El imperio 'woke' coloniza los contenidos infantiles
Una serie de Netflix para bebés con un bisonte no binario abre el debate sobre si es lícito compartir con los niños conceptos cargados de ideología que obedecen a cupos
La reina blanca que Netflix convirtió en negra en lo nuevo de 'Los Bridgerton'
![El imperio 'woke' coloniza los contenidos infantiles](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/play/2023/05/17/bisonte-no-binario-woke-R2M2tqufxsa1agRPnw3PW6N-1200x840@abc.jpg)
Mi corazón dice que como me siento más a gusto es usando el nombre de Fred porque soy no binario y Fred es el nombre que más me va. También uso 'elle' y 'elles' porque cuando me llaman 'ella' o 'él' no siento que sea lo correcto.
—Eso no lo sabía, no me extraña que te cueste centrarte. ¿Cómo vas a liderar la manada sin ser tu verdadero tú? Siento mucho no haber utilizado el nombre y los pronombres correctos. Gracias por mostrarme tu corazón.
No es una guía del Ministerio ... de Igualdad sino la conversación entre una abuela bisonte y su nieto, los dos protagonistas de la polémica escena de una serie de Netflix recomendada a partir de los cero años, tan cargada de colores como de ideología. El fragmento en cuestión pertenece al octavo episodio de la quinta temporada de 'Ridley Jones, la guardiana del museo', cancelada pero no eliminada del catálogo de la plataforma de 'streaming' después de que los espectadores acusaran a la ficción animada creada por Chris Nee de «adoctrinamiento» y sometimiento a la «agenda 'woke'».
Los dibujos animados han pasado de ser un entretenimiento inocuo que dispensar a los niños a un campo de batalla para los padres, que asisten con temor a la intención, oculta o evidente, de los contenidos que ven sus hijos. De la pradera a la pantalla, la inclusión del bisonte no binario ha reabierto el debate sobre si es lícito compartir con los más pequeños conceptos controvertidos sobre los que ni siquiera los adultos se ponen de acuerdo (la nueva ley Trans ha dejado fuera cualquier mención o legislación a favor de las personas no binarias o de género fluido), convirtiéndolos así en armas arrojadizas contra un público inocente que muchas veces ni siquiera comprende lo que ve. «Les estamos inyectando a los niños unas exigencias que no corresponden a la infancia», critica José Ramón Ubieto, que incide en que los niños «no tienen tampoco por qué entender todo lo que pasa en una ficción», menos aún bajo los criterios de los adultos.
Este psicoanalista considera que la infancia es un tiempo para explorar y no para concluir, por lo que sobran los esfuerzos por instar a los menores a que decidan su postura sobre cuestiones que no deberían preocuparles y mucho menos ser concluyentes en esa etapa de sus vidas.
Discrepa Elena Gobernado, creadora, guionista y asesora de contenidos infantiles, que aplaude una escena que considera que ni confunde ni tiene efecto sobre el desarrollo y educación de un bebé. «Lo que veo en esa escena es a un menor que expresa libre y sin miedo lo que quiere y cómo se siente. Lo hace ante un adulto de su familia que, lejos de escandalizarse, le escucha, le entiende y le acepta como es. Las acciones se vinculan con los sentimientos. Lo que van a entender los más pequeños es que Fred cuenta con el respaldo de su familia», asegura Gobernado, quien defiende que toda su generación vio la película 'Grease' sin acabar convertida en «unos machos alfa pandilleros». «Es necesario un cambio de mirada social libre de estereotipos que abrace la diversidad, no discrimine y no aumente el sufrimiento de nadie, y menos de un menor. La infancia es vulnerable y a veces la moralidad de la familia o los más cercanos pueden causarles daño sin que tengan esa intención», apunta.
Una mina
Con vocación o no de influir en el público más influenciable, lo cierto es que el movimiento 'woke' ha descubierto una mina para cultivar su agenda política en los jardines de infancia. Este movimiento político de izquierdas nació originalmente para luchar contra el racismo en Estados Unidos, pero, tras abanderar las políticas identitarias de las personas Lgtbiq+ y del feminismo, aboga en la actualidad por incluir un mayor protagonismo de cualquier grupo considerado minoritario o marginado en la ficción. Ya sea para enmendar los errores del pasado, cumplir cuotas o simplemente apuntarse un tanto, las plataformas y productoras norteamericanas compiten por lograr el sello de aprobación de este poderoso 'lobby', aunque para ello tengan que introducir a la fuerza ciertos personajes o afectar a la libertad de los creadores. En medio, quedan los niños.
