Hazte premium Hazte premium

La ventana indiscreta

Malas compañías

Somos malabaristas del consumo que pueden, como anticipó ese oráculo del posmodernismo que son los Oscar, estar a la vez en todas partes sin enterarse de que están en ninguna

Sor Citröen contra las máquinas

Lucía Cabanelas

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La buena educación empieza por saber marcharse como Dios manda. En esta semana de salidas y pocas entradas (que se lo digan al VAR, que ni con caso Negreira ni con millones de ojos atentos se atrevió a meterse en la semifinal de Champions) el creador de 'The wire' demostró que los adioses, con la cabeza alta, escuecen más a quien los dice que a quien los encaja y que la memoria es frágil cuando conviene y no atiende a razones más que bobas o egoístas. Porque no hay otro motivo que explique que HBO despida a David Simon después de 25 años de contrato por apoyar la huelga de guionistas de EE.UU. contra la inteligencia artificial y su maquiavélico plan de sustituirnos a todos. A los fotógrafos, a los escritores y hasta a los soñadores. O que Mediaset, perdido el liderazgo de audiencias ya hace año y medio, cierre el chiringuito de 'Sálvame' con un portazo a pesar de sus catorce años de buenas cifras. Cabeza de turco o lavado de cara.

Y no es que ahora toque idealizar lo marchito, como esas hagiografías tan cursis que emergen cada vez que muere alguien. Ni es el fin de la telebasura, que vivirá hasta que sea rentable, ni tampoco el programa de La Fábrica de la Tele era el prodigio de lecciones políticas progresistas que algunos quieren ahora exaltar. Las cosas por su nombre. 'Sálvame', además de bailes chumineros y zancadillas entre miembros del equipo, es ruido para quien tiene puesta la televisión para espantar el silencio. Es compañía.

Si ha muerto algo es esa intimidad entre espectador y contenido, no con 'Sálvame' sino con la infidelidad de la multipantalla, la pérdida de atención, el ansia de quien se sabe en todo y en nada y le vale porque está, aun de puntillas. Ya es imposible leer un libro sin que salte en el móvil la notificación de alguna 'app' intrusiva. O esconderse en una butaca a oscuras sin que una luz brillante ciegue la vista. No falta compañía, sobra la mala.

Los hay que, en este fin de era, ni entran ni salen sino que se quedan en medio, para colmo de todos. Para así poder decir que han visto de forma simultánea Eurovisión y la Champions mientras comentaban memes en Twitter. Somos malabaristas del consumo que pueden, como anticipó ese oráculo del posmodernismo que son los Oscar, estar a la vez en todas partes sin enterarse de que están en ninguna.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación