No lo verás en televisión

Los 'panenkitas' de las tertulias electorales

Lo mejor de la campaña fue pasar las tardes de julio –como siempre– en compañía de Carlos de Andrés y Perico Delgado, baluartes de una televisión alejada del ruido

Perico Delgado y Carlos de Andrés, comentaristas del Tour en RTVE

En verano, lo que más se busca es la tranquilidad. Aunque con la vorágine electoral pedir un poco de calma es como elogiar la moderación mientras vuelan los cuchillos por las páginas de los periódicos. En una vida anterior, antes de que los pactómetros y ... los minutos de oro inundaran las parrillas televisivas, julio era el mes del Tour de Francia, que es la sublimación del sosiego. O de la modorra, verdadero nirvana de esas tardes en las que el sol derrite las aceras. Y ahí ni los mantras del Dalai Lama podrían ser mejor guía para desconectar el cerebro que el tono monocorde y cansado de Perico Delgado y Carlos de Andrés. Inquebrantable su tesón para mantenerse 23 años como pareja de hecho sin alzar(se) la voz.

El domingo, además de unas elecciones, se celebró el final del Tour. Júbilo contenido por parte de los comentaristas de la tele pública, funcionarios sin oposición a los que los cambios en Moncloa les afectan menos que a los de la cafetería de Prado del Rey. Son –serán– eternos; la voz del ciclismo para todas las generaciones, incluidos a los que se les erizaba todo con García gritando aquello de «¡salta Robert Millar!». Pero quién ve ciclismo para emocionarse, ni que fuera el recuento de una jornada electoral. Por eso, cuando Alberto Contador se sube en la silla de su puesto de comentarista en Eurosport arrebatado por la emoción de un sprint intermedio en la quinta etapa parece más desubicado que un político bailando para celebrar una derrota electoral.

Al Tour uno acaba llegando por la seguridad de la monotonía, de esa tranquilidad estival a la que aspiramos, y no para ver gráficos, montajes y «una nueva manera de contar el ciclismo» en los canales de pago. Que cambien los protagonistas del espectáculo –ahora Pogacar y Vingegaard–, pero que las tardes de La 1 se mantengan tal y como eran en verano de 2003 o de 2013. Carlos y Perico son los últimos baluartes de una televisión que se agota: vivimos en una época donde se ha hecho espectáculo hasta de la tertulia; los politólogos se hacen pasar –les compran el marco, dirían– por estrellas de la parrilla y las encuestas se narran como si en lugar de una foto fija los escaños culebrearan a contrarreloj por las carreteras de Francia. El ciclismo, no. El ciclismo, deporte espectacular aunque a alguno le aburra, hay que narrarlo como en ASMR, mal que les pese a los 'panenkitas' del manillar.

Porque en todos los deportes y sectores abundan los panenkitas. Los originales, a los que bautizó genialmente Roberto Gómez, arrogan al fútbol una intelectualidad con acento argentino y bloque bajo progresista cuyo equivalente en política tertuliana vendría a ser ese politólogo de corbata fina y palabras pomposas que lleva 5 «ciclos electorales» vendiendo humo. Puro 'panenkismo', aunque hablen de política y no de deporte. Justo al revés que Carlos de Andrés y Perico Delgado, a los que echaremos de menos durante las tardes de la próxima campaña electoral.

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