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Así se rodó el prodigioso plano secuencia de dos horas de «1917»

El director Sam Mendes introduce al espectador en el horror de la Primera Guerra Mundial con un extenuante viaje sin cortes

Rodaje de «1917»

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Un viaje entre el horror de las trincheras de la Primera Guerra Mundial . Esa es la propuesta del director Sam Mendes en « 1917 »: caminar por esa tierra de nadie, entre balas y obuses de enemigos, para seguir la misión de los soldados Schofield y Blake, que deben entregar un mensaje clave a un regimiento aliado a punto de caer en una trampa mortal. Y todo sin pestañear, en un aparente plano secuencia que hace que el espectador no se despegue de los dos jóvenes militares en su arriesgado trayecto.

La visión de Sam Mendes de captar la historia en tiempo real permite a los espectadores sumergirse en su turbulento viaje. Pero, evidentemente, el prodigioso plano de dos horas tiene sus trucos . Sería inviable hacerlo en una película en la que los protagonistas recorren decenas de escenarios bélicos, incluyendo ciudades en ruinas, además de metros y metros de trinchera entre tiroteos, persecuciones y avalanchas.

El truco, del que el espectador no se dará cuenta salvo que malgaste sus esfuerzos en descubrir los «microcortes», consiste en una serie de tomas largas rodadas para que se pudieran conectar sin fisuras y que parezcan un único plano secuencia tras el paso por la sala de montaje. Es decir, que aunque se haya rodado con cortes como cualquier otra película, el resultado final simula que una sola cámara se ha pegado a esos dos pobres soldados.

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Al no haber cortes dentro de cada escena, los espectadores, al igual que Schofield y Blake, no pueden distanciarse de la misión que tienen por delante. Aunque Mendes ya había rodado el plano de arranque de « Spectre », la secula de James Bond , con una secuencia sin cortes, filmar así una película entera fue un reto. «Nunca me había encontrado en una situación en la que empezáramos a rodar un lunes y sabía de hecho que lo que rodáramos ese lunes acabaría en la película», explica Mendes en las notas de prensa de la productora.

Montar sin cortes

Como era crucial seguir la pista a todas las tomas, eso requería atención absoluta —y vigilancia constante— por parte de la script (responsable de racord), los efectos visuales y el montador. Era imperativo saber el momento en que había que empalmar el plano de una escena a la siguiente, dado que nunca se podría arreglar en posproducción cortando a otra perspectiva diferente.

Para llevar a los personajes de un corte al siguiente sin fisuras, Mendes se aseguró de contar con transiciones que se pudieran hacer de manera sutil. Eso podría significar atravesar el umbral de una puerta, unas cortinas, o cuando los personajes entran en un búnker, o con una silueta , o un movimiento del cuerpo, o un elemento de primer plano o de atrezo... o incluso con un plano en 360 grados

Al rodar de este modo, los espectadores consiguen tener una impresión más auténtica y tangible de lo que habrían pasado estos chicos. «La razón por la que elegí hacer esto con este material es que, desde el primer momento, me pareció que debía contarse en tiempo real», explica Mendes. «La sensación de la distancia recorrida es muy importante. Pero, lo que es más importante, también es una decisión emocional, que espero que permita conectar más de cerca con el viaje de los dos personajes centrales. Quería que los espectadores dieran cada paso del viaje con ellos, tomaran cada aliento con ellos. No fue una decisión que se impusiera al material a posteriori. Tuve la idea a la vez que se me ocurrió la historia; el estilo, la forma, el contenido, todo se me ocurrió a la vez. Empiezas a construir la narración de modo que cada segundo forma parte de un hilo continuo e ininterrumpido».

Meses de ensayos previos

Con la premisa del plano secuencia, se hacía imprescindible planificar minuciosamente cada escena durante los cuatro meses de ensayos de 1917 y estudiar la distribución de los sets hasta el más mínimo detalle. Una vez decidido cómo se moverían los actores dentro del espacio de cada escena, fue posible calcular exactamente dónde se situaría la cámara.

A veces, la cámara está cerca de ellos, y en otras se alejar para ver a los personajes dentro de ese espacio bélico tan impresionante. El director presume de que, en el proceso normal de hacer cine, siempre hay una manera de arreglar cualquier problema en posproducción. «Eso no era posible en esta película. No hay otra salida. Tenía que estar entera. El baile de la cámara y la mecánica tenía que estar todo sincronizado con lo que hacía el actor. Cuando lo conseguimos, resultó estimulante. Pero hizo falta una planificación enorme, y una enorme habilidad de todos los técnicos».

Y todo con el añadido de que no se repite ninguna localización en «1917», porque ni los soldados ni la cámara dejan de avanzar de un lugar a otro. Y todo para un resultado épico: «Hasta que lo ves realmente en una pantalla no te haces verdaderamente a la idea de lo inmerso que te sientes y de cómo esta técnica consigue que te metas dentro», sentencia el cineasta.

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