sálvese quien pueda

Reyes de la discordia

Más allá del nombre y el plató, poco cambia en '¡Sálvese quien pueda!', que hoy estrena sus primeros tres episodios en Netflix

Ya hemos visto 'Sálvese quien pueda' en Netflix y este es nuestro veredicto

No estaban muertos, estaban en Miami. Poco le duraron las penas a 'Sálvame', que no desapareció sino que, como la materia, se convirtió en otra cosa. Y quizás sea cosa de ciencia o algo más legendario eso de resucitar como el Ave Fénix, capaces ... de liderar la parrilla de la televisión convencional o tirarse de cabeza al 'streaming', a ciegas. Lo cierto es que, más allá del nombre y el plató, poco cambia en '¡Sálvese quien pueda!', que hoy estrena sus primeros tres episodios en Netflix.

Sigue viva la esencia del programa. Las grescas, los llantos, las carcajadas. Los bailes chumineros de Lydia Lozano, que pasea por la costa este de Estados Unidos como una Kardashian. A María Patiño le dicen sus compañeros que le gusta enseñar carne y a ella no se le hincha la vena pero le salen las lágrimas. Belén Esteban patenta la mueca de Robert de Niro; ella, cabecilla de ese grupo de desamparados, parte y reparte las broncas, media, incita... y hace 'promo' de su gazpacho en la playa. Chelo García-Cortés está pero no está, como siempre, aunque ni eso le evita las pullas. Y Terelú (y el acento no es errata) los desquicia a todos aun cuando solo frunce el ceño. Sale la mejor versión de Víctor Sandoval, que no es la interpretación sino cuando se desquicia, gritando, como poseído por una maldición (de Miami House), ¡Leslie! ¡Leslie! en lugar de ¡Nacho Polo! ¡Nacho Polo! Los Kikos siguen metiendo cizaña. Bicho malo nunca muere.

Lo llaman telebasura, pero no es tanto lo que separa al programa, ahora 'docurreality', de lo que hacía Tom Hanks con Wilson. Solo en una isla, le hablaba, lloraba, se reía con la pelota de voleyball. ¿No es acaso eso lo que hacen los tertulianos (perdón, 'panelistas') de '¡Sálvese quien pueda!'? No dejan títere con cabeza (sobre El Puma: «¿Este no estaba muerto?») para luego bailar y jugar al Yo nunca con el 'finado'. Gritan (mucho). Se provocan. Se humillan (sobre todo a Lydia Lozano, «la repudiada»). Pero en el fondo se quieren. Y son de carne y hueso y no solo de bótox. Hasta vomitan. Y sudan, mucho. Por la humedad de Miami... o por las cincuenta capas de maquillaje. Sun Tzu no lo inventó por ellos, pero les va al pelo eso de mantener a sus amigos cerca y aún más a sus enemigos. ¿Acaso no es eso la vida? Reír cuando toca llorar y apiadarnos hasta del adversario. La autoparodia es la única salvación.

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