No lo verás en televisión
Enfermos de literalidad
«Los distribuidores se ahorrarán las estrellas y los laureles de los festivales. 'Es un telefilme, sí, pero lo ha rodado una leyenda y puede que muera antes de filmar otra película. ¡No se la pierda!'»
![Kevin Costner en 'Yellowstone'](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/play/2025/01/13/kevin-costner-yellowstone-kNKD-U70103386232s5H-1200x840@diario_abc.jpg)
El virus se ha confirmado como letal. Las víctimas son los críticos de cine caídos por una pandemia de literalidad que los ha arrinconado ante los «prescriptores» de YouTube reconvertidos en periodistas con cuenta en Letterboxd. Las reseñas de estos expertos con portes pagados varían ... entre calibrar la sinopsis -¿de qué va el último éxito de Netflix? Horario y dónde verlo- hasta repasar el currículum de unos protagonistas con más párrafos de 'Early life' en Wikipedia que filmografía.
Es más fácil para el lector, obvio: ya no hay que desentrañar los giros del lenguaje del crítico, basta con que no le «destripen» a uno los giros del guion. Las cosas, así, serán buenas o malas según de qué vayan. Se ha comprobado con los 'true crime': lo que menos importa es cómo se ha rodado o con qué intención, siempre y cuando lo que haya hecho el asesino tenga la intención de entretener al espectador tirado en el sofá.
Mejor para todos. Ya no hay películas malas para los analistas de moda, solo temas inapropiados. Los creadores ya no tendrán que complicarse con buscar nuevas formas de narrar, solo centrarse en saber elegir a qué público quieren contentar. Los distribuidores, por su parte, se ahorrarán las estrellas y los laureles de los festivales. «Es un telefilme, sí, pero lo ha rodado una leyenda y puede que muera antes de filmar otra película. ¡No se la pierda!». Se puede probar un marketing más radical: «Película aprobada por la comisaria para los 50 años de la muerte del dictador: luche contra la dictadura comprando una entrada ». O también: «La película que los 'woke' no quieren que vea: un 'remake' dirigido por Mel Gibson y producido por Kevin Costner. ¡Un millón de espectadores en Texas!».
Al menos serían tiempos más divertidos que aquella época del primer Twitter, esa que ahora algunos inventan que fue una arcadia feliz llena de humor, cinismo y nada de política, salvo algunas cosas y la segunda ya tal. La adolescencia de aquel internet se debatía entre ver quién era más pretencioso y quién conocía al director rumano más iconoclasta. Pedro Sorela decía por entonces que vivíamos enfermos de conceptualismo. Hoy lo estamos de literalidad. En cualquier caso, es una época más sencilla: todos sabemos qué va a pensar el de enfrente sin necesidad de leer, ver o escuchar. ¡El fenómeno del año en Silicon Valley!
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