Blonde
La pasión oculta de Marilyn Monroe: el mito sexual con más libros que amantes
La ambición rubia era más que un mito erótico: tenía una biblioteca con más de 400 ejemplares y leía a Rafael Alberti y Federico García Lorca
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Dicen que uno vale más por lo que calla que por lo que cuenta. En el caso de Marilyn Monroe, que lo enseñó casi todo, lo que escondió detrás del mito alcanzó un precio de varios quilates. Ni era rubia ni tonta, como prueba ... su coeficiente intelectual, cinco puntos por encima del de Albert Einstein. Se refugió en ese disfraz por pura supervivencia, para escapar de los traumas de su infancia y para darle al mundo lo que esperaba de ella.
Su leyenda se hizo eterna pero engulló a Norma Jeane , la mujer de carne y hueso, una dicotomía que vertebra la película ‘Blonde’, que se estrena hoy en Netflix y en la que Ana de Armas encarna al mito de la sonrisa triste. Capaz de brillar en la comedia y sorprender en el drama, fue más que un puñado de buenas películas y una caprichosa actriz que sacaba de quicio a Billy Wilder . Su sensualidad fue virtud y azote: acaparó todos los ‘flashes’, pero siempre estuvo a la sombra de sus maridos y amantes; de las expectativas y, sobre todo, de los prejuicios.
Daba igual quién fuera Marilyn Monroe, porque todo el mundo creía saberlo. Si la actriz citaba algún verso de Walt Whitman, era pura impostura, a pesar de que, como le contó al periodista Sam Staggs, le gustaba cómo sonaban sus poemas en voz alta. Si posaba para Eve Arnold con el ‘Ulises’ de James Joyce abierto hacia el final, lo hacía por superchería. Cuando la fotógrafa de Magnum le preguntó si de verdad lo estaba leyendo, la protagonista de ‘La tentación vive arriba’ reconoció que no había sido capaz de terminarlo.
Más fotos leyendo que desnuda
El de Arnold es solo el más conocido de los retratos de Monroe con libros, aunque lo cierto es que hay más fotos suyas leyendo que semidesnuda. Si James Dean posaba con un cigarrillo en la boca, a Marilyn, después de explotar su sexualidad, le gustaba hacerlo con un ejemplar en las manos, sentada o tumbada. A veces en posturas imposibles que, lejos de artificios, desvelaban algo más de Norma Jeane. Lo apreció el fotógrafo George Barris, que en ‘Marilyn Monroe. Cuando crezcas serás hermosa, feliz y famosa’ describió sus acrobacias al estudiar los guiones: «Comenzaba tumbándose para relajarse lo máximo posible para estudiar; lo sujetaba por encima de la cabeza o contra su pecho; levantaba una pierna cuanto podía; relajaba la otra con la rodilla doblada; movía la cabeza de un lado para otro, y cerraba los ojos, como si durmiera un sueño profundo. También podía ponerse de rodillas, como un gato preparado para saltar».
En la biografía, Barris también puso en duda que su amiga se suicidara el 4 de agosto de 1962, con 36 años. ¿El motivo? Había dejado un libro a medias y no, no era ‘Ulises’. «Nunca me pareció más feliz (...) Estaba leyendo ‘Matar a un ruiseñor’ esos días. Al final me dijo: ‘Te quiero, te veré el lunes o cuando vengas’. Menos de veinticuatro horas después de esta llamada, Marilyn apareció muerta».
Un gusto literario exquisito
El de Harper Lee fue el último, pero había muchos más libros en la biblioteca privada de Marilyn Monroe, con cientos de ejemplares de diferentes géneros y ediciones. Décadas después de su muerte y en diferentes tandas, Christie’s catalogó y subastó más de cuatrocientos ejemplares. En su colección había biografías, libros de política, historia, filosofía o psicología, Freud incluido. También poesía, en cuya colección figuraban Rafael Alberti y Federico García Lorca . Ceferino Carrión, el dueño del restaurante donde la estrella comía a diario, aseguró hace años que Monroe «leía mucho y hablaba a menudo de poetas españoles o de sus pintores favoritos, que eran Velázquez, Goya y Picasso».
La lista de libros es amplia y demuestra un gusto exquisito, con clásicos como ‘Alicia en el país de las maravillas’ o ‘El gran Gatsby’ y también imprescindibles de la Generación Beat, como ‘En el camino’, de Jack Kerouac. Repiten autores como William Faulkner, Thomas Mann, Laurence Durrell o D.H. Lawrence, entre otros. También Ernest Hemingway dobla presencia con ‘Fiesta’ y ‘Adiós a las armas’. Por supuesto, no faltan los premios Pulitzer, desde Tennessee Williams, el Nobel Eugene O’Neill hasta su tercer marido, Arthur Miller.

«Es muy difícil escapar de lo que los demás creen que debemos ser. A veces la mirada se convierte en una jaula estrecha y es muy difícil romper o ensanchar esas paredes de la mirada ajena. Le pasó a Marilyn Monroe, que en toda su corta vida trató de demostrar que más allá de esa presencia y de ese aura, porque era absolutamente magnética, había un ser humano con inquietudes intelectuales», aseguró Alberto Conejero, autor de ‘¿Cómo puedo no ser Montgomery Clift?’ (Dos bigotes) , en una entrevista con ABC. El círculo de amistades que frecuentaba la actriz también dice mucho de sus ambiciones más allá del cine. Destacaron, entre otros, el poeta Norman Roster o Truman Capote, que se inspiró en ella para ‘Desayuno en Tiffany’s’ y le dedicó uno de los relatos de ‘Música para camaleones’ en el que, tras su muerte, la despidió así: «Es como un colibrí en vuelo: solo la cámara puede congelar su poesía».
La película ‘Blonde’, que recrea el flechazo del dramaturgo con la ambición rubia, dibuja esas inquietudes intelectuales. También el poder de los prejuicios, a través del escepticismo del personaje de Adrien Brody, que empieza cuestionando el potencial de la actriz para acabar rendido a ella por su talento al interpretar a Marga, su «primer amor, nunca consumado ni declarado», y por su inesperada cultura. En una escena del filme de Netflix, la Marilyn de Ana de Armas termina de conquistar al escritor al comparar a la Magda de Miller con Natasha, de ‘Las tres hermanas’, de Antón Chéjov. El Pulitzer le pregunta quién le desveló sus influencias, si fue Elia Kazan. Ella sostiene: «Nadie. Conozco esa obra porque la leí. Siempre he creído que podría interpretar a Natasha. Si piensas en lo que hace Chéjov con Natasha, él te sorprende porque Natasha acaba volviéndose fuerte y retorcida, hasta cruel. Su Magda, por el contrario, nunca cambia mucho, nunca pierde su bondad». Quizás Marilyn tampoco.
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