la ventana indiscreta
Nostalgia de la buena
Huir en este presente no solo no es cobarde sino que es hasta recomendable. Para vivir el camorrismo actual mejor ver cómo luchan los mutantes

Dice el personaje de Elena Anaya en la serie 'Las largas sombras' que la nostalgia es un acto de cobardía, pero lo cobarde siempre es huir sin atreverse a mirar. Volver sobre nuestros pasos no solo es valiente sino reparador, porque nos permite ... aprender de los errores y, para los escasos prudentes que todavía quedan, quizás también nos pueda enseñar a evitarlos.
Hay recuerdos que, da igual cuánto pase, todavía te centrifugan las tripas, y otros que por mucho que intentes agarrarlos con fuerza poco a poco se escapan, como las voces de los que se fueron, que casi siempre desaparecen o cambian cuando faltan. La memoria es así, cursi, simpática, puñetera. Escurridiza, inesperada. Esquiva cuando la buscas, maniática, obsesiva cuando la apartas.
A veces, claro, consigues atraparla, y lo hueles, como si alguien te rociara directamente en la cara con esa mezcla imposible de dulce, húmedo y salado que es sinónimo del verano. Otras, de repente, te da un calambrazo, y la excitación se te sale por los dedos cuando consigues recrear lo que sentías en un momento concreto.
A mí, por ejemplo, se me han quedado atragantados los madrugones de 'Oliver y Benji' con mi hermano, las sobremesas del 'Inspector Gadget' y las meriendas de 'La pajarería de Transilvania' o 'Gárgolas', series de dibujos de la infancia que eran para niños pero se tomaban a los niños en serio.
Se me viene esto a la mente casi cada semana desde hace unas cuantas, cuando un nuevo capítulo de 'X-Men '97' nos devuelve de un puñetazo a la infancia. Ahí están Tormenta, Magneto y demás, con una animación más moderna y una trama tan brutal como los minutos finales de cualquier partido de Champions en el Bernabeu.
Como todo a lo que nos gusta volver, se paga. Por eso la nostalgia es rentable; por eso la ficción se ha convertido en un coladero del pasado. A veces, como esta, con series de calidad que conservan la esencia del original; otras como refritos propios de una mala resaca, productos de fondo que solo aprovechan el nombre y la carátula.
En cualquier caso, huir en este presente no solo no es cobarde sino que es hasta recomendable. Para vivir el camorrismo actual mejor ver cómo luchan los mutantes. Al menos los villanos de antes lo eran de verdad, no como los ahora.
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