la ventana indiscreta
Al ala oeste de Karla Sofía Gascón
Ganar un Oscar no está reñido con propinar un puñetazo y suma puntos ser de la minoría que quieras, pero jamás se puede tener la boca más grande que el colectivo al que representas
Karla Sofía Gascón, el crepúsculo de la estrella más fugaz de Hollywood

¡Ay, si Obélix levantara la cabeza y viera lo locos que están hoy los del imperio! La Casa Blanca ya no lo es por el color de la fachada, sino por el acolchado de las paredes. Una casa de locos que puede en la ... ficción ocupar un monstruo gigante y rojo (no naranja, ni rubio), 'alter ego' de Harrison Ford, o hacer resucitar –de forma todavía más fútil– a JFK en la sonrisa impoluta de James Marsden. También, ojo, de convertir al mafioso de Hollywood por excelencia, Robert de Niro, en un tipo íntegro e imparcial, incorruptible en su búsqueda de la verdad. Si es que eso existe en ese otro multiverso.
Los estrenos de la película 'Capitán América: Brave New World' y de las series 'Paradise' o 'Día cero' llegan, casi de forma simultánea, con el regreso de Donald Trump, omnipresente pero innombrable, a la presidencia. Lo hacen conscientes de que el foco está allí, pero inconscientes de que Trump, aranceles y plan de ocupación en Gaza mediante, no es de compartir las cámaras. Da igual lo disparatadas que sean las tramas que los guionistas, a base de estrujarse los sesos con fantasías, distopías y thrillers conspiranoicos, hayan pensado: jamás logrará la ficción superar a la realidad. Como mucho, a veces ocurre que se fusionan.
Y eso es un poco lo que le ha pasado a Karla Sofía Gascón, que vivía un cuento de hadas hasta que los mismos que la auparon más por política que por su actuación decidieron descabalgarla por idénticas razones. La carrera a los Oscar es feroz e implacable, y hasta más sucia que la que transitó Trump hasta Washington. Tener opiniones no es una opción, y el talento es insignificante si uno osa decir, o pensar, lo que quiera, o si va contra el relato. Y el relato decía que una mujer trans debía tener opiniones progresistas y bien alineadas con su causa para ganar la estatuilla. Karla Sofía Gascón, la persona, desmereció al personaje, y el relato decidió cancelarla por sus tuits cuñados.
Nunca una industria fue tan públicamente rastrera. Dejándola caer, o peor, siendo empujada hacia abajo por los compañeros que todavía aspiran a no quedarse en blanco. Ese es el precio del éxito, y la fama, en el reino de la hipocresía. Donde ganar un Oscar no está reñido con propinar un puñetazo, donde suma puntos ser de la minoría que quieras. Pero jamás de los jamases se puede tener la boca más grande que el colectivo al que representas.
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