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Televidente

Nacho Vidal y los ’gozitanos’

Ángela Rodríguez Pam dijo el viernes pasado que es escandaloso que el setenta y cinco por ciento de las mujeres jóvenes prefieran la penetración a la autoestimulación. «España tiene que hablar de sexo», sentenció. El domingo, por lo que sea, Atresplayer Premium estrenó el primer capítulo de la serie que cuenta la vida de Nacho Vidal

La serie española que desnuda en cuerpo y alma a Nacho Vidal

Martiño Rivas como Nacho Vidal en 'Nacho'
Bruno Pardo Porto

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Ángela Rodríguez Pam dijo el viernes pasado que es escandaloso que el setenta y cinco por ciento de las mujeres jóvenes (las llamó chavalas) prefieran la penetración a la autoestimulación. «España tiene que hablar de sexo», sentenció. El domingo, por lo que sea, Atresplayer Premium estrenó el primer capítulo de la serie que cuenta la historia de Ignacio Jordà, Nacho Vidal para los restos. Aún no conocemos su opinión, pero podemos adivinarla. Martiño Rivas interpreta al actor, que en un par de capítulos ya se revela como un hombre que se metió al porno por amor y se quedó por el dinero, el mismo que perdió su padre, bipolar y arruinado. Habla mucho del placer, y se presenta como un buen samaritano que ha venido a compartir su don con el mundo, aunque cobrando. Su primer alias en el Bagdad, el local de sexo en vivo donde debutó, era Moisés. «Yo crecí en un entorno muy creyente», suelta. La adolescencia, eso sí, le pilló en la Ruta del Bakalao, una época convertida por la nostalgia en una edad de oro y que aquí se muestra como un cóctel de música y droga. Exta sí, exta no. Esas cosas que la gente necesita reivindicar como Cultura por el cargo de conciencia. No nos libramos de los placeres culpables.

La serie, en fin, se centra en la industria (los productores, los contratos, etcétera) y en la épica de conquistar una cima, da igual con qué parte del cuerpo. Para pensar el hedonismo está mejor ‘ Gozo ’ (Siruela), el nuevo libro de Azahara Alonso . Gozo, por cierto, es una isla del archipiélago maltés que tiene el gentilicio más perfecto del Mediterráneo: ‘gozitano’. Es un lugar al que se llega huyendo, y donde se escucha una lengua que baila entre el inglés, el árabe y el italiano, música para el extranjero. Allí el tiempo corre distinto y la brisa despierta verdades antiguas, sencillas, pequeñas. «En la ciudad grande soy eficiente, el estrés resulta ameno (ya se sabe lo que se elige entre el dolor y la nada). En la isla, en cambio, vivía de mirar al cielo», escribe la autora. El texto es una reivindicación de la pereza y la libertad de no hacer nada, de no trabajar: el contrato, está claro, es lo contrario del placer. Del verano. Aunque luego agosto dura lo que dura y en septiembre nos expulsan del paraíso. Y eso es un escándalo mayúsculo.

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