La Ruta del Bakalao
Carretera y manta sin GPS
La serie ‘La Ruta’, sobre el viaje por las discotecas valencianas en los ochenta, llega mañana en Atresplayer Premium
Àlex Monner, Ricardo Gómez, Claudia salas y Elisabet Casanovas, protagonistas de la serie 'La Ruta'
La idealización del pasado quizá responda a un mecanismo de defensa personal frente a la inadaptación al presente y la desconfianza en el futuro; la sublimación cultural de ese mismo pasado, en cambio, es puro vicio, digna de un tratamiento de rehabilitación. Según la Wikipedia, ... cuyas entradas determinan hoy la jerarquía de cada tema en función de su extensión, la denominada Ruta del Bakalao, o Ruta Destroy , es tres veces más importante que el movimiento cubista. Minuto y resultado: Chimo Bayo , 6; Picasso, 2. El partido de vuelta va a ser como regresar a Madrid cuando en Valencia cierran hasta los puestos de buñuelos.
El término ‘Destroy’, difuso y sugerente, vino a blanquear y dar altura y anchura artística y contracultural a una romería cuyo germen musical, el ‘bakalao’, llegó a hacerse incómodo, por reduccionista, para sus apologetas, por mucho que pasados el tiempo y la resaca a los 2 Many Djs les diera por incluir el ‘Así me gusta a mí’ en sus sesiones o que los Pet Shop Boys, tan sofisticados y exquisitos, llegaran a introducir en una de las versiones de ‘Discoteca’ un coro que precisamente gritaba ‘bakalao’.
En la segunda mitad de los años ochenta, mucho antes de que abriera Attica , ese mismo término ya circulaba por Madrid, impreso con sello de caucho en las casetes que salían de la cabina del Nacional III , bar de la zona de Moncloa frecuentado por una clientela muy rapada y cuyo nombre señalaba en línea recta el camino hacia la gloria cuando ni siquiera estaba desdoblada la carretera de Valencia. Tampoco había GPS.
—¿Y tú qué te pones para volver a Madrid?
—El ‘Hablar por hablar’ en la radio del coche.
Cuando no se hacía de día, se hacía de noche.
En la prehistoria de nuestro Estado compuesto, la Ruta del Bakalao representó el reverso de la fuerza de aquella Ibiza de las descargas atemperadas. Otra electrónica era posible. Para la cultura de masas, de patente y canon británicos, los atardeceres de la isla balear se impusieron a los amaneceres de la carretera de El Saler , reducto y santuario de un gentío, mayormente patrio y masculino, que combinó la anfetamina con una rítmica violenta. Otras drogas eran posibles, y también otra manera de entender la evasión asistida. Música y química.
La ideología también era un grado, pero como los extremos se tocan no era difícil encontrar en las fiestas de las casas okupadas y las primeras ‘raves’ de extrarradio de Madrid, muy progresistas, a los mismos que el fin de semana anterior alternaban en los aparcamientos de las salas valencianas. En la prehistoria de nuestro Estado compuesto, todo era un ir y venir. Lo de Ibiza, por entonces patio de recreo de unos New Order cada vez más afectados y cuyo primitivo ‘Blue Monday’ retumbaba en blucle en Valencia, salía bastante más caro.
Como la Movida madrileña , desahogo generalizado y paneuropeo que llenó España de modernos y fantoches, pero que fue patrimonializado por la capital, la Ruta del Bakalao no pasó de ser la marca local y magnificada de un fenómeno que sin tanto ruido y con menos altavoces se extendió por todos lados. Si en cada pueblo de la España semivacía existe hoy un festival de rock, en las afueras de cada núcleo poblacional en vías de desarrollo se habilitó un local de ocio –chalet, vaquería, cortijo o barraca, situados en caminos comarcales y con accesos exclusivos para tractores– en el que ponerse a gusto a la luz de los mecheros.
Con sede intelectual en Barcelona, la posterior ‘cultura de club’ da para otra buena serie, quizá comedia. El guión seguro que aparece en la Wikipedia.
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