Crítica de «Me quedo contigo»: Un «feministo» podría considerarlo denigrante
El programa de Telecinco recuerda a los clásicos «Contacto con tacto» o «Amor a primera vista», aunque sin ese comedido que tenían los años 90
Me quedo contigo
El «dating show» de Telecinco, «Me quedo contigo» , recuerda a los clásicos «Contacto con tacto» o «Amor a primera vista», aunque sin ese comedido o pazguato que tenían los años 90 y que ya nos parece amor cortés. Aquí el flechazo se expresa crudamente, aunque sea a través de las madres. No se escucha, sin embargo, la gran frase materna: «Ella vale mil veces más que él».
Las hijas aguardan en un ambiente de despedida de soltera y ellos salen como los toros a la plaza. Entran, hocican, van y vienen y las madres suben o bajan el pulgar como Agripina en el circo romano. Es la fase «entrar por el ojo». En cada tramo ellas se van descolgando y en esto el concurso es muy realista. El hombre conquista minimizando errores. Por eso, cuando el candidato abre la boca, huyen; cuando explica su vida (el significado de sus tatuajes, por ejemplo), se retiran más, siendo la criba definitiva el baile. Ahí se verá si sí o si no y algunas madres aún pedirán la prueba del reguetón para certificar si hay sabrosura. Un «feministo» podría considerar esto denigrante.
El casting es el sobrante de otros realities , así que ellas nos suenan de algo y ellos responden al perfil musculado y replicante del tronista. Aunque alguna exprese gustos exquisitos («Me gustan con camisa»), las categorías están claras: el «malote» es lo atractivo; en un grado menor está el gracioso y entre medias el «ser mono» . El ideal fue expresado por una de las jóvenes: «Que sea bueno pero con aspecto malote». O sea, no buenazo, sino «buenote» . Si el malote se pasa llega a la categoría de chulito, y eso ya no gusta. Los tatuajes también hasta cierto punto: tienen que ser islas peligrosas, no continentes de ego.
En un concursante se vio bien la dualidad. Era (cómo no) opositor a Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y había en él algo de Bradley Cooper (malote) que pugnaba con algo de Steve Carell (gracioso). Era un poco una cosa y otro poco la otra. Luchaban en él los dos tipos, sin vencer ninguno, y se veía la dificultad de las madres para dar con el gusto filial, o, como expresó una de ellas, «el logotipo de mi hija».
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