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'La Ruta', cocaína descafeinada
En 'La Ruta', que se estrena el domingo 13 en Atresplayer Premium, botan como zombis al ritmo de Chimo Bayo y compañía pero la fiesta nunca alcanza la locura absoluta
Carretera y manta sin GPS
El inicio de 'La Ruta' del bakalao es, en sí mismo, una declaración de intenciones. No por el 'chunda, chunda', la cocaína y el botellón de maletero, que también, sino porque empieza por el final y, a medida que avanza, vuelve al principio.
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La original narrativa le sirve a la serie de Atresplayer Premium para transitar por los tópicos inevitables que sepultaron la famosa peregrinación contracultural en Valencia, drogas incluidas, pero también para escarbar hacia atrás en lugar de hacia el fondo, desenterrando los sentimientos, más ruidosos que la música aunque solo sea por su contraste con el silencio, y la nostalgia por una época que se marchita.
A Àlex Monner le bastan los ojos para gritar, de miedo y de pena, pero nunca de alegría. El actor, por encima del resto de reparto, encabeza el cartel de 'La Ruta' como Marc Ribó, un DJ de éxito a punto de cerrar un contrato con la discoteca de moda en Ibiza que, en pleno éxtasis, resbala por una angustia vital, marcada por la muerte de un ser querido, que le hace viajar al pasado, de los noventa a los ochenta. Sin máquina del tiempo pero puesto hasta las cejas, queda un grupo de amigos –Ricardo Gómez, Elisabet Casanovas, Claudia Salas– y algún que otro cadáver.
Y en esas oscila 'La Ruta', donde los protagonistas botan como zombis al ritmo de Chimo Bayo y compañía pero la fiesta nunca alcanza la locura absoluta. Ni con mono o elefante, al final todo parece formar parte de una épica resaca. Rula la cocaína, pero está descafeinada, al menos en los primeros episodios. Se echa de menos un acercamiento más grandioso, más delirante, más anfetamínico a lo que fue la madre de todas las fiestas, con sus miserias y sus subidones a una escala desprocionada. La serie peca de moderada allí donde tenía licencia para ser excesiva.
Ficha completa
La dirección –Borja Soler, Carlos Marqués-Marcet, Belén Funes–, solvente, sostiene el timón de 'La Ruta', cuya premisa, arriesgada, no se permite desbarrar. A pesar de ese ritmo melancólico, digno de un 'after' sin alcohol o de una carrera de coches sin gasolina, la serie no pierde el norte y mantiene el interés, gracias sobre todo al esqueleto narrativo y a los protagonistas, que va dibujando a cuentagotas, casi por fascículos. Como una fiesta que empieza pero todavía no termina.
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