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Premios Oscar 2019

Con la mediocridad por bandera: los Oscar aburren y ya no son lo que eran

Nada de Oscar a mejor película para una cinta de habla hispana en la gala más española de la historia de estos premios, ni rastro del español de un chef de Mieres y de un mexicano que apenas chapurreó algo en su idioma. Los Oscar ya rozan el absurdo, acabando con la esencia de unos premios que, por complacer a todos, han dejado de contentar a todo el mundo

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Lucía M. Cabanelas

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Los Oscar ya no son lo que eran. Y Netflix no es el único culpable . No solo no tienen presentador , tampoco personalidad, y no tenerla en una gala llena de estrellas con tanto ego es para echarse las manos a la cabeza. La Academia de Hollywood ha dejado de ser esa institución creada para premiar el talento de la industria del cine que imaginó Louis B. Meyer, y se ha convertido en una especie de tabloide contra el gobierno de turno. Si no es el de Obama.

Vale que los Oscar siempre han tomado cierta deriva política por parte de los ganadores , como cuando Marlon Brando envió a la activista nativa americana Sacheen Littlefeather a recoger su premio por «El padrino» o cuando Leonardo DiCaprio, al fin premiado, reivindicó la causa medioambiental. En esta ocasión todos quisieron darle a Donald Trump en la cara, pero sin mencionarlo: por el muro y hasta por el esclavismo de los afroamericanos.

Por querer ser modernos, ganó el gran Oscar de la noche la opción de consenso . Entre chistes vacuos y bailes de Javier Bardem, la gala se se fue pasando... hasta el sobresalto final. Y así la buenista «Green Book» se llevó el premio, con una premisa digna de hacerlo hace diez años.

E Irina Shayk... en medio

Con el desfile de presentadores se ganó en fluidez pero se perdió presencia, encorsetando una gala sin emoción ni gracia. Las risas y aplausos enlatados apenas dignificaron unos Oscar con altibajos pero sin sobresaltos. Porque la emoción, aunque no las sorpresas, brilló por su ausencia. Como de costumbre, el talento merodeó por el Dolby Theatre, pero casi casi pasó de largo. No estuvieron mal las casi lágrimas de Rami Malek, ni tampoco la química de Bradley Cooper y Lady Gaga . Aunque para gracia la de Irina Shayk, a la que plantaron en medio de ambos , no vaya a ser que alguno se piense que el prometido de la cantante había roto su compromiso por algo...

La Academia resucitó a la novia de América para ver si rascaba algo de antaño, pero no hubo manera porque la Roberts, que después de tantos años ya sabe que es una estrella, olvidó la espontaneidad de su discurso de agradecimiento cuando ganó su primer Oscar y mandó a freír espárragos las reglas de la Academia, como este año se tumbaron todas las medidas. Una pionera. Si acaso se salva Olivia Colman , esa actriz de andar por casa que ha perpetuado la maldición de Glenn Close con el patetismo de Ana Estuardo . Genuina en su emoción, sincera, gracias a ella, mitad estrella mitad humana, todavía queda algo de magia. Y eso que a la pobre Close ni siquiera la enfocó la cámara.

En una gala donde «Roma» marcó el compás pero perdió el gran Oscar , Spike Lee se colgó del cuello de Samuel L. Jackson y todos hablaron español, menos el chef de Mieres José Andrés y Alfonso Cuarón, que apenas chapurreó un par de palabras en su idioma. Y el karma se la devolvió al «flaco de DF», condenado a no entenderse, como sucedió con «Gravity», con el premio a mejor película. Hollywood no quiere el muro de Trump, pero el de Netflix y las plataformas de streaming todavía sigue bien levantado. Porque los Oscar cambian, pero no tanto.

Por reseñar algo, hubo sorpresa. El problema de la Academia es que de tanto ir a donde todos quieren, terminó perdida no se sabe dónde. Netflix sí, pero con reservas. Igual que el español y, por supuesto, ni rastro de espectáculos dignos y de carisma. En fin, un año más, no hay nada memorable. Los Oscar rozan la mediocridad y acaban con la esencia de unos premios que, por complacer a todos, han dejado de contentar a todo el mundo.

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