La comandante del Aire se estrella contra un pollo

R. Ventureira

28/04/2020
Actualizado a las 23:31h.

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No habrá una Rosa de España en «MasterChef 8» . Apuntaba muy alto la comandante del Ejército del Aire, pero se estrelló contra un pollo, que es animal de bajos y cortos vuelos, o más habitualmente de ninguno.

La leonesa Rosa , de 49 años, dejó los fogones del talent culinario no con una canción de Rosa López , sino con unos versos de Calderón de la Barca , que son los que cantan ella y sus compañeros cuando corren por la Academia del Aire. «Aquí la más principal hazaña es obedecer / y el debe y como ha de ser / es ni pedir no rehusar».

Sin más conocimiento que haber visto «Top Gun» cualquiera puede llegar a la conclusión (acertada) de que el oficio de Rosa es de los muy complicados. Y, desde luego, mucho más sencillo que cortar un pollo y cocinarlo rico. Asombrosamente, una mujer que roza los 50 años, que está más que acostumbrada a las altas presiones, y que hasta ese momento estaba mostrando gran entereza en el concurso, se diluyó sin previo aviso como un azucarillo. Fue derrotada por un pollo. Así de imprevisible es la vida, incluso para las mejores. La comandante tuvo la mala fortuna de mostrar debilidad en el peor momento, en la prueba eliminatoria, con lo que su final estaba más cantado que el «Resistiré» en tiempos de confinamiento. Y ese final era, evidentemente, la expulsión. «Está quemada a morir», decían sus compañeros mientras observaban desde la galería como Rosa carbonizaba sin piedad pedazos de pollo. «Los trozos los pincha, los rompe, los agarra de la piel, pero ¿por qué?», se preguntaba un atónito Pepe Rodríguez . «No domina el fuego», fue la conclusión de este chef. Ni Andreíta bajo amenaza materna se habría comido el pollo de la comandante leonesa.

Nada hacía prever el adiós de Rosa al principio del programa, pues el primer reto dejó un ramillete notable de señalados entre los que no figuraba la militar. Esa prueba inicial consistió en elaborar un plato vegetariano rico, sabroso y divertido. Para ello, los aspirantes contaron con verduras recién traídas de la huerta, de productores locales, elección con la que se intentó concienciar sobre el desperdicio alimentario. Los «chefs» explicaron que muchas de las verduras que salen de nuestras huertas acaban en la basura por criterios estéticos, fundamentalmente porque son pequeñas y feas. Elena Furiase , en su día concursante de «MasterChef Celebrity» , volvió a los fogones del concurso para supervisar la muy sostenible prueba.

Lo que parecía un reto sencillo resultó un estropicio culinario. El rockero Fidel se tiró a la piscina con «Tirarse al pisto», un plato que los chefs pasaron por su trituradora verbal. La coruñesa Sara Lúa quiso arriesgar con un versión moderna del caldo gallego y le salió –según su propia definición– «un truño». Su paisano Iván hizo un plato bonito pero que sabía «a todo», que es lo mismo que saber a nada. El abogado madrileño Andy firmó un postre «pretencioso». La cordobesa Saray elaboró «Patatunis a la cordobesa», un plato «a medio hacer y con poco aprovechamiento de las verduras». El norteamericano Michael también se quedó a medio camino con su propuesta, mal aliñada y seca. El barcelonés Alberto fracasó con una crema de calabacín, pero no tanto como el mallorquín José Mari con un gazpacho de remolacha que resultó «una porquería», según el jurado. «Esto es una marranada y se acabó», ajustició Jordi Cruz , que acusó a José Mari , que se revolvió verbalmente contra el jurado, y a Iván , que la montó en el episodio anterior, de ser los concursantes más rebeldes en ocho años de programa. De todo esa nómina de fracasos, los chefs eligieron como peores platos los elaborados por Alberto , Sara Lúa , Iván y José Mari .

Solo merecieron elogios los de Juana , Teresa , Luna y Ana , quien preparó una propuesta a base de remolacha «con sabor a verano», según la jugosa definición de la hija de Lolita . Finalmente fue el plato de Luna , la simpática muchacha de Lanzarote, el seleccionado como el mejor del reto.

En resumen, el homenaje a la sostenibilidad alimentaria no dejó demasiados buenos momentos culinarios, pero sí un gran consejo, el que le ofreció Elena Furiase a su «hermana de sangre» Saray , que tiene un carácter de aúpa. Le dijo que no se corte a la hora de dirigirse a los chefs, pero que lo haga con modestia: «Lo que tengas que decir se lo dices con la cabeza baja como un perrito».

De verde a verde. La prueba exterior tuvo como marco la Capital Española de la Gastronomía 2020. Lo es Murcia por la calidad de sus huertas.

Los concursantes fueron divididos en tres equipos, uno de cuatro elementos y dos de cinco. En su condición de ganadora de la prueba anterior, se concedió a Luna el privilegio de confeccionarlos.

