Alice Rohrwacher y el expolio de los 'tombaroli': «La memoria se ha convertido en una mercancía»
La directora de 'Lazzaro feliz' regresa con 'La quimera', una fábula con ladrones de tumbas en la Italia de los ochenta
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![Alice Rohrwacher ha sido galardonada con el premio que entrega el D'A Film Festival de Barcelona](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/play/2024/04/09/Da-RGM6viUvzTdtSG1eQToA2pJ-1200x840@diario_abc.jpg)
Siendo una cría, mientras desenterraba con sus manos pedazos de cerámica antiquísima y fragmentos de casco en los campos de la Toscana, Alice Rohrwacher (Fiesole, 1981) fantaseó fugazmente con dedicarse a la arqueología, pero acabó haciendo películas, que no deja de ser otra ... forma de desenterrar el pasado, hacer visible lo invisible y sacudirle el polvo y la arenisca a la memoria. «Está claro que existe un vínculo entre la arqueología y la realización de películas. Porque donde alguien ve un grupo de piedras, un arqueólogo ve una historia que luego debe explicar a los demás juntando esas piezas desconectadas y mostrándolas mágicamente», explica a ABC la cineasta italiana, de paso por Barcelona y por el D'A Film Festival para recoger el premio del certamen y presentar 'La quimera', película que sigue el paso de un peculiar grupo de 'tombaroli' que vacía antiguas tumbas etruscas para malvender su contenido. Un 'gang' de ladrones de ultratumba, peones del pillaje milenario, encabezado por Arthur, un inglés taciturno y enigmático que, como un zahorí superdotado, sabe localizar a simple vista tesoros enterrados hace siglos. «Son los hijos sanos de un mundo enfermo», sentencia la también directora de 'El país de las maravillas' y 'Lazzaro feliz'.
Eterna candidata –desde hace una década– a la Palma de Oro de Cannes y eco contemporáneo del neorrealismo de Fellini y Pasolini, Rohrwacher creció fascinada por esa «fiebre del tesoro» que, dice, se apoderó en los años ochenta de la población masculina del sur de Italia, Grecia y el mundo árabe, así que era sólo cuestión de tiempo que acabase convirtiendo en película esas bravuconadas de barra de bar con las que los 'tombaroli' inventariaban a voz en grito un botín hecho de ánforas, cráteras y esculturas votivas. «Al principio me asustaban un poco, pero como con todas las cosas que dan miedo, intenté hacerme amiga suya. Lo que me interesaba era descubrir dónde encontraban el coraje, por llamarlo de alguna manera, para entrar en tumbas de hace dos mil años y llevarse objetos sagrados que sin duda no eran para ellos», explica.
El roce, en este caso, no hizo el cariño, sino algo aún mejor: la compresión. «Ellos se veían a sí mismos como dioses subversivos, héroes de la noche, pero estando a su lado me di cuenta de que en realidad eran esclavos del sistema; piezas de un engranaje mayor basado en la gran demanda de objetos antiguos», relata.
Agentes subversivos
La curva narrativa, de hecho, casi se cierra así, con una subasta de arte privada en la que directores de museos de todo el mundo pujan por esos objetos que han desenterrado y vendido Arthur y sus compinches. «No son un escándalo:son los hijos sanos de un mundo enfermo. Al seguir describiéndolos como agentes subversivos, alimentamos una imagen falsa. Porque no son más que esclavos del sistema materialista», insiste. Ahí están, infiltrados en la respuesta, algunos de los grandes temas de 'La quimera' y, por extensión, de toda la filmografía de Rohrwacher. A saber: memoria, pasado y mercantilización de la vida. El diálogo constante entre lo sagrado y lo profano, entre lo visible y lo invisible. «Los etruscos dedicaron su arte, su habilidad, sus recursos a lo invisible. Para los ladrones de tumbas, lo invisible simplemente no existe», resume la directora en las notas de producción de la película.
Ganadora del premio al mejor guión en Cannes en 2018 por 'Lazzaro feliz' y nominada a los Oscar en 2023 por el cortometraje 'Le Pupille', Rohrwacher recluta en 'La quimera' a Josh O'Connor, Isabella Rossellini –«¡Bellissimo!», exclama para resumir la experiencia de trabajar por primera vez con la actriz romana– y Carol Duarte, además de a su hermana y mano derecha Alba, para embarcarse en viaje onírico a través del mito y la memoria. Porque en la película, Arthur busca a ciegas el recuerdo perdido de una quimera llamada Beniamina mientras Rohrwacher desbroza de hojarasca la Italia de hace cuatro décadas. De ahí que en 'La quimera', que se estrena en España el 19 de abril, haya ensalmo, locura y la mirada desapegada de un extranjero convertido en brújula involuntaria;en guía de un mundo de maravillas arqueológicas y miserias humanas.
El mundo 'invisible'
«Se ha hablado mucho de los ochenta desde el punto de vista político y social, pero lo más profundo que pasó en aquellos años es que el mundo invisible se alejó del corazón del hombre y todo se hizo visible», apunta la italiana en la que, si no es la definición más poética de lo que trajo el neoliberalismo desbocado, poco le falta. «Venimos de ese pasaje y no podemos fingir que no pasó nada: venimos de un momento que es el de la comercialización total de nuestra historia, de nuestra memoria. Eso dice mucho sobre nuestro presente, un momento en el que no podemos ignorar que la memoria se ha convertido en una mercancía».
De vuelta al principio y a las conexiones que, asegura Rohrwacher, pueden establecerse entre cine y arqueología la directora italiana no puede evitar preguntarse qué quedará de nosotros, qué encontrarán los 'tombaroli' del futuro cuando rapiñen las miserias de nuestro presente. «Lo más importante del arqueólogo, lo que más admiro, no es tanto el hecho de poder hablar de una memoria común, sino sobre todo la constatación de que las civilizaciones terminan como terminará la nuestra. el mundo. Y esto me hace pensar que algún día acabaremos en museos donde se estudiará el capitalismo como una civilización extinta», reflexiona. «¿Qué dejaremos?¿Armas?¿Baterías agotadas de teléfonos móviles? ¿Basura?Sería bueno dejar algo hermoso», añade.
La respuesta, después de todo, quizá sean las películas.
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