Revisionismo en Disney
La compañía del ratón se une a la moda de sustituir la raza o el sexo de personajes clásicos en lugar de construir iconos propios
En esta guerra abierta se mueve Disney, la mayor empresa de entretenimiento del mundo, que no ha tenido miramientos para virar el rumbo a la primera de cambio: de ser acusada históricamente de transmitir ideas conservadoras a todo lo contrario, no por convicción en la necesidad de diversidad e inclusión sino por puro marketing ante la posibilidad de un negocio de moda cada vez más rentable. Es el caso de la nueva versión de 'La Sirenita', que adapta el clásico animado de 1989, olvida el origen nórdico de Ariel y cambia el color de piel de la protagonista, de algunas sirenas y casi de la gaviota parlante. El 'remake' de acción real, que no renueva nada más que el abanico de nacionalidades del festival de multiculturalidad entre el mundo submarino y el terrestre calca, por el contrario, el argumento de la película animada solo para alargarla y corroborar que estos cuentos de fantasía funcionan mejor en dibujos que en carne y hueso, independientemente de los colores.
Enterrar un legado
Una tendencia, la de sustituir la raza o el sexo de los personajes en lugar de construir iconos propios desde cero, que responde al afán revisionista de la casa de Mickey Mouse por enterrar las versiones clásicas de sus otrora buques insignia, adaptándolos, ya sin dibujos y con la pátina de corrección política, a los nuevos tiempos, tal y como ha sucedido con la nueva Peter Pan (que ahora es 'Peter Pan & Wendy'), estrenada hace unas semanas en su plataforma, con una Campanilla negra pero todavía en miniatura. Si por lo que sea alguien decide ver la original en Disney+, no podrá esquivar la advertencia inicial de la compañía, que avisa de que la película contiene «representaciones negativas o tratamiento inapropiado de personas o culturas. Esos estereotipos eran incorrectos entonces y lo son ahora. En lugar de eliminar este contenido, nos comprometemos a crear historias con temas inspiradores y motivadores que reflejen la gran diversidad de la experiencia humana en todo el mundo». Al menos tienen la consideración de no mandar a la papelera lo que estiman inadecuado, castigo que han sufrido algunas de las descripciones de los cuentos infantiles de Roald Dahl al pasar por el filtro de unos tiempos hipersensibles.
Para Carmen Sánchez Maíllo, secretaria académica del Instituto CEU de Estudios de la Familia, esta nueva corriente de revisión y diversidad responde al propósito de «generar una nueva visión del mundo», sin tener en cuenta que «forzar la inclusión es una intrusión que resulta absurda, ridícula» y que en ocasiones deriva en anacronismos al introducir una figura histórica de otra raza, como sucede con 'La Reina Carlota: una historia de los Bridgerton', también de Netflix. «Cada familia educará a sus hijos según su modo de entender la vida. No todas tienen que ser iguales; no se respeta la libertad educativa de los progenitores si se producen este tipo de adoctrinamientos», afirma Sánchez Maíllo. Tampoco se distingue entre entretenimiento puro y una vocación didáctica que amenaza con contaminar todos los contenidos con argumentos ejemplarizantes.
El cambio de razas o sexo de los personajes de ficción se hace siempre en una dirección. En caso contrario, se habla de apropiación cultural o de supremacismo blanco, como cuando Javier Bardem fue criticado por interpretar a un cubano en 'Ser los Ricardo' o cuando una turba virtual impidió que Gal Gadot ('Wonder Woman') interpretara a Cleopatra porque no era africana. Como si actuar no fuera dar vida a otras personas.
La propia evolución del cine y la ficción lleva décadas tendiendo sin necesidad de cuotas ni intromisiones a un mayor protagonismo de identidades más allá del clásico varón blanco heterosexual. Atrás quedan aquellos tiempos en los que los papeles de afroamericanos o asiáticos los encarnaban blancos pintados y ser homosexual en Hollywood era más peligroso que ser comunista. Cada año aumentan los personajes de mujeres, homosexuales o minorías étnicas como reflejo de los cambios sociales más allá de los estereotipos. Sin embargo, lo que pretenden ciertos grupos de presión no es acabar con las desigualdades estructurales del pasado, sino intentar levantar nuevas estructuras en favor de otras identidades que miden en cupos. Existe una nada silenciosa competición entre plataformas para alzarse como los más diversos. En los últimos cuatro años, los contenidos de Netflix mejoraron en lo que respecta a la representación de la comunidad Lgtbiq+, según presume esta misma compañía en un informe al que ha tenido acceso ABC. «Incorporar más personajes en series y películas es una forma clave de aumentar la representación Lgtbiq+ en general», enuncia el estudio que firman los doctores Stacy L. Smith, Dr. Katherine Pieper, Sam Wheeler y Katherine Neff. El simple hecho de cuantificar o medir la representación de una u otra comunidad fomenta la discriminación positiva, la desigualdad, pues todo equidad pasa por naturalizar la presencia de unos y otros.
En esta lucha por la igualdad, muchos se han quedado atrincherados en su propia identidad, olvidando, o escondiendo, que el entretenimiento no es espacio ni para política ni para ser representativo. «La diversidad siempre es interesante porque la vida siempre es diversa (...) pero esa diversidad se tiene que presentar en la que se refleja en la realidad. No tiene mucho sentido plantear en términos de diversidad que una minoría sea como una fórmula mayoritaria», plantea José Ramón Ubieto.
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