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Lazos de sangre

La sonrojante confesión de Paco Rabal a sus hijos

El actor trató de ocultar a sus vástagos Teresa y Benito un secreto de tipo estético

Paco Rabal, con peluquín, en una entrevista en televisión RTVE

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Paco Rabal está hoy considerado uno de los gigantes de la interpretación en España. Nadie duda de ello. Su categoría la avalan premios como un Goya , una Concha de Plata o un premio a la mejor interpretación en Cannes y, sobre todo, decenas de películas y series de televisión memorables.

Tras unos inicios un tanto casuales en la interpretación, encontró en ella una vocación, pero hubo dos momentos en su vida en los que temió por su futuro laboral. Uno fue cuando estaba encasillado como galán y otro fue cuando la alopecia llamó a su puerta o, más bien, a su cabeza. En sus tiempos no existía el remedio turco , y solo se podía recurrir a parches para disimular la calvicie, como pintar la cabeza de negro con un spray. Ésta fue una de las que el actor recordaba con gracia ya muy mayor. A esas alturas de la vida, se podía permitir bromas, pero previamente había sufrido mucho, según se recordó en el «Lazos de sangre» dedicado a la familia Rabal Balaguer .

Teresa Rabal , hija de Paco Rabal, recordaba cómo sus padres impedían a ella y a su hermano entrar en la estancia de la casa familiar donde se guardaban los peluquines de su padre. «Me escondía de mis hijos», reconocía divertido años después.

La situación más graciosa se dio cuando, tras años de ocultamiento, sentó a los dos hijos para confesarles por fin su sonrojante secreto: lo del peluquín.

Paco Rabal: Hijos, no tengo pelo.

Teresa y Benito: Papá, lo sabemos desde hace muchos años.

Se emitieron varios documentos televisivos del actor murciano con peluquín, siempre cantoso, y uno en el que confesó porque lo usaba. Además de por coquetería, por motivos laborales: «Lo hacía porque pensaba que así no me ofrecerían papeles de joven».

Tanto consiguió desdramatizar su problema de alopecia que, según recordó Félix Romeo en «ABC» , uno de sus chistes favoritos era «entrar en los sitios y saludar quitándoselo como quien se quita un sombrero».

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