En el más reducido en cuanto elementos, identificado como equipo blanco, reunió a José Mari , Andy , Sonsoles y Teresa . El abogado vio en esa elección un complot «para echarlo», acusación que dejó pasmada a Luna , que es tan sentida como expresiva. «Después de mi decisión de quitar minutos a Iván , esto está todo más que pensado. Para ver si me mandan a la prueba de eliminación y me apartan ya», denunció el muchacho, que recordó así la «jugada» que le hizo al gallego , al que ve como un serio competidor, en la anterior prueba eliminatoria. Por sus reflexiones estratégicas, ya ha sido bautizado como «El abogado del diablo».

Los otros dos equipos, seleccionados al tuntún por Luna, los formaron Sara Lúa , Saray , Iván , Juana y Ana , por una parte (rojo); y Rosa , Alberto , Michael , Fidel y Luna por la otra (azul). Como capitanes ejercieron Teresa , Alberto y Ana , elegidos por esta última.

Esos fueron los ingredientes humanos de un menú degustación de nueve tapas elaboradas con productos de la tierra murciana. Crema de berenjena asada con tostones, carrillera glaseada con puré de apionabo, y mousse de queso y limón con galleta de torta fueron algunos de los bocados que prepararon los aspirantes. El chef Pablo González , con dos estrellas Michelin , les aconsejó durante la complicada coyuntura. Lo era porque los comensales eran gentes de buen paladar (agricultores y productores locales) y muchos (100).

Luna , la mejor en el primer reto, se mostró nerviosa. Con su tensión, alteró también a Michael , que la calificó de «Cha-pu-ce-ra». Por cierto, si uno cierra los ojos antes de escuchar al norteamericano, cree estar viendo al personaje aquel del «yanqui» que componía Gabino Diego en «Amanece que no es poco» . Los platos del equipo azul no estuvieron a la altura. Alberto asumió su responsabilidad como capitán, pero en su admisión de culpas salpicó un poco a su pretendiente, Luna , de la que piensa que se toma un tanto a broma el concurso. Pepe Rodríguez también lo cree así . Pero es lo que tiene ser profesora de yoga, que la vida se ve de otra manera, no como una competición.

El nerviosismo de Luna contrastó con la calma con la que se lo tomó José Mari , al que Teresa tuvo que azuzar. No es la primera vez, sino la segunda , que el mallorquín discute con una compañera en plena prueba. Al final, los menús de su equipo, el blanco, pasaron el corte, pero no lo suficiente como para que sus cuatro componentes se librasen de la última y eliminatoria prueba.

De esa prueba se libró el equipo rojo, en gran parte gracias a la buena mano del gallego Iván , que se acordó de que había que hacer una mayonesa –a la capitana Ana se le había olvidado– y elaboró un plato que mereció el encendido elogio de Jordi Cruz . «El arroz que hemos servido hoy ha sido uno de los más ricos que hemos hecho en la historia de «MasterChef» , sentenció. No penalizó que Saray , que se está especializando en bromear con los chefs , se refiriese cariñosamente a Samantha Vallejo-Nágera como «Samantis religiosa» . «Nos va a comer la cabeza», exageró la hermana de sangre de Elena Furiase .

Por tanto, en la prueba de eliminación vistieron los delantales negros todos los miembros de los equipos azul y blanco. Se trataba de «descubrir la versatilidad de un alimento básico en la cocina»: el pollo.

Primero había que despiezarlo, y sacar las pechugas, los muslos, los contramuslos y las alitas. Eso hizo Jordi Cruz a ciegas, con los ojos tapados por un antifaz, ante el asombro general. Los aspirantes

que mejor lo hiciesen –con los ojos abiertos, claro– se libraban de cocinar, y se aseguraban así una semana más su continuidad. Fueron la economista barcelonesa Teresa y el músico mallorquín José Mari .

Los demás tuvieron que preparar una degustación de pollo preparado de cuatro formas diferentes: a la plancha, frito, al horno y guisado, cada uno de ellos con su correspondiente guarnición. Higinio Gómez , conocido como «el pollero de las estrellas Michelin», ayudó a los concursantes con algunos de sus trucos.

Lo más simpático de esta prueba fue el nombre que Andy puso a su propuesta: «Cuatro pollos y un gallo». El gallo era él. «Una cocina que no tiene sabor», sentenció Jordi . «Tiene los fallos de un adolescente. Esto demuestra que no guisas, que es algo que requiere profundidad», juzgó Pepe . «Pretencioso», analizó Samantha . «¿Pretencioso solo puede ser una palabra mala?», se preguntó el muchacho en voz alta. En definitiva, el gallo fue desplumado.

De lo simpático a lo dramático. Nerviosísimas se mostraron tres participantes: la leonesa Rosa , la burgalesa Sonsoles y la canaria Luna , que llamó a sus preparaciones «Pollo atacao», nombre que lo dice todo. Se relajó un tanto tras el juicio del jurado y, sobre todo, después de una breve clase de yoga. Al final, la canaria, Michael y Sonsoles recibieron los elogios del jurado. Alberto y Andy quedaron en un escalón medio. Y la decisión final quedó entre Fidel y Rosa . El jurado se apiadó del «menú infantil» del primero. Se salvó «por los pelos» gracias a los deméritos de una Rosa , que, tras unos inicios prometedores en el concurso, voló muy bajo en la tercera gala.

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