Televidente
El ruido y la furia
«Tal vez la historia de la cultura sea lo que va de la fiesta a la arqueología, de la celebración a la reverencia»
Una promesa incumplida
![La sala de Las Meninas del Museo del Prado](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/play/2023/12/21/meninas-k1YD-U60955474696QjF-1200x840@abc.jpg)
Ahora se estrena una película con toda la parafernalia publicitaria de marquesina y autobús y alguien pregunta: «¿Y en Netflix cuándo?» Se han acortado tanto los tiempos entre la pantalla grande y la no tan grande (teles enormes en pisos pequeños, nuestro sino) que cada vez quedan menos argumentos para volver a las salas, aunque sobreviven los importantes: la diferencia entre un cine y un salón es la que hay entre un bar y una cocina, entre la vida y la supervivencia. El ocio no se define en términos de comodidad, sino de placer, que no es lo mismo aunque a veces se confunda. Por eso la barra es una trinchera todavía, y la butaca una ventana por la que entra el viento, la música de palomitas, los cuchicheos, los dramas y las risas, en una experiencia multisensorial de la que el ruido es parte sustancial, a pesar de los ceños fruncidos y los cuellos altos. El cine, a veces lo olvidamos, no nació como séptimo arte sino como espectáculo circense, como celebración del movimiento. ¡Se mueve, se mueve!
Decía Peláez el domingo que los museos se han convertido en un murmullo constante, que ya va siendo imposible encontrar el silencio para epatarse con Zurbarán o con Ribera. Pero hay algo bello en ese bullir, en ese caos de multitudes en el que nace la conversación y el intercambio: allá donde hay ruido hay vida, y allá donde hay vida hay esperanza, una ceniza, el recuerdo del fuego. El silencio es más propio de los templos abandonados, de las ruinas. Viendo a Louis Stettner en la Fundación Mapfre, una vigilante nos abroncó por comentar una fotografía de Nueva York, como si aquello fuera una misa. Pero quién paga una entrada para rezar.
Tal vez la historia de la cultura sea lo que va de la fiesta a la arqueología, de la celebración a la reverencia. Del jolgorio de los corrales de comedias a José Sacristán criticando las toses del público. «En una función como esta, cada tos es una puñalada. Está la tos insolente. Del que dice 'toso porque me sale de los huevos'», repetía cuando promocionaba 'Señora de rojo sobre fondo gris'.
Garci aventuró que el futuro del cine está en los museos, y yo ya me estoy imaginando a un hombre viendo a Chaplin al lado de Las Meninas, agarrándose el mentón con una mano y reprimiendo las carcajadas de los niños con la otra.
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