcstatics.com/media/play/2021/11/06/aramis-klRG--1248x698@abc.jpg)
Aplicar a un programa la etiqueta 'telebasura' no es una tarea sencilla ni tampoco agradable. El término, empleado para definir determinados modelos televisivos y que la Real Academia Española define como «conjunto de programas televisivos de contenidos zafios y vulgares», ha generado un controvertido debate sobre qué espacios de nuestra televisión no superan el umbral calidad mínima exigible que los telespectadores merecen.
A lo largo de los años, los diferentes Consejos Audiovisuales han elaborado informes en los que calificaban de telebasura a determinados contenidos que inclumplían la legislación vigente al atentar contra la intimidad de los individuos o vulnerar el horario infantil. En 2010, de hecho, el Consejo Audiovisual de Cataluña incluyó en su definición de telebasura al «macrogénero que conocemos como telerrealidad y sus formatos derivados, el talk show y el reality show» así como «a los concursos de convivencia enclaustrada bajo vigilancia». Según el organismo, los contenidos enmarcados en este subgénero televisivo incurren a menudo en «la vulneración de derechos fundamentales, falta de consideración hacia los valores democráticos o cívicos» y muestran «poco o ningún respeto hacia la vida privada o la intimidad de las personas» además de estar caracterizados por « la utilización de un lenguaje grosero, impúdico y basado en los gritos con la intención de convertir en espectáculo la vida de determinados personajes».
Lenguaje malsonante, espectacularización de la vida privada o vulneración de la intimidad son, para la mayoría de los consejos audiovisuales, las líneas rojas que certifican que, en efecto, estamos ante un 'programa-basura'. La explotación del morbo y el sensacionalismo que los organismos oficiales denuncian a menudo va, sin embargo, más allá de los realities y los programas del corazón y se han convertido en rasgos definitorios de determinados espacios informativos, a menudo con los sucesos como eje central de sus contenidos.
¿Corazón o espectáculo?
Centrándonos en la llamada crónica social, ¿realmente son todos los programas del corazón sinónimo de telebasura? El profesor y experto en el medio Enrique Guerrero es claro al afirmar que, como en cualquier sector, todo depende del contenido. «Puede haber espacios protagonizados por famosos de verdad y en los que se cuente su historia, adentrándonos en mostrar su vida más familiar con calidad, con técnica. Esto no sería telebasura», explica. Ejemplo de lo que expone Guerrero es el programa de Televisión Española 'Lazos de Sangre' , que ahonda en el pasado de numerosas personalidades y que han protagonizado artistas como el Fary, Concha Velasco o el Dúo Dinámico. En este sentido, la cadena pública sigue siendo un ejemplo del buen gusto en un género televisivo que ahora goza de mala fama pero en el que un día se enmarcaron programas como 'Extra Rosa' , con Ana Rosa Quintana y Rosa Villacastín, 'Bla, bla, bla' en los años 80 o el veterano 'Corazón' de Televisión Española.
Hace años que la competencia entre televisiones y el 'todo por la audiencia' llevó a las cadenas a incrementar el morbo y el espectáculo de algunos de sus contenidos. Celebrities como Isabel Preysler, antes máximas protagonistas de la 'crónica rosa', dieron el relevo a otros personajes otrora considerados de 'segunda', como los denominados 'hijos de' (Kiko Rivera, Isa Pantoja, Gloria Camila). La maquinaria del corazón daba dinero y hacían falta noticias así que la televisión, aupada por el éxito de los realities, comenzó a fabricar a sus propios personajes. Si en 2001 'Operación Triunfo' había generado una remesa de nuevos artistas un año antes, en el 2000, Telecinco ya había dado con la fórmula mágica para fabricar famosos con su exitoso 'Gran Hermano'.
El furor por este tipo de programas, así como el avance imparable de 'Sálvame' y su versión 'Deluxe' —pocos programas pueden presumir de llevar 13 años liderando las audiencias— llevaron a Antena 3 a abandonar la batalla del cotilleo y a cancelar uno de sus programas más queridos hasta la fecha, el popular 'Dónde estás corazón' (DEC), de Jaime Cantizano. Los nuevos famosos, muchos nacidos en Mediaset, colonizaron la televisión e inauguraron una nueva crónica social en la que los gritos habían sustituido a la elegancia, y eso gustaba a la gente. Los programas —y, cómo no, las revistas— tuvieron que adaptarse al nuevo ecosistema e incluso 'Corazón', de Anne Igartiburu, cedió hueco a personajes como Asraf Beno , algo impensable tiempo atrás.
Una explicación científica
Un estudio publicado en 2011 por la prestigiosa revista 'Science' aseguraba que reaccionamos con interés hacia el morbo por puro instinto de supervivencia. El ser humano tiende a convertirse en espectador del cotilleo para recibir información de personas de su entorno sin tener que interactuar con ellas. Nuestro cerebro, según el citado informe, presta más atención a las personas sobre las que sabemos cosas negativas que a aquellas sobre las que se nos ha informado positivamente. Cotillear, concluía la investigación, es fundamental para que el ser humano intuya con quién debe o no relacionarse así que, sí, estamos diseñados para que nos interese la vida del prójimo .
También Enrique Guerrero defiende esta tesis en conversación con ABC. «Este tipo de contenidos nos engancha emocionalmente. Determinadas historias y personajes nos permiten vivir situaciones y acciones en la piel de otros mediante la empatía. Supone una recompensa para el ser humano el poder vivir experiencias a través de los ojos de otros», afirma. Aquí, a veces, da igual la calidad de lo que vemos a través de la pantalla. «Cuando alguien se siente atrapado por un contenido de poca calidad es porque, de algún modo, ha empatizado con lo que le cuentan y en cómo lo hacen» algo, dice Guerrero, totalmente lícito y no reprochable a los espectadores. «Si razonáramos a qué cosas absurdas dedicamos tiempo en esta vida habría muchas actividades que seguro eliminaríamos», concluye.
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