Hemingway, el hombre detrás del mito
Se estrena en Filmin una serie documental dirigida por Ken Burns y Linn Novack que repasa la trayectoria personal y profesional del premio Nobel

No deja de ser curioso que alguien tan refractario a los adjetivos al enfrentarse al folio en blanco como Ernest Hemingway acaparara tantos epítetos cuando el protagonista era él. De la fascinación al desencanto, sobre el autor de 'Fiesta' o 'Adiós a las ... armas' se ha dicho de todo, que fue el escritor estadounidense más célebre desde Mark Twain y que con él la literatura yanqui entró en una nueva dimensión. Por fin la frase perfecta era posible, aunque muchos imitadores se quedaran por el camino. Al otro extremo: su fama de misógino, abusador y alcohólico. Hay quien se atreve a añadir que su escritura ha envejecido tan mal como su mito.
«Su paleta era increíblemente amplia, y exquisita y violenta y brutal y fea, era todas esas cosas -resume el escritor Michael Katakis -. Con todos sus defectos, con todas las dificultades, su vida personal o lo que sea, parecía entender al ser humano». Esta es la reflexión que los directores de 'Hemingway' han elegido para el comienzo de una serie documental de casi seis horas de duración y en la que se acercan a la figura del premio Nobel desde todos los ámbitos posibles.
Fotografías de archivo, cartas privadas, páginas de periódicos, grabaciones de vídeo, párrafos de sus novelas... Ken Burns y Linn Novick ordenan este ingente material en un exhaustivo documental que se estrena en Filmin este martes, al que ponen voz figuras de la talla de Jeff Daniels o Meryl Streep y en el que participan autores como Mario Vargas Llosa o Edna O'Brien .
Precisamente, O'Brien hace referencia a uno de los temas que recorren el metraje, esa contradicción entre el hombre y el mito: «Le encantaba tener un público y perdió lo mejor de sí mismo intentando impresionar a ese público». Fue a su regreso de la Primera Guerra Mundial cuando empezó a construirse el personaje. Recién cumplidos los 18 años, cuando pudo desembarazarse de la tutela de sus padres, se alistó en la Cruz Roja y fue enviado a Italia.

Allí fue víctima de un ataque de mortero: se le clavaron 220 trozos de metralla en sus piernas y sufrió la primera de las muchas conmociones cerebrales de su vida. Le quitaron la metralla sin anestesia y un sacerdote le llegó a dar la extremaunción. «No hay héroes en la guerra -escribió a sus padres-. Todos los héroes están muertos. Los héroes reales son los padres. Morir es algo muy sencillo. He mirado a la muerte y lo sé de verdad».
Demonios internos
La cosa es que lo recibieron como un héroe y él, siempre vestido de uniforme cuando salía de casa, hizo creer que había estado luchando en las trincheras. Mentía para que le escucharan, toda una lección de literatura. La técnica de escritura la había empezado a absorber como reportero en el 'Kansas City Star', cuyo manual de estilo rezaba: «Usa frases cortas, primeros párrafos cortos y un lenguaje rotundo. Sé positivo, no negativo, y evita el uso de adjetivos».
Los demonios internos venían de serie. Su madre lo echó de casa a los 21 años para que no siguiera «avergonzándola» y su padre, un médico que pasó varias depresiones, se suicidó. «Mi padre era un cobarde. Se disparó sin necesidad de hacerlo. Al menos, eso creo. Yo había pasado por eso, hasta que lo resolví en mi cabeza», dijo, mucho antes de suicidarse él también de un disparo.
Su primer desengaño amoroso fue el de la enfermera que lo curó en Italia. «Me ha destrozado, se va a casar con otro. Yo no quiero una carrera maravillosa. Solo quería ser feliz con Ag y ahora el mundo se ha caído de espaldas», le escribió a un amigo, en mitad de la primera depresión que intentó sofocar con alcohol.

¿Confió en las mujeres después?, se preguntan en el documental. ¿Confió en la vida? «En todas mis historias intento expresar el sentido de la vida auténtica», diría Hemingway mucho después. «Eso es imposible sin incluir lo malo y lo feo, y tampoco sin lo bonito, porque si todo es bonito, no es verosímil. Las cosas no son así».
En última instancia, asegura Linn Novick, codirectora del documental, «era una persona muy problemática, que debía luchar contra la enfermedad mental, las adicciones y la depresión». Su hermana Úrsula, con frecuencia, dormía en la habitación de Hemingway para calmar sus miedos. Durante el resto de su vida sintió pavor cuando tenía que dormir solo.
Tras su aterrizaje en la vida adulta, se casó con la primera de sus cuatro mujeres, conoció París, descubrió España y los toros: «Es como presenciar la guerra en primera fila sin que te pueda pasar nada». Llegaron sus primeros éxitos en la literatura: 'En nuestro tiempo', 'Fiesta', 'Adiós a las armas'... «¿Te das cuenta de que ahora eres el rey de la estafa de la ficción?», le escribió John Dos Passos .

Luego vendrían la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, y sus matrimonios, el Pulitzer por 'El viejo y el mar', la novela 'Por quién doblan las campanas', el Nobel, más depresiones, más alcohol, Cuba. El mito.
«Un escritor, si es bueno, no describe», dijo tres años antes de morir. Lo que hace es inventar o crear a partir de conocimientos personales o impersonales, y a veces parece tener incluso conocimientos inexplicables que podrían proceder de experiencias raciales o familiares olvidadas. ¿Quién enseña a la paloma mensajera a volar? ¿De dónde saca un toro de lidia la bravura, o un perro cazador el olfato?».
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