Crítica de «La maldición de Bly Manor»: Amores que matan
Con sustos más medidos pero efectivos, la segunda temporada de «La maldición de Hill House» es más un drama romántico que puro terror, una historia gótica pensada más para conmover que para sobresaltar
![Victoria Pedretti repite como protagonista en «La maldición de Bly Manor»](https://s2.abcstatics.com/media/play/2020/10/15/la-maldicion-bly-manor-kJvC--1248x698@abc.jpg)
En una película de terror convencional, no hay nada más impactante que lo sobrenatural. El miedo que provocan unas garras cuando interrumpen un plácido baño, que una niña salga de la pantalla del televisor o que baje las escaleras en una postura imposible. Resulta inevitable ... reprimir un grito al ver a un payaso dentro de una alcantarilla, o que unas gemelas aparezcan en un pasillo y saluden de forma siniestra al pequeño Danny. Sin embargo, el entramado de maldiciones de Mike Flanagan , una de las grandes promesas del género, es eso y mucho más. Asusta e inquieta, pero, sobre todo, estremece por su intensidad emocional, por lo real que se siente. En su serie antológica para Netflix hay sustos y escalofríos, pero lo sobrenatural no es la verdadera amenaza, sino los traumas.
El género de terror ha cambiado mucho en pocos años. Los sustos imprevisibles, la música efectista, los fantasmas y todos sus clichés, incluso bien empleados, ya solo son la pata de un monstruo al que se le pide que gruña más fuerte, pero con voz más suave. Igual que en Hill House, en «La maldición de Bly Manor» lo que más importa es lo que no se ve, pero eso no implica necesariamente lo sobrenatural. En ocasiones, dan más miedo los recuerdos que no son capaces de salir, la soledad, el pasado que te persigue o las palabras que quieres decirle a tus seres queridos, pero ya no puedes. Una decisión de la que te arrepientes, olvidar... o que te olviden. Es más terrorífico lidiar con los monstruos internos, esos que no esperan detrás de cada esquina de una preciosa (y tétrica) mansión gótica, sino que te acompañan de por vida.
Sin una familia y tantos sobresaltos como su predecesora, «La maldición de Bly Manor» cambia los sustos por los traumas, las fases del duelo por los diferentes tipos de amor y el miedo surge precisamente del dolor que causa su pérdida. Las reglas del juego ya no son las mismas, y por primera vez se explora cómo es la vida de un fantasma, qué siente, cómo también sufre o ignora, incluso, si está vivo o muerto.
Ficha completa
Aunque con menos mano que en Hill House –Flanagan solo ha dirigido el primer episodio–, sigue notándose la huella del creador, que abre el campo de mira en los planos, a la espera de que aparezca algo que nunca sale; no faltan tampoco los espectros, siempre agazapados en un segundo plano, como vigilando; o las miradas de algunos protagonistas, fijadas sospechosamente en un extraño ángulo, ajenas a la acción o conversación que se está desarrollando. La escalofriante atmósfera sigue siendo impecable, capaz de crear sensación de amenaza y confusión aun cuando —y sobre todo— no muestra nada. La banda sonora repite, pero menos intrusiva que en Hill House, y también casi todos los actores principales, que vuelven a adentrarse en una mansión, pero con diferentes personajes y distintos registros. Excepto Victoria Pedretti , excepcional en su papel, que a pesar de dejar atrás el cuello roto de Nell, vuelve a soportar sobre sus hombros casi todo el sufrimiento de la trama.
En esta adaptación de la novela «Otra vuelta de tuerca», de Henry James , el hilo narrativo sigue enroscado en una casa encantada, aunque en esta ocasión no proyecta falsas ilusiones para «castigar» a sus inquilinos, sino que esconde condenas que los atrapan. La casa sirve de expiación de los pecados, de castigo «divino» por ellos y de sacrificio para proteger a otros, para salvar a los que aman.
La segunda temporada de esta serie antológica está construida como un rompecabezas, un puzzle en el que las piezas, sutilmente esparcidas en los nueve episodios a modo de pistas, no resuelven el misterio hasta el final. Poblada de espíritus, no todas las visiones responden al elemento sobrenatural, pero siempre significan algo. El remordimiento, el egoísmo y la dependencia, aún en la «otra vida». El olvido, la pérdida de la identidad, las caras borradas... y la maldición que desencadenan.
Revestida de fantasmas, «La maldición de Bly Manor» es una conmovedora historia de terror romántico; perdida entre ambos géneros, se convierte en una tragedia, que conmueve y desgarra. Duele más que asusta, estremece más que sobresalta.
![Lucía M. Cabanelas: Crítica de «La maldición de Bly Manor»: Amores que matan](https://s1.abcstatics.com/media/play/2020/10/15/la-maldicion-bly-manor4-khe--220x220@abc.jpg)
A pesar del esfuerzo de Mike Flanagan por reinventarse, por separarse de su gran obra sin dejar de rendirse a sus méritos, sin duda el mayor fantasma de Bly Manor, como el de sus protagonistas, es su pasado, la alargada sombra de su predecesora, de sus ardides, de sus encantos, que imbuyen la serie de Netflix aun cuando el creador le da margen para escapar de sus garras, distanciándo esta segunda entrega en el tiempo, finales de los ochenta, y el espacio, de EE.UU. a Inglaterra. Y su salvación, aunque duela, está en el amor, porque, casi siempre, una historia de fantasmas y una romántica son las dos caras de una misma moneda.